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México colabora con centroamérica en la lucha contra el gusano barrenador del ganado

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Erradicar oportunamente a esta plaga beneficia a todos y requiere del trabajo y compromiso de los países de la región, productores e instituciones.

México ha expresado un gran sentido de solidaridad al donar los recursos que le fueron otorgados por el gobierno estadounidense para apoyar a las zonas afectadas de Centroamérica: OIRSA

Con el objetivo de fortalecer los sistemas veterinarios de los países centroamericanos para hacer frente al gusano barrenador del ganado (GBG) y con ello prevenir el ingreso y diseminación de la plaga en territorio nacional, personal especializado de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural capacita y colabora de manera permanente con las autoridades sanitarias de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice.

El apoyo que México otorga a Centroamérica, a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), tiene como fin disminuir las poblaciones de la mosca Cochliomyia hominivorax (devoradora de hombres) en Nicaragua y replegarla progresivamente hacia el sur de Panamá, con el propósito de evitar que sus larvas, el GBG, pongan en riesgo la producción pecuaria de la región.

Lograr la erradicación del gusano barrenador del ganado de Centroamérica nos beneficia a todos y requiere el trabajo y compromiso de todos los países de la región y de diversos sectores productivos e instituciones de cada una de las naciones, subrayó el director en jefe del Senasica, Javier Calderón Elizalde.

Con la representación del secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos Arámbula, participó en el webinar “Situación del gusano barrenador del ganado en la región y avances en la prevención, control y erradicación”, donde advirtió que el GBG es la mayor amenaza sanitaria en muchos años, ya que pone en riesgo la producción pecuaria nacional, la vida silvestre e incluso la salud pública.

Indicó que en concordancia con el nivel de riesgo actual, el Senasica activó el pasado 29 de julio el Dispositivo Nacional de Emergencia en Sanidad Animal (Dinesa), con el propósito de poner en marcha todos los recursos del Estado para prevenir el ingreso del gusano barrenador a México, lo cual es la primera vez que ocurre con plagas ausentes, es decir de manera preventiva.

El evento virtual fue organizado por la Asociación Mexicana de Productores de Leche (Amlac) y la Federación Centroamericana del Sector Lácteo (Fecalac) y contó con la participación de especialistas del Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) y del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El director de la Comisión México-Estados Unidos para la Prevención de la Fiebre Aftosa y otras Enfermedades Exóticas de los Animales (CPA) del Senasica, Armando García López, expuso que en un primer momento la estrategia nacional se centra en el control de la movilización de animales provenientes de los estados de la frontera sur, la promoción de la notificación oportuna y la distribución de medicamentos para que los productores curen las heridas de sus animales.

Precisó que el fortalecimiento de medidas ha permeado entre el sector productivo y la población, ya que de enero a agosto del presente año las notificaciones de gusaneras con sospecha de GBG pasaron de tres a 50, la mayoría de ellas en caninos y bovinos.

Indicó que todas las notificaciones se atendieron y analizaron en los laboratorios oficiales del Centro Nacional de Referencia en Parasitología Animal y Tecnología Analítica (Cenapa) y en ningún caso se identificaron larvas de GBG, por lo que México mantiene su estatus de libre de la plaga.

El funcionario de la Dirección General de Salud Animal (DGSA) del Senasica agregó que Nicaragua es una zona estratégica para detener el avance de la mosca hacia la región norte, por lo que el Gobierno de México prestó a los de Centroamérica más de 90 mil sobres de medicamentos larvicidas y polvos cicatrizantes para coadyuvar con el esfuerzo regional.

El director Regional de Salud Animal del OIRSA, Abelardo de Gracia, destacó que entre las principales acciones que implementan los gobiernos centroamericanos está el establecimiento de zonas de contención, en donde se recomienda a los productores curar cualquier herida que lleven los animales, como las provocadas por descorne y aretado, las cuales deben atenderse de manera inmediata para acelerar la cicatrización, e hizo hincapié en la importancia de revisar el ombligo de los recién nacidos.

Informó que en Panamá se han registrado 62 casos de gusaneras por GBG en humanos, en Nicaragua dos y en Costa Rica alrededor de 25, por lo que se trabaja en conjunto con las autoridades de salud pública de esos países para concientizar a la población en general sobre la presencia y diseminación de la esta plaga.

El funcionario internacional destacó el apoyo del Senasica para la instalación de baños de aspersión portátiles para el ganado, los cuales se ubican en corrales de inspección en Nicaragua.

México, ha manifestado un gran sentido de solidaridad al donar los recursos que le fueron otorgados por el gobierno estadounidense para apoyar a las afectadas por gusano barrenador, subrayó.

El gerente del Programa de Sanidad Agropecuaria, Inocuidad y Calidad de los Alimentos (SAIA) del IICA, José Urdaz, resaltó el esfuerzo y coordinación que muestran las autoridades sanitarias de los países mesoamericanos para controlar a la plaga y avanzar hacia su erradicación.

Refirió que la parte más importante de la estrategia es la comunicación del riesgo entre el sector productivo, los médicos veterinarios y la población en general, ya que sin su colaboración y reporte oportuno difícilmente se alcanzará el objetivo de proteger el patrimonio ganadero, los animales silvestres, las mascotas e incluso la salud pública.

En el mismo sentido, los representantes de Amlac y Fecalac reconocieron la labor del Senasica como organismo garante de los servicios veterinarios mexicanos y refrendaron el apoyo de sus socios para acatar las medidas regulatorias y vigilar las unidades de producción de manera permanente y evitar así la diseminación de la plaga.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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