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Año Veterinario Mundial 2011: la FAO, los Veterinarios y la Seguridad Alimentaria

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Este año marca el 250avo aniversario de la profesión y educación veterinaria. Para los profesionales veterinarios alrededor del mundo estos 12 meses estarán llenos de orgullo y significado ya que le hacen recuerdo a audiencias globales de sus contribuciones a la sociedad y el mantenimiento de la salud animal.

Pero los profesionales veterinarios están involucrados en mucho más que el tratamiento de enfermedades y laceraciones en animales domésticos y de granja. A través de los años los profesionales veterinarios han estado jugando roles significativos y contributivos en la salud y el bienestar humano y animal, calidad alimenticia, seguridad y salubridad alimentaria, ecología, etología, epidemiologia, fisiología y psicología, en el desarrollo de medicamentos y farmacéuticos, en investigación biomédica, como educadores y entrenadores, en la conservación de vida silvestre, y en la protección del medio ambiente y la biodiversidad.

A Diciembre del 2010, se cuentan 156 veterinarios trabajando para la FAO. De estos, hay 14 en África del Norte y el Medio Oriente, 56 en Europa, 9 en Asia Central, 30 en Asia del Este y el Pacifico, 11 en Latino América, y 36 en África sub-sahariana. Es evidente que el trabajo de los profesionales veterinarios de la FAO alcanza todas las esquinas del mundo.

Los veterinarios trabajando para la FAO tratan con enfermedades infecciosas y parasíticas en animales domésticos y en vida silvestre, así como también en salud publica veterinaria. Algunos están involucrados en el manejo de crisis en salud, otros en vigilancia epidemiológica, sistemas de prevención y alerta temprana, laboratorios de diagnostico y redes científicas, impactos socioeconómicos y estudios sobre los medio de subsistencia, análisis de políticas, evaluaciones ambientales, elucidación de sistemas de producción pecuaria y los ambientes que apoyan la persistencia y diseminación de enfermedades, nutrición animal y alimentos balanceados, el manejo de recursos genéticos animales, y el trafico de patógenos y conocimiento preciso de enfermedades. En corto, los veterinarios son profesionales multifuncionales ayudando a las sociedades y sus animales para que estos se mantengan sanos y productivos.

Esto puede ser demostrado por medio de los beneficios multidimensionales que resultan de la erradicación de la peste bovina de la faz de la tierra; un logro de la FAO y sus socios bajo el programa mundial de erradicación de la peste bovina (PMEPB). Asimismo, los veterinarios de la FAO jugaron roles preponderantes en la lucha contra la influenza aviar altamente patogénica (IAAP H5N1) desde que emergió en el sureste Asiático a finales del 2003. De hecho, en este momento el trabajo continua en un pequeño número de países.

Más allá de estas enfermedades, la Division de Salud y Producción Animal (AGA) es también activa en hacer frente a fiebre porcina africana, pleuroneumonía bovina contagiosa, fiebre aftosa, la fiebre del valle Rift, rabia, y tripanosomiasis africana, entre otras.

En suma, AGA—por medio de sus actividades—asiste a los ministerios de agricultura, agencias de salud animal y unidades veterinarias de los países miembros para que estos mejoren los servicios que prestan a una variedad de sistemas de producción pecuaria. Estos servicios de salud animal ayudan a mantener animales saludables y productivos que realizan importantes contribuciones a la producción de alimentos, generación de ingresos, creación de empleos, crecimiento económico y mitigación de la pobreza.

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Fuente: FAO

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El valor del queso artesanal como emblema gastronómico: la experiencia uruguaya

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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