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Una Estrategia para Ganar USD 100 Adicionales por Vaca en una Campaña

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Antibióticos, ungüentos yodados e -incluso- intervenciones genéticas utilizan las empresas productoras de leche en Chile, para combatir la mastitis, enfermedad que acarrea pérdidas millonarias para el rubro.

Afecta la zona de la glándula mamaria en las vacas, originándoles molestias, dolores e infecciones. En Estados Unidos la industria invierte hasta casi US$200 por bovino en tratarla, siendo uno de los mayores gastos del sector.

En la zona centro y sur del país se desarrolla una importante industria lechera que también conoce este problema. Y los tratamientos son cada vez más caros. Ante ello, Cow Guard, un gel elaborado en Chile a base de cobre por la firma Biogénesis Animal Health, genera resultados sorprendentes y efectivos.

El gel produce una sustancia protectora que previene la entrada de organismos patógenos (como bacterias, virus y hongos) por el esfínter del pezón de las vacas, que es donde se empieza a gestar la infección.

Se aplica de manera manual antes y después del ordeñamiento, lo que favorece también las condiciones sanitarias del proceso. Las propiedades bactericidas del cobre juegan totalmente a favor del gel.

Un estudio piloto -efectuado desde el inicio del período productivo el año 2015 hasta marzo del 2016- determinó que en aquellos bovinos a los que se les aplicó, mostraron una incidencia de mastitis 84% más baja, produciendo 6,5% más de leche en comparación con las vacas que fueron tratadas con el remedio común: un ungüento yodado.

La prueba generó, además, más de un litro de leche adicional diario por bovino y un aumento de ganancias de casi US$100 por vaca, durante toda la temporada .

Un aspecto a considerar es que los ejemplares bovinos generan células somáticas cuya cantidad permite prever el surgimiento de enfermedades, además de funcionar como indicador de la calidad láctea. A mayor cantidad del citado tipo de células, más probabilidades de encontrarse con una infección en la glándula mamaria (y viceversa).

Tras la aplicación del gel elaborado en Chile se apunta una reducción de células somáticas cercana al 18% mensual.

El proyecto Cow Guard se adjudicó el año 2012 un Fondo de Innovación Agraria para la investigación y el desarrollo del producto, por lo que desde ahí la empresa comercializa el gel.

La marca cuenta también con un estudio del Instituto Microbiológico de la Universidad de Chile que confirma su inocuidad para la salud pública, ya que la cantidad de cobre que se traspasa a la leche está 250 veces por debajo de lo que permite el Reglamento Sanitario de los Alimentos (RSCA).

Cow Guard se encuentra apoyado ahora por Codelco Lab, filial de innovación de Codelco, que incuba proyectos relacionados con nuevos usos del cobre, litio y molibdeno.

El estudio del uso del gel se efectuó en la lechera Chilterra, una de las tres más grandes del país, ubicada en la comuna de Pailaco, región de Los Ríos.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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