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Investigaciones en Nueva Zelanda intentan reducir emisiones de metano

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Nueva Zelanda busca formas de reducir el impacto del metano. ¿Cómo evitas que una vaca eructe? Puede parecer el comienzo de un chiste, pero es el objetivo de una investigación científica en Nueva Zelanda. Y la respuesta podría tener profundos efectos en la salud del planeta.

En concreto, la cuestión es evitar que las vacas, las ovejas y otros animales de granja eructen tanto metano, un gas que no dura tanto como el dióxido de carbono en la atmósfera pero que es al menos 25 veces más potente que el CO2 en lo que respecta al calentamiento global.

Como las vacas no pueden digerir fácilmente la hierba que comen, primero la fermentan en múltiples compartimentos del estómago, un proceso que libera enormes cantidades de gas. Por ello, que alguien coma una hamburguesa de ternera o beba una leche malteada representa un costo para el medio ambiente.

El estudio está planteando algunas soluciones sorprendentes que podrían reducir considerablemente esas emisiones. Entre las más prometedoras se encuentran la cría selectiva, alimentos modificados genéticamente, inhibidores de metano y hasta una vacuna.

Nada está descartado, desde alimentar a los animales con algas marinas hasta darles un probiótico. Una empresa británica ha desarrollado incluso un arnés para las vacas que oxida el metano a medida que lo expulsan.

En Nueva Zelanda, la investigación ha adquirido urgencia, dado que la ganadería es un elemento fundamental de la economía y la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero procede de granjas. Los cinco millones de habitantes del país se ven superados por 26 millones de ovejas y 10 millones de vacas.

En el marco de un plan para alcanzar la neutralidad en materia de emisiones de carbono, el gobierno neozelandés ha prometido reducir las emisiones de metano procedentes de las granjas hasta un 47% para 2050.

El mes pasado, el gobierno anunció un plan para empezar a cobrar impuestos por los eructos de los animales, una medida pionera en el mundo que ha molestado a muchos ganaderos.

“No creo que haya ningún otro lugar que tenga la amplitud de ambición que tiene Nueva Zelanda en cuanto a la gama de tecnologías que se investigan en un solo lugar”, dijo Peter Janssen, científico de AgResearch, una empresa propiedad del gobierno que emplea a 900 personas.

La investigación, realizada en un campus de la ciudad de Palmerston North, se basa en estudios que indican que la reducción del metano no tiene por qué perjudicar a los animales ni afectar la calidad de la leche o carne. Janssen afirmó que los microbios que viven en los animales y producen metano parecen ser oportunistas más que integrales en la digestión.

Durante 15 años se ha trabajado en el desarrollo de una vacuna. Con ella se estimularía el sistema inmunitario del animal para que produzca anticuerpos, lo que reduciría la producción de los microbios productores de metano. Una de las grandes ventajas de una vacuna es que solo habría que administrarla una vez al año, o incluso una vez en la vida del animal.

De forma similar, los inhibidores son compuestos que se administran a los animales y que afectan directamente a los microbios productores de metano.

Según Janssen, los inhibidores también podrían reducir el metano en al menos 30%, hasta 90%. El reto es que los compuestos deben ser seguros para el consumo animal y no pasar a través de la carne o la leche a los humanos. Además, los inhibidores deben administrarse regularmente.

Tanto los inhibidores como las vacunas están a algunos años de distancia de estar listos para el mercado.

Pero otras tecnologías, como la cría selectiva, que podría reducir la producción de metano en un 15%, se implantarán en las granjas de ovejas el año. Un programa similar para las vacas podría no estar muy lejos.

Los científicos llevan años realizando pruebas con ovejas para determinar las diferencias en la cantidad de metano que emiten. Las ovejas que emiten menos han tenido descendencia de baja emisión. También se han rastreado las características genéticas comunes a los animales de baja emisión que los hacen fáciles de identificar.

“Creo que uno de los ámbitos en los que los científicos han progresado es en la cría de animales”, señaló Sinead Leahy, asesora científica del Centro de Investigación de Gases de Efecto Invernadero de Nueva Zelanda. “En particular, se ha investigado mucho en la cría de ovejas de bajas emisiones”.

Otro objetivo es la alimentación animal, ya que los científicos creen que tiene el potencial de reducir la producción de metano hasta 30%. En uno de los invernaderos del campus, los científicos desarrollan tréboles modificados genéticamente.

Ya que los animales de granja comen la mayor parte del tiempo al aire libre y no en los establos, los aditivos alimentarios que reducen el metano, como el Bovaer, desarrollado por la empresa holandesa DSM, no son tan útiles. En su lugar, se busca modificar genéticamente el césped de la variedad ryegrass y el trébol blanco que comen los animales de Nueva Zelanda.

Con el trébol, los científicos han encontrado una forma de aumentar los taninos, que ayudan a bloquear la producción de metano.

“Lo que este equipo ha hecho es identificar… un interruptor maestro que activa los taninos condensados en las hojas”, indicó Linda Johnson, directora del grupo científico de AgResearch.

Los análisis de laboratorio muestran que el trébol modificado reduce la producción de metano entre 15% y 19%, dijo Johnson.

El programa de trébol va acompañado de un programa de ryegrass.

Richard Scott, científico principal de AgResearch, dijo que han podido aumentar los niveles de aceite en las hojas de ryegrass en aproximadamente un 2%, lo que debería traducirse en un descenso del 10% en las emisiones de metano.

Pero, al igual que los inhibidores y la vacuna, aún faltan algunos años para que el programa de alimentación esté listo para su aplicación. Los científicos han realizado pruebas controladas en Estados Unidos y están planeando un ensayo de campo más amplio en Australia.

Sin embargo, Nueva Zelanda tiene normas estrictas que prohíben la mayoría de los cultivos modificados genéticamente, una barrera normativa que los científicos tendrán que superar si quieren introducir forrajes con plantas modificadas en las granjas del país.

En otras investigaciones, la empresa de productos lácteos Fonterra está probando su brebaje probiótico Kowbucha (juego de palabras del té kombucha y la palabra en inglés para vaca: cow), mientras que la empresa británica Zelp sigue perfeccionando sus arneses portátiles. Otros ensayos han indicado que un alga roja llamada Asparagopsis reduce el metano cuando la comen las vacas.

Pero los ganaderos no están esperando a que todas las investigaciones den sus frutos. En la granja Kaiwaiwai Dairies, cerca de la ciudad de Featherston, el ganadero Aidan Bichan afirma que han reducido su producción de metano al aumentar su eficiencia.

Dijo que eso incluye el aumento de la producción de leche de cada vaca, el uso de menos alimentos procesados y la sustitución de las vacas de ordeña con menos frecuencia.

“A nivel de granja, tenemos que poner nuestro granito de arena para ayudar a salvar el planeta”, manifestó Bichan.

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Girolando, la mejor alternativa para la producción lechera en climas cálidos

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Con una producción promedio de 5.000 litros de leche durante 305 días bajo el calor del clima tropical, estas terneras presentan una mayor resistencia y adaptación al entorno, lo que aumenta sus tasas de supervivencia. Estas cualidades las destacan en un país donde la cría de terneras enfrenta tasas de mortalidad de hasta el 25 %. Las terneras Girolando pueden producir en promedio 5.000 litros de leche durante 305 días en climas cálidos. Fotos: Felipe Argoty, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia sede Palmira.

En Colombia la producción lechera afronta una crisis marcada por los altos costos tanto de los insumos importados utilizados por la industria como de los alimentos concentrados para el ganado, además de factores como la tendencia al bajo consumo en el mercado y el encarecimiento de las tierras en zonas tradicionales de ganadería, entre otros, situación que ha obligado a los productores a buscar nuevas alternativas que permitan mantener la rentabilidad del negocio y reducir las pérdidas.

Foto. La cría de terneras enfrenta tasas de mortalidad de hasta el 25 %

Cerca del 80 % de la producción de leche proviene de animales con composición genuina en su genética, escenario en el que resaltan las terneras Girolando, una raza que toma y supera lo mejor del cruzamiento entre la productividad de la Holstein y la rusticidad de la Gyr, lo que les permite adaptarse a altas temperaturas, ser más tolerantes a parásitos y poderse pastorear en condiciones adversas, características que las convierten en la mejor opción para climas tropicales como los de Tolima, Valle del Cauca, Magdalena Medio y los Llanos Orientales y la Costa Caribe, en donde han demostrado un rendimiento superior.

En la industria lechera la etapa más crítica es la cría de las terneras, ya que es cuando los animales dependen de una adecuada alimentación y cuidados especiales para asegurar su supervivencia y óptimo desarrollo. Además de ser costosa, esta fase se asocia con altos índices de mortalidad, en particular por problemas de nutrición.

Ante este problema, durante su Maestría en Ciencias Agrarias en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, el zootecnista Luis Felipe Argoty López evaluó mediante tres experimentos alternativas para mejorar la rentabilidad durante la cría, con dietas menos costosas pero con el aporte nutricional necesario para evitar problemas de crecimiento y desarrollo, clave en la crianza de reemplazo, cuando preparan a las terneras para que se conviertan en futuras vacas lecheras que renueven el hato y mantengan la productividad del sistema.

Foto. En Colombia cerca del 50 % de la producción de leche proviene de cruces de toros y cebús.

El Estudio

En la investigación se analizó el crecimiento y desarrollo ruminal (ingesta de alimento sólido) de 19 terneras Girolando F1 con edades entre 14 y 22 meses, en el corregimiento de Santa Rosa de Tapias, municipio de Guacarí (Valle del Cauca).

Para el trabajo se hicieron 3 grupos de animales con sendos tratamientos. A los del primer grupo (grupo control) se le suministraron 4 litros de leche al día, repartidas en dos tomas, y concentrado comercial; al segundo, 4 L de leche distribuidos en tres tomas, más consumo de alimento experimental; y al tercer grupo, 4 L de leche distribuidos en tres tomas, más consumo de alimento comercial. A todos los tratamientos se les suministró pasto pangola y agua a voluntad.

Sobre el alimento experimental, el investigador explica que “hicimos ajustes dentro de la proteína, la pusimos un poco más disponible dentro de la dieta de las terneras, usamos soya, maíz, algunos cereales, premezclas, un promotor de crecimiento ruminal y lo que utilizan todos los alimentos concentrados, porque el reto era hacer un concentrado experimental similar en composición al comercial, pero con algunas mejoras”.

Foto. El estudio se realizó con 19 terneras en el corregimiento de Santa Rosa de Tapias (Valle del Cauca)

También recolectó muestras de sangre cada 15 días, para analizar metabolitos como proteína, albúmina, globulinas, calcio, betahidroxibutirato (BHB) y cortisol. Así mismo evaluó parámetros biométricos como edad, peso, circunferencia, altura, ganancia de peso, consumo promedio y conversión alimenticia. Cada variable evaluada se analizó estadísticamente a través de un modelo mixto de medidas repetidas.

Aunque en la ganancia de peso los resultados no arrojaron diferencias significativas entre los tratamientos, entre muestreo sí las hubo y se evidenció que la edad de los animales influye en la concentración de proteínas en la sangre y que el BHB permite conocer indirectamente el desarrollo ruminal.

También se evidenció que “la edad de los animales influye en la concentración de proteínas en la sangre y que el BHB permite conocer indirectamente el desarrollo ruminal”.

Foto. Con la raza Girolando se puede obtener una producción lechera más competitiva y menos dependiente de razas europeas

El investigador destaca que, “este indicador sugiere que las terneras están desarrollando su rumen de forma óptima, lo cual es esencial para una digestión eficiente, y en última instancia para su futura capacidad de producir leche”.

También se registraron bajos niveles de cortisol en la sangre, una hormona que se libera en respuesta al estrés y puede afectar el crecimiento y la salud general del animal. Altos niveles de este indican que las terneras están experimentando estrés, lo que puede influir negativamente en su sistema inmunológico y reducir su capacidad de aprovechar nutrientes, afectando el desarrollo del rumen y la futura producción de leche.

“Si logramos que más productores opten por razas como la Girolando, tendríamos una producción lechera más competitiva y menos dependiente de razas europeas, cuya adaptación a nuestras condiciones es limitada”, anota el magíster.

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