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Intensificación Sostenible, Aliada para Mitigar Gases de Efecto Invernadero y el Cambio Climático

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Cómo la intensificación sostenible de los sistemas agrícolas puede ser parte de la solución para mitigar los efectos de gases de efecto invernadero (GEI), fue el tema principal de un foro virtual organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en conjunto con el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).

La intensificación sostenible es una vía para aumentar los niveles de producción, adaptándose a las condiciones climáticas cambiantes, pero al mismo tiempo, propicia la mitigación de GEI y la conservación de los recursos naturales.

La Hacienda Retes en Costa Rica, una lechería de altura especializada, implementa estrategias y prácticas para aumentar la eficiencia de las operaciones agropecuarias en armonía con el medio ambiente.

El especialista en agroecología del CATIE, Reinhold Muschler, y el director general de este mismo Centro y especialista en ganadería sostenible, Muhammad Ibrahim, fueron los encargados de desarrollar la temática.

Muschler, explicó el potencial de la intensificación agroecológica para mitigar el cambio climático; compartió aprendizajes sobre sistemas productivos exitosos y resaltó las prioridades de investigación para aminorar el cambio climático y sus impactos.

“La intensificación agroecológica y la diversificación permiten dos aspectos centrales: aumentar la retención de carbono en el sistema productivo y reducir la liberación de GEI. Necesitamos biodiversidad en todos los ecosistemas: bosques, campos agrícolas, suelos y aguas. Ya hay lecciones aprendidas: los monocultivos no son sostenibles a largo plazo, los suelos desprotegidos son un grave error, los químicos causan externalidades y contribuyen a la degradación ambiental y al cambio climático y la diversificación es importante para la sostenibilidad”, comentó Muschler.

El experto recalcó que la agricultura del futuro tiene que estar basada más en la biología y menos en la química; pensar en cuales son los organismos buenos y qué se debe hacer para fomentar su presencia. Pero, ¿cómo lograrlo?

“Se debe usar organismos de diferentes tamaños y atributos, asegurar una cobertura permanente de suelo, fomentar la actividad biológica en el suelo en vez de reducirla con exceso de químicos. Los sistemas agroforestales permiten mitigar el cambio climático, protegen suelos y aguas, mejoran el microclima, fomentan la presencia de biodiversidad funcional incluyendo a controladores biológicos de muchas plagas y enfermedades, entre otras”, concluyó.

Producción ganadera sostenible

Por su parte, el especialista en ganadería sostenible, Muhammad Ibrahim, explicó las posibilidades para desarrollar sistemas de producción ganadera en esta línea, carbono neutro o de bajas emisiones.

Ibrahim, además, destacó y enumeró algunas de las principales estrategias que se pueden emplear para que la ganadería contribuya a recuperar el stock de carbono en los sistemas y reduzca las emisiones de GEI, aportando así en la mitigación.

Proceso de cosecha de pasto ryegrass en Hacienda Retes, Costa Rica.

“Es importante contar con un buen sistema de alimentación, calidad de especies forrajeras que permitan más productividad, eficiencia y reduzcan emisiones de metano por kilogramo de leche y carne producido. Hay que tener un grupo de animales menos numeroso, pero más productivo y con mejor manejo del hato. En cuanto a mitigación se debe tener una mejor planificación de las fincas, siembra en sistemas silvopastoriles, contar con bancos forrajeros, cercas vivas y promover parches de bosques secundarios”, mencionó el director general del CATIE.

El especialista en ganadería añadió que se deben promover políticas intersectoriales entre ambiente, agricultura y hacienda o finanzas, además, de más acciones vigorosas junto con el sector privado mediante alianzas público-privadas para impulsar estas prácticas. También, fomentar más políticas que incluyan el componente suelo en las estrategias de seguridad alimentaria, producción y mitigación del cambio climático.

“Muchos de los países incluyen al sector ganadero y agrícola para reducir sus emisiones de GEI. Y estos son ejemplos de sistemas en los que se pueden lograr objetivos de mitigación del cambio climático porque hay compatibilidad entre la producción y las estrategias para captura de carbono”, finalizó Ibrahim.

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El valor del queso artesanal como emblema gastronómico: la experiencia uruguaya

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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