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La sostenibilidad de los negocios ganaderos

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La Hacienda San José, ubicada en Orinoquía, Colombia, es un ejemplo de cómo ganadería y sostenibilidad pueden convivir en armonía.

En la región de la Orinoquía en Colombia, hogar de una vasta extensión de sabana tropical, humedales y tierras de rancho rehabilitadas que se extienden a lo largo de la frontera oriental del país con Venezuela, se encuentra la Hacienda San José, una empresa que está reescribiendo la narrativa de la ganadería. En un mundo que lucha con los impactos del cambio climático, este rancho familiar representa un excelente ejemplo de agricultura sostenible, demostrando cómo la innovación y la tradición pueden coexistir para salvar la naturaleza y la biodiversidad.

Durante décadas, la expansión agrícola, incluida la limpieza de áreas para el pastoreo de ganado, ha sido una de las principales causas de deforestación, degradación de ecosistemas y emisiones de carbono relacionadas con la conversión de tierras en el país sudamericano. La ganadería en la Orinoquía generalmente se opera con una base de baja productividad y bajo costo, dañando el medio ambiente y afectando negativamente la economía.

El fundador de Hacienda San José, Gabriel Jaramillo, tiene la misión de proporcionar soluciones a algunos de estos complejos desafíos: “Como un centro de excelencia para la ganadería en Colombia, combinamos la selección genética de vanguardia con técnicas de agricultura regenerativa para optimizar la productividad sin comprometer la integridad del paisaje”.

Para asegurarse de que se adopten nuevas iniciativas de desarrollo, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), miembro del Grupo Banco Mundial se ha asociado con ganaderos para reducir las emisiones de ganado y mejorar la gestión de tierras mientras se preservan los ricos recursos naturales de la región.

Estos esfuerzos están uniendo a agricultores, el gobierno de Colombia, el Banco Mundial y muchos otros actores para ampliar las prácticas sostenibles. Prácticas que, a largo plazo, ayudarán a los ganaderos en Colombia a atender la creciente demanda global de productos de carne orgánica.

Foto. Con las temperaturas globales en aumento y la deforestación y la degradación del suelo amenazando los ecosistemas, el enfoque innovador del rancho hacia la ganadería ofrece esperanza para un futuro más sostenible. IFC-Hacienda San José

El camino hacia la sostenibilidad a través de la agricultura regenerativa

Implementado con el apoyo de la Iniciativa para Paisajes Forestales Sostenibles del Fondo de Biocarbono (ISFL, por sus siglas en inglés), el trabajo de la IFC en la Orinoquía está ayudando a optimizar la producción de carne para limitar la intensidad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la ganadería. También se están priorizando las cadenas de suministro libres de deforestación y la minimización de la degradación de la tierra. Hacienda San José es una empresa agroindustrial avanzada, que ya se ha hecho un nombre como uno de los proveedores de ganado más sostenibles de América Latina. Se especializa en la producción de la raza de ganado “nerole de ciclo corto”, conocida por sus bajos requisitos de agua y alimento que reducen las emisiones.

Desde 2010, Hacienda San José ha estado aplicando prácticas que han reducido la huella de carbono de la empresa y restaurado el equilibrio natural de nutrientes en más de 7,000 hectáreas de pastizales. La adopción de sistemas silvopastoriles, una técnica agrícola que integra árboles, plantas forrajeras y ganado en un ecosistema cohesivo, fue un componente clave de este éxito.

Los sistemas silvopastoriles pueden acreditarse por:

  • Reforestación y biodiversidad: Hacienda San José plantó miles de árboles nativos en sus tierras, transformando grandes secciones de pastizales degradados en bosques frondosos. El aumento de la cobertura arbórea proporcionó sombra para el ganado y revivió los ecosistemas naturales, permitiendo que la vida silvestre floreciera.
  • Secuestro de carbono: El sistema silvopastoril mejoró significativamente la salud del suelo y aumentó la captura de carbono. A medida que los árboles y las plantas crecen, extraen dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan en el suelo, mitigando las emisiones de GEI de la ganadería.
  • Conservación del agua: Al restaurar el paisaje natural, el rancho mejoró la retención de agua en el suelo, aumentando la resistencia a las sequías y reduciendo la dependencia de fuentes de agua externas. Esto fue especialmente importante ya que el cambio climático continúa intensificando los patrones climáticos extremos en la región.

Ganado y tierra en armonía

Además de su misión de reforestar áreas, Hacienda San José utiliza el proceso de pastoreo rotacional. Esto implica mover el ganado a nuevos pastizales regularmente, para dar tiempo a la tierra para regenerarse. Es una práctica ampliamente conocida por reducir el sobrepastoreo, mejorar la fertilidad del suelo y aumentar el crecimiento del pasto, creando un entorno más saludable y nutritivo para el ganado.

La transformación de Hacienda San José también está creando nuevas oportunidades de empleo y proporcionando educación sobre prácticas sostenibles a las granjas vecinas. Al compartir su conocimiento, los propietarios han inspirado a otros ganaderos a seguir sus pasos, ampliando el alcance del desarrollo sostenible para las futuras generaciones.

Una producción más eficiente de carne, aparejada de reducciones en las emisiones a través del secuestro de carbono en el suelo han demostrado ser una situación beneficiosa para toda la cadena de suministro de alimentos. Los datos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) para calcular el impacto climático anual y acumulativo de las operaciones de Hacienda San José para el período de 2017 a 2023 muestran que redujo la intensidad de las emisiones de GEI hasta en un 46 por ciento en comparación con otras granjas de cría de vacas en Meta, un departamento cerca de Vichada en la Orinoquía.

Estudios adicionales indican que las emisiones de óxido nitroso en la región son diez veces más bajas en los pastizales rehabilitados, y las reservas de carbono orgánico del suelo son significativamente más altas. Este cambio permitió a Hacienda San José a acceder a mercados premium y aumentar la rentabilidad, demostrando que la sostenibilidad y el éxito económico pueden ir de la mano.

Foto. La transformación de Hacienda San José también está creando nuevas oportunidades de empleo y proporcionando educación sobre prácticas sostenibles a las granjas vecinas. IFC-Hacienda San José

Pensamiento a futuro

Hacienda San José es más que un rancho; es un modelo de mejores prácticas que demuestra cómo la agricultura puede ser reinventada mientras los países buscan cumplir sus objetivos climáticos. Con las temperaturas globales en aumento y la deforestación y la degradación del suelo amenazando los ecosistemas, el enfoque innovador del rancho hacia la ganadería ofrece esperanza para un futuro más sostenible.

Estos esfuerzos han ido más allá de la restauración de tierras. Los sistemas agrícolas ancestrales y patrimoniales están ayudando a allanar el camino para una nueva era de ganadería, una en la que la naturaleza y los grandes negocios pueden prosperar juntos. Los próximos años verán a Hacienda San José revitalizar sus ambiciones implementando diversas prácticas para intentar alcanzar el estado de carbono neto cero, ofreciendo técnicas de producción de carne para replicar en Colombia y más allá.

A medida que las empresas buscan financiamiento climático para abordar las causas y consecuencias del cambio climático, Hacienda San José se encuentra en el centro de lo que es posible cuando la sostenibilidad se convierte en un valor central.

Una mirada en números:

  • Evaluaciones recientes indican que las emisiones de GEI de Hacienda San José son un 46% más bajas que otras granjas de cría de vacas en la región, resultando en una huella de carbono negativa.
  • Brasil es el mayor exportador de carne de res del mundo, mientras que América Latina representa el 24% de la producción mundial de ganado.
  • Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Colombia está catalogada como uno de los países más biodiversos del mundo, albergando más del 10% de las especies endémicas del planeta.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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