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La Mayor Producción Explica el Menor Estrés de las Vacas

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Una de las principales preocupaciones de los productores es la regulación de los procesos fisiológicos en las vacas lecheras para mantener el bienestar animal independientemente de los cambios en su ciclo de vida. 

Según un trabajo del técnico Fernando Bargo, director de Innovación de Elanco Argentina, existen dos tipos de regulaciones: homeostasis y homeorhesis. «Mientras que en la homeostasis un organismo posee la capacidad de mantener su ambiente interno dentro de límites que le permiten sobrevivir, la homeorhesis indica los cambios necesarios para atender las prioridades definidas por un estado fisiológico, y equivalen al director de orquesta que logra una sinfonía armoniosa coordinando cada grupo de instrumentos», explicó el experto.

Así, la homeorhesis explica estados fisiológicos como la lactancia, caracterizados por su naturaleza crónica e influencia simultánea en múltiples tejidos.

«Tal como señala Dale Bauman, de la Cornell University, de EE.UU., los productores de leche buscan optimizar el manejo y el ambiente para asegurar el bienestar animal, y que las vacas alcancen su potencial genético de producción. Sin embargo, en numerosos tambos la capacidad de la vaca se encuentra limitada y ocurren alteraciones crónicas en los procesos biológicos para mitigar el estrés y obtener una estabilidad fisiológica», explicó Bargo.

Un ejemplo dado en el estudio es cuando las vacas se encuentran en un sistema 100% pastoril, con un adecuado nivel de proteína, pero crónicamente subalimentadas en energía. Estudios de la Universidad de Pennsylvania demostraron los efectos crónicos de la subnutrición en vacas lecheras de alta producción en dietas 100% pastoriles. Las vacas en una dieta de ración total mezclada (TMR) promediaron 44,1 litros/día de leche, mientras que aquellas en una dieta 100% pastura produjeron un 33% menos. Sin embargo, esta subnutrición no causó estrés o enfermedad ya que el mecanismo homeorético posibilitó un cambio en la utilización de los nutrientes y mantuvo la salud del animal.

Según explicó Bargo, «ante la idea errónea de que las vacas lecheras expuestas a procesos para aumentar la producción sufren efectos como estrés y enfermedades, Bauman sostiene que los controles homeoréticos preservan su estabilidad y bienestar en situaciones adversas». Un ejemplo es el estrés calórico, cuyos primeros signos incluyen reducción en el consumo de alimento y en la producción.

«Sin embargo, se demostró que la disminución en el consumo explica sólo el 50% de la reducción en la producción. Estudios recientes encontraron que mecanismos del aprovechamiento de la glucosa, que típicamente ocurren para mantener la producción de leche en ambientes termoneutrales, no ocurren en vacas bajo estrés calórico. Así, procesos relacionados con la estimulación y el aprovechamiento de la glucosa son incrementados e incluso la movilización de reservas corporales en vacas estresadas por calor es mínima, a pesar de la reducción en el consumo», puntualizó Bargo.

Estos estudios permiten a Bauman, destacó el experto, concluir que «el desempeño productivo es el mejor indicador del bienestar animal, aun cuando otros afirman lo contrario argumentando, por ejemplo, que la selección genética que aumenta la producción genera mayor estrés en las vacas.

«Incluso hace ya 50 años sir John Hammond refutó esta idea que pretende asociar mayor producción con mayor estrés; y las vacas lecheras de hoy producen sustancialmente más que hace 50 años. Las vacas de la actualidad no se estresan porque logran altos niveles de producción; por el contrario, obtienen esos niveles porque no están estresadas», finalizó el especialista.

Fuente: La Nación

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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