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Medidas para Reducir el Metano Emitido por el Ganado: ¿Cuáles son Efectivas y Cuáles no?

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En la reunión sobre el clima (COP26) que se está celebrando en Glasgow se ha llegado a un acuerdo, promovido por la Unión Europea y Estados Unidos y suscrito por más de 100 países, para reducir un 30 % las emisiones de metano en 2030.

Este gas tiene una vida media corta en la atmósfera (10-12 años), pero ejerce un potente efecto invernadero (80 veces mayor que el CO₂ en un período de 20 años). Se considera responsable de una cuarta parte del calentamiento global actual.

La mayoría del metano generado por la actividad humana procede del uso de combustibles fósiles (gas y petróleo), las minas de carbón, la agricultura y la ganadería y la gestión de los residuos (vertederos).

Las medidas para reducir las emisiones producidas por el uso de los combustibles fósiles y el carbón y por los vertederos están bien definidas y existe la tecnología necesaria para implementarlas. Sin embargo, las posibilidades de reducción en la agricultura, y más concretamente en la ganadería, son más complicadas y generan mayor controversia en la población.

Las estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) indican que la actividad ganadera puede suponer un 14,5 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). De ellas, unos dos tercios son producidas por los rumiantes (vacas, ovejas, cabras, búfalos, ciervos), principalmente debido al metano generado en la fermentación de los alimentos en el rumen (metano entérico). Estas cifras son más bajas en España, ya que en 2020 la ganadería supuso un 9,1 % del total de GEI, correspondiendo el 6,9 % a las las emisiones entéricas de metano, que en su amplia mayoría (95 %) procedieron de los rumiantes.

¿Por qué se genera metano en el rumen?

Los microorganismos del rumen pueden degradar alimentos fibrosos que no pueden ser digeridos por otros animales y en este proceso generan nutrientes para el rumiante. Así, la fermentación ruminal permite a los rumiantes transformar vegetales que no pueden ser utilizados en la alimentación humana o de otros animales en productos animales de alto valor nutritivo (carne y leche).

En este proceso fermentativo se genera hidrógeno, que si se acumulase en el rumen perjudicaría gravemente la actividad degradativa de los microorganismos, por lo que existen mecanismos para mantener concentraciones de hidrógeno bajas.

Uno de estos mecanismos es la formación de metano, un proceso en el que las arqueas metanogénicas ruminales utilizan CO₂ e hidrógeno para generar metano (CH₄) y agua. Otro mecanismo es la saturación de los ácidos grasos de la dieta que realizan los microorganismos ruminales, ya que en este proceso también se utiliza el hidrógeno generado en la fermentación.

Estrategias para reducir las emisiones del ganado

El metano entérico producido por un rumiante está positivamente relacionado con la cantidad de alimento ingerido. Por eso el ganado vacuno genera mayor cantidad que los pequeños rumiantes (ovino y caprino) y por ello suele ser “culpabilizado” en mayor medida por sus emisiones.

1. Dietas equilibradas

La dieta es un factor muy importante. Los rumiantes alimentados solo con forrajes generan mayores cantidades de metano por kilo de alimento ingerido que los que reciben piensos. Por ello, los rumiantes en pastoreo o en explotaciones extensivas emiten más metano por kilogramo de carne o leche producido que los rumiantes en explotaciones intensivas, en las que suelen recibir dietas con un porcentaje alto de pienso.

Sin embargo, no se puede alimentar a los rumiantes solo con pienso. Esto les provocaría patologías digestivas y supondría desperdiciar su capacidad para aprovechar recursos vegetales no utilizables por otros animales y para usar pastos en tierras no aptas para el cultivo, que además actúan como sumideros de carbono.

Formular dietas con forrajes de alta digestibilidad y un nivel adecuado de pienso que permita mantener una fermentación ruminal óptima es una estrategia útil para reducir las emisiones de metano.

2. Uso de aditivos con potencial antimetanogénico

Su búsqueda ha sido el objetivo de numerosas investigaciones en los últimos años. Algunos de estos aditivos son muy eficaces en estudios in vitro, pero sus efectos en los animales no son consistentes o reducen la producción y la calidad de la carne y la leche.

Sin embargo, actualmente se dispone del 3-nitroxipropanol (3NOP), una molécula sintética que reduce la producción de metano sin afectar negativamente a la producción de los animales. Según un metaanálisis de diferentes estudios, la administración de 3NOP puede reducir las emisiones de metano en un 39,0 % en vacas lecheras y un 22,2 % en terneros de cebo.

Aún se está evaluando el 3NOP para autorizar su uso en Estados Unidos y la Unión Europea, pero ya se está utilizando en otros países como Chile y Brasil.

3. Empleo de algas

La inclusión en la dieta de pequeñas cantidades de algunas algas rojas del género Asparagopsis también parece ser eficaz para reducir las emisiones de metano en vacas y terneros sin reducir su producción.

Aunque todavía es necesario el desarrollo de métodos industriales para la producción, procesado y almacenamiento de estas algas en condiciones que permitan mantener sus compuestos antimetanogénicos, los resultados disponibles hasta el momento son prometedores.

4. Selección genética

Por otra parte, investigadores españoles estiman que la selección genética de vacas con bajas emisiones de metano podría reducir las emisiones del ganado vacuno lechero en un 20 % en diez años en nuestro país. La combinación de estas estrategias permitirá reducir, sin duda, las emisiones entéricas de metano en los próximos años.

5. Disminución del número de rumiantes

¿Sería realmente efectivo reducir la población de rumiantes o el consumo de carne y leche para disminuir las emisiones de metano?

Si se plantease disminuir el número de rumiantes, sería lógico reducir en primer lugar aquellos con mayores emisiones por unidad de producto obtenido, es decir, los rumiantes en pastoreo y en explotaciones extensivas. En España una gran parte de los rumiantes en pastoreo son razas autóctonas que suponen un gran patrimonio genético, por lo que esta acción implicaría una pérdida irreparable de biodiversidad.

Además, el pastoreo contribuye en gran medida a la conservación de los espacios naturales, reduce la erosión y fertiliza el suelo, por lo que también se perderían estas ventajas. La reducción del número de rumiantes en pastoreo supondría también el abandono de zonas rurales y un aumento de la España vaciada, así como un incremento de los incendios forestales.

Por otra parte, los rumiantes salvajes también producen metano y una hipotética reducción de su población podría provocar cambios importantes en los ecosistemas. Esta estrategia fue puesta en práctica hace unos años en Australia, donde hace una década la matanza de miles de camellos salvajes se justificó, entre otras razones, por la necesidad de disminuir las emisiones de metano.

Tampoco puede olvidarse que en los países en vías de desarrollo la supervivencia de muchas familias depende de la ganadería, especialmente de los rumiantes. Además, reducir la población de rumiantes, y con ello la producción de carne y leche, traería consigo un aumento del precio de estos productos, aumentando las desigualdades sociales.

6. Reducción del consumo de carne y leche

La eficacia real de esta medida es cuestionable. En algunos estudios solo se ha considerado la reducción obtenida, sin tener en cuenta el aumento de las emisiones provocadas por la producción de los alimentos que reemplazarían a la carne y la leche en la dieta.

En un estudio realizado en Estados Unidos en el que se tuvieron en cuenta todos los cambios de la dieta, se estimó que la eliminación total de la proteína animal en toda la población americana solo reduciría un 2,6 % las emisiones de GEI y llevaría a dietas deficientes en varios nutrientes esenciales y con exceso de energía.

Otro estudio reciente indica que mejorar la eficiencia productiva de la ganadería sería más eficaz para reducir las emisiones de metano que reducir el consumo de productos animales. Si bien este tipo de estudios se basan en modelos predictivos, la disparidad en los resultados obtenidos en diferentes trabajos pone de manifiesto la complejidad del tema, tal y como ha sido incluso reconocido por el IPCC.

Otro aspecto importante es que las dietas de los rumiantes y de otros animales domésticos contienen habitualmente cantidades importantes de subproductos de la industria agroalimentaria (zumos y conservas vegetales, azucareras, cerveceras, harineras, destilerías, etc.), que son de esta forma reciclados y se elimina su posible riesgo medioambiental. La contribución de la ganadería a reducir las emisiones de estas industrias no suele tenerse en cuenta cuando se habla de la contaminación provocada por las explotaciones ganaderas.

Hacia una producción ganadera más eficiente
En resumen, si bien es cierto que los rumiantes contribuyen de forma importante a las emisiones globales de metano, también hay que considerar los numerosos aspectos positivos que tiene su producción. Actualmente existen varias estrategias que combinadas adecuadamente pueden aumentar la eficiencia productiva y reducir estas emisiones.

El objetivo final debe ser lograr una producción ganadera más eficiente, que garantice la salud y bienestar animal y la conservación de los recursos naturales, con explotaciones económica y socialmente viables que puedan producir alimentos seguros y de alta calidad nutritiva.

Es importante señalar que el sector ganadero español hace un esfuerzo continuo por reducir las emisiones contaminantes y que las mejoras realizadas en la selección genética, la alimentación y el manejo de las deyecciones en los últimos años ya han permitido reducir considerablemente la cantidad de metano generada por kilogramo de producto animal obtenido. No cabe duda de que el sector seguirá mejorando para contribuir a la reducción acordada de las emisiones de metano.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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