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Chile Exporta 1300 Ovinos a Ecuador

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Una inédita y pionera iniciativa de exportación dio frutos para la región chilena de Magallanes. Cerca de 1.300 ovinos fueron enviados con destino a Quito, Ecuador, convirtiéndose así en el mayor embarque de animales vivos que se realiza vía aérea desde la ciudad de Punta Arenas.

Se trata de los primeros dos embarques, de un total de tres, que totalizarán 2.000 ejemplares de la raza Marín Magellan Meat Merino (4M), adquiridos por el gobierno ecuatoriano para su proyecto de ganadería sostenible.

Sin embargo, antes de viajar, estos ovinos han debido cumplir con estrictos protocolos sanitarios de exportación exigidos por la autoridad sanitaria ecuatoriana, los cuales fueron prolijamente controlados y certificados por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Asimismo el SAG se ha encargado de mantener y mejorar la alta sanidad de la masa animal de Chile y de garantizar esta condición, lo cual es uno de los puntos más claves que toman en consideración los mercados al momento de importar animales vivos.

Para el Ministro de Agricultura, Carlos Furche, este tipo de iniciativas abre una nueva línea de negocios de alto valor para la ganadería ovina magallánica. “Sin duda exportar genética tiene más valor que exportar lana o carne, que es lo que ha ocurrido tradicionalmente, pero creo que al margen de eso, lo que esto revela es que estamos siendo capaces de poner en valor el enorme patrimonio que hemos acumulado durante años, el patrimonio sanitario. Esto es posible porque la ganadería ovina magallánica tiene un muy alto estándar sanitario reconocido internacionalmente y porque tenemos un patrimonio genético también desarrollado a lo largo de décadas, que permite que la ganadería ovina magallánica también sea reconocida por su alta calidad genética”, afirmó.

Por su parte el Director Nacional del SAG, Ángel Sartori, expresó que “esta exportación reviste gran importancia para el sector pecuario nacional, porque da cuenta que la sanidad y las características genéticas de los animales en Chile -y en este caso particular, de los ovinos de Magallanes- son reconocidas en el extranjero, lejos de nuestras fronteras. Para eso nuestro Servicio trabaja muy duro, para lograr mantener el prestigio del patrimonio zoosanitario nacional, que permite concretar este tipo de negocio tan beneficioso para los productores ganaderos”.

Al respecto, la directora regional de SAG Magallanes, María Isabel Sánchez, destacó que la institución trabaja persistentemente en un programa de vigilancia de enfermedades que afectan a los lanares, lo cual permite actualmente que Magallanes tenga la condición de región libre de enfermedades como aborto enzoótico ovino, fiebre Q y maedi visna, lo que significó disminuir tiempos y análisis de laboratorio haciendo más expedito el proceso exportador. “Hoy concretamos esta exportación, ya que damos garantías de ser zona libre de un gran número de patologías, lo cual representa un tremendo éxito del manejo zoosanitario en la región”, concluyó Sánchez.

Por su parte, la Secretaria Regional Ministerial de Agricultura, Etel Latorre, manifestó que este embarque representa un hito para la historia ovina de Magallanes. Esta nueva raza agregará a la diversificación productiva regional, la venta de reproductores, convirtiendo a la Región de Magallanes en una zona exportadora no solo de carne, lana y animales, sino que también de genética.

Segunda raza nacional oficialmente reconocida

​La Marín Magellan Meat Merino (4M) es la segunda raza ovino nacional inscrita en la Oficina de Registro Genealógico que administra el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), y es el resultado de más de 25 años de investigación en la búsqueda de un genotipo reconocido (importación de genética y cruzamiento absorbente).

Un negocio que sin duda avanza gracias a la fortaleza y sacrificio de la gente de estas remotas tierras. Un mercado que florece a través de las estrategias de exportación de animales vivos y apertura de mercados que desarrolla el Ministerio de Agricultura, medidas que hoy hacen de Chile un ejemplo como país exportador de ganado en pie.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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