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El valor del queso artesanal como emblema gastronómico: la experiencia uruguaya

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Uruguay impulsa el valor del queso artesanal como emblema gastronómico, experiencia que podría ser replicada también por otros países.

En Uruguay, el queso artesanal no solo forma parte de la identidad gastronómica del país, sino que representa un pilar económico y cultural especialmente en determinadas regiones. Aunque a menudo eclipsado por la producción industrial, este sector demuestra una fortaleza significativa: alrededor del 33% del consumo total de queso en el país proviene de pequeñas producciones artesanales, lo que se traduce en unos 10 millones de kilos anuales. Este fenómeno adquiere aún más relevancia cuando se considera que el consumo total nacional ronda los 30 millones de kilos.

San José, el corazón de la producción artesanal

Dentro del mapa quesero uruguayo, el departamento de San José se posiciona como líder indiscutido en la elaboración artesanal. De acuerdo con el ingeniero agrónomo Mauricio Borges, director de Desarrollo de la Intendencia de San José, cerca del 80% del queso artesanal que se consume en Uruguay proviene de esta región. Esta concentración no es casual: San José reúne condiciones geográficas, culturales y económicas que han favorecido históricamente la actividad quesera.

A pesar de su vitalidad, el número de productores artesanales ha ido disminuyendo en los últimos años, en paralelo con la reducción de remitentes de leche a las plantas procesadoras. Esta situación no se debe a una baja en la calidad del producto, sino más bien a factores estructurales, como los cambios en la dinámica del campo, la migración hacia otras actividades productivas y el envejecimiento del sector rural.

La transformación tecnológica y la mejora de calidad

Uno de los aspectos más alentadores del panorama actual es la evolución positiva en los métodos de elaboración. Borges destaca que los queseros artesanales han logrado importantes avances en términos de higiene, inocuidad y tecnología. Parte de esta transformación se debe a la incorporación de técnicos lecheros en el proceso productivo, quienes han guiado a los productores en la adopción de mejores prácticas sin perder la esencia artesanal.

Este acompañamiento técnico ha permitido elevar los estándares del producto, haciéndolo más competitivo y atractivo tanto para los consumidores locales como para los puntos de venta especializados. Ya no se trata de un producto meramente tradicional, sino de uno que responde a las exigencias actuales del mercado en términos de calidad y presentación.

La percepción pública muchas veces coloca al queso industrial por encima del artesanal en cuanto a estandarización y confianza. Sin embargo, Borges insiste en que esta visión debe cambiar. El queso artesanal no solo puede competir en calidad, sino que muchas veces supera a los productos industriales en sabor, textura y autenticidad.

El desconocimiento sobre el proceso artesanal, su valor agregado y su impacto en la economía local genera una brecha que debe ser abordada mediante una estrategia de comunicación y educación al consumidor. En este sentido, la difusión juega un papel crucial para fortalecer el vínculo entre productores y consumidores.

Estrategias para visibilizar el producto artesanal
Conscientes del potencial de este sector, las autoridades de San José han impulsado distintas iniciativas para dar visibilidad a los quesos artesanales. Un ejemplo destacado fue la organización de un concurso de queseros durante la última Exposición Rural del departamento. El evento no solo sirvió para promover la calidad del producto, sino también para crear oportunidades comerciales concretas.

Como parte del premio, los ganadores obtuvieron un espacio para comercializar sus productos en un supermercado local, lo cual inicialmente sería por dos meses. Sin embargo, la buena recepción por parte del público y del propio establecimiento extendió la experiencia hasta el presente. Esta iniciativa demostró que el queso artesanal, si se le da una plataforma adecuada, puede integrarse exitosamente a los canales de comercialización convencionales.

Nuevas tendencias: quesos de cabra, oveja y tres leches

El mercado también refleja una creciente apertura hacia variedades más innovadoras. Además del tradicional queso de vaca, cada vez es más común encontrar productos elaborados con leche de oveja, cabra o incluso combinaciones de tres leches. Estas variantes aportan no solo nuevos sabores, sino también propiedades nutricionales diferentes, lo cual atrae a un consumidor más exigente y dispuesto a experimentar.

Productores de San José han logrado colocar estos quesos diferenciados en tiendas especializadas como DeGuarda, que cuenta con locales en puntos estratégicos como Montevideo y Punta del Este. El ingreso a este tipo de comercios no solo valida la calidad del producto, sino que lo posiciona frente a un público dispuesto a pagar un precio premium por una experiencia gastronómica auténtica.

Pese al crecimiento y reconocimiento del queso artesanal, existen obstáculos que aún deben sortearse. Uno de los principales es la informalidad en la que operan muchos productores, lo que dificulta su acceso a financiamiento, certificaciones sanitarias y mercados más amplios. La falta de apoyo institucional sostenido también limita las posibilidades de expansión y profesionalización del rubro.

Además, el recambio generacional es otro reto importante. Muchos jóvenes optan por migrar a centros urbanos en busca de otras oportunidades, lo que amenaza la continuidad de las pequeñas queserías familiares. Fomentar el arraigo rural a través de políticas que fortalezcan la cadena láctea artesanal resulta fundamental para asegurar la sostenibilidad del sector.

El valor agregado de la identidad local

Más allá de los aspectos económicos, el queso artesanal uruguayo representa una expresión de la cultura local. Cada variedad lleva consigo la historia, el saber hacer y el paisaje de donde proviene. Esta conexión emocional es un valor que no puede subestimarse. En un mundo globalizado, donde la comida se vuelve cada vez más estandarizada, los productos con identidad territorial ganan terreno.

Por eso, el queso artesanal uruguayo no solo alimenta, sino que también cuenta historias. Y esas historias, cuando son bien contadas, tienen el poder de conquistar mercados, fidelizar consumidores y generar orgullo nacional.

El queso artesanal en Uruguay no es un vestigio del pasado, sino un sector dinámico con gran proyección. Con políticas públicas adecuadas, apoyo técnico y canales de comercialización efectivos, es posible consolidar su crecimiento. El interés de los consumidores por productos más naturales, auténticos y sostenibles abre una ventana de oportunidad que el país no debería desaprovechar.

Uruguay, con su vasta tradición lechera y su potencial humano, tiene todos los ingredientes necesarios para transformar a su queso artesanal en una marca país. El desafío está en profesionalizar sin perder la esencia, crecer sin homogeneizar y competir sin renunciar a lo que hace único a cada queso hecho a mano en algún rincón del interior del país.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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