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El Éxito en un Programa de Biotecnología Depende de la Receptora

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Los procesos de biotecnología se están volviendo cada día una práctica más frecuente dentro de las explotaciones ganaderas. Esta herramienta involucra varios factores para garantizar el éxito de procedimiento, uno de estos es la receptora.

Ramón Guillermo Gómez Domínguez es un médico veterinario y zootecnista con Maestría en Administración de Negocios que cuenta con 20 años de experiencia en uso de herramientas de biotecnología reproductiva, quien expresa que en el proceso, todos los elementos son complementarios y se convierte en un trabajo en equipo, teniendo presente que como en toda práctica, hay un factor que prevalece.

“Esto lógicamente es un trabajo en equipo, siempre que trabajamos con biotecnología van a existir una cantidad de variables inmensas que hacen que para obtener un resultado final ya sea exitoso o desastroso, se necesite de un trabajo en equipo porque esto es una cadena en la que cada eslabón está unido al otro”, describe y contextualiza Gómez Domínguez.

Una vez esos eslabones se rompen, los trabajos de biotecnología se empiezan a ver afectados, lo que termina por convertirse en una pérdida directa para el productor, que tenía la esperanza de mejorar su hato ganadero.

“Siempre que se maneje con biotecnología, el productor debe intentar trabajar con el mejor material posible en cada etapa del proceso para que esa plata que yo invertí en embriones realmente se multiplique por cinco”, detalla Gómez Domínguez.

Para el experto, además del trabajo en equipo que debe hacerse en el procedimiento, existe una reina en todo el proceso y es la receptora, siendo quizás uno de los factores más importantes e influyentes en la biotecnología.

“Siempre que trabajamos un programa de biotecnología reproductiva el productor debe tener claro quién va a coger y recibir ese embrión, fruto de todo el trabajo de selección de donadora y el cuidado que todo este trabajo implica, pues es este animal quien va a gestar este embrión”, explica Gómez Domínguez.

La idea de la receptora no es solamente que preñe, sino que sea capaz de parir sin ningún problema, así como de destetarse sin complicaciones, pues es hasta ese punto en el que llega el trabajo de este tipo de animales.

“Nosotros la llamamos la reina porque todo lo que usted le pueda invertir a sus receptoras, se va a devolver en la eficiencia del programa. En esencia, por eso es que consideramos a estos animales como una inversión”, señala Gómez Domínguez.

De acuerdo con el experto, hoy en día y pese a toda la cantidad de variables a las que se enfrenta este tipo de herramientas tecnológicas, “se dice que el 70% del éxito de este tipo de programas es la receptora”, agrega el experto.

Este especialista en biotecnología también menciona que a pesar que todo el proceso genera un duro y exigente trabajo en equipo, el ganadero también juega un papel fundamental porque “a veces pensamos que el equipo solo es la empresa de biotecnología o el veterinario que está asesorando, pero hay un miembro muy importante que es el ganadero. Por lo tanto de las ganas de este productor, así como de su acompañamiento en el proceso depende mucho el éxito, siendo el doliente y el que lidera”, concluye Gómez Domínguez.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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