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La importancia de vigilar la frecuencia de ordeño en vacas viejas

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Las vacas en transición pueden suponer un reto a la hora de equilibrar energía y nutrición. Lo más frecuente es que la vaca termine con un balance negativo de energía y nutrientes.

Cuando esto ocurre, la vaca pierde peso y es más susceptible a problemas metabólicos. Ryan Pralle habló en un seminario web de la División de Extensión de la Universidad de Wisconsin, Badger Dairy Insight, sobre cómo la frecuencia de ordeño puede afectar al balance energético negativo durante la transición.

Cuando la frecuencia de ordeño pasa de dos a tres veces al día, las granjas pueden ver a menudo un aumento del 20% en la producción de leche. Las vacas en lactación temprana son las más beneficiadas, e incluso si sólo se las ordeña con más frecuencia al principio de la lactación, seguirán notando los beneficios en la lactación media y tardía.

Pralle, profesor asociado de ciencias animales, lácteas y veterinarias en la Universidad de Wisconsin-Platteville, quería estudiar si la mayor producción de leche derivada de una mayor frecuencia de ordeño también conllevaba un mayor riesgo de problemas metabólicos. Realizó un estudio con 16 vacas multíparas en un sistema de ordeño automatizado (AMS). A estas vacas se les midió de cuatro a 29 días en leche, y programaron la mitad para ordeño 6x y la otra mitad para ordeño 3x. El pellet ofrecido se controló durante los primeros 29 días, recibiendo todas las vacas la misma cantidad en función de sus días en leche. Después de los primeros 29 días, los pellets se basaron en la producción de leche.

Encontraron que después de los 29 días, no había diferencias significativas en las visitas voluntarias para ser ordeñadas. También encontraron que no había diferencias importantes en la producción de leche entre los dos grupos en los primeros 29 días; sin embargo, en el período de arrastre de 29 días a 90 días, hubo una ventaja de 22 libras por día en las vacas que fueron ordeñadas 6x en la lactancia temprana. El grupo 6x también tuvo una mayor producción de leche corregida en grasa en los primeros 30 días.

Esto planteó la pregunta: ¿Estas vacas utilizan más reservas de grasa corporal para la producción? Los resultados de los análisis de sangre mostraron que probablemente sí. Las vacas ordeñadas con más frecuencia tenían mayores concentraciones de cuerpos cetónicos, lo que apunta a un mayor riesgo de problemas metabólicos. Pralle mencionó que cuando separaron a las vacas de segunda lactancia de las de tercera lactancia o más viejas, las vacas de segunda lactancia no mostraron diferencias en la leche corregida en grasa, por lo que esto parece tener un mayor efecto en las vacas más viejas.

A partir de sus hallazgos en este estudio, Pralle compartió dos recomendaciones. En primer lugar, en un entorno AMS, las vacas maduras pueden necesitar una mayor tasa de pellets para satisfacer sus necesidades energéticas. En segundo lugar, dijo que puede ser beneficioso limitar los ordeños diarios en las vacas frescas de más edad para proteger su salud metabólica.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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