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Ganaderas de Afganistán Reinvierten sus Ingresos para Prestar Apoyo a sus Familias

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La salud familiar ha mejorado por la disponibilidad de leche y los ingresos medios se han cuadruplicado en Afganistán.

Miles de productores agropecuarios afganos, en su mayoría mujeres, firmaron con la huella dactilar cartas en las que se abogaba por la ampliación de un proyecto de desarrollo lechero de la FAO para que diera cabida a sus aldeas y hogares. Esas cartas, escritas en 2010, dan prueba del éxito del proyecto, materializado pese a los crecientes problemas de seguridad y la ausencia de infraestructura adecuada en los lugares del proyecto. Las mujeres afirmaban que, tras ver que sus vecinas se beneficiaban del proyecto, esperaban su ampliación para dar cabida a más personas y aldeas. Cuando se inició en 2005, el proyecto se centró en el aumento de la producción lechera, pero se ha ido ampliando progresivamente mediante un enfoque basado en las disponibilidades totales gracias al cual ha aumentado la seguridad alimentaria de las familias. Los ingresos anuales medios de los participantes pasaron de 550 USD en 2005 a 2 000 USD en 2010, y se generaron nuevas oportunidades de empleo en el sector lechero del Afganistán.

En lugar de los ingresos estacionales obtenidos de los cultivos, una empresa lechera ya establecida o mejorada puede suministrar leche que se vende por dinero en efectivo, semanalmente o incluso a diario. En la inmensa mayoría de los casos, este efectivo acaba en manos de las mujeres del hogar. Además, una serie de estudios llevados a cabo durante años han demostrado que el dinero ganado por las mujeres va directamente a prestar apoyo a las familias a fin depagar la alimentación, la educación y medicamentos. En el Afganistán, un royecto de la FAO que ha aumentado la capacidad de miles de pequeños agricultores que producen leche y, a su vez, les ha ayudado a crear empresas lecheras viables y funcionales ha mejorado la nutrición y la seguridad alimentaria de las familias, lo cual también ha contribuido a generar ingresos y empleo.

Desde el principio, la FAO se propuso alcanzar un desarrollo inclusivo”, es decir, involucrar concretamente a pequeños productores en las actividades de empresas lecheras. En un clima de amenazas a la seguridad constantes y cada vez más extremas, la FAO se reunió con los consejos de aldea, denominados shuras, para explicar la importancia de que los habitantes de las aldeas cooperen creando empresas que les den mayor visibilidad y mejoren sus conexiones con el mercado de la leche. Constituidos en empresa, podrían establecer precios justos para su producción y colaborar con proveedores privados locales de insumos y servicios a fin de velar por que los participantes en la empresa dispongan de los insumos necesarios para mantener y ampliar su actividad empresarial.

Los Ingresos Estables Fomentan el Compromiso

Aunque los ingresos de la producción lechera sean modestos, su carácter regular y garantizado aporta a los participantes la reafirmación que necesitan para seguir comprometidos con la creación de una cooperativa ajustada a sus necesidades. Uno de los factores esenciales ha sido el hecho de que la principal inversión del proyecto se centrara en las actividades que aportaban beneficios directos a las familias de campesinos en las aldeas. Al día de hoy, los habitants de aldeas de algunas de las zonas más peligrosas del país no solo han podido obtener ventajas financieras, sino que también han gozado de seguridad en el marco de sus tareas conjuntas, algo que ha consolidado la sostenibilidad de su producción lechera.

La FAO aspiró desde un principio a esta sostenibilidad partiendo de la tradición y de la capacidad de producción láctea. El apoyo y la orientación iniciales se centraron en mejorar la organización de las cooperativas lecheras. Una vez creadas y puestas en marcha las empresas lecheras, la FAO no intervino en las decisiones comerciales de las empresas, sino que les proporcionó orientación formulando preguntas sobre los posibles efectos de dichas decisiones en la producción o los beneficios, todo ello con el objeto de garantizar que las cooperativas tenían la visión empresarial necesaria para seguir funcionando por cuenta propia al término del proyecto.

En 2010 concluyó la financiación de tres de las empresas lecheras fundadas en el marco del proyecto, que estaban en manos de productores rurales y estaban abastecidas por ellos, en ubicaciones de muy difícil acceso donde la población local hace frente a diario a problemas de seguridad, así como a la pobreza y la ausencia de infraestructura. Sin embargo, las empresas no solo siguen funcionando, sino que prosperan, operando con una capacidad que oscila entre el 70 % y el 150 %. A escala media nacional, la salud de las familias de los participantes en las empresas lecheras ha mejorado gracias a la disponibilidad de leche, mientras que sus ingresos medios se han multiplicado por cuatro. Estas empresas también han generado cientos de puestos de trabajo en el sector por la necesidad de personal que lleve a cabo tareas como la recogida y el transporte de leche, la molienda de piensos, la comercialización y la venta al por menor.

El Éxito dio Lugar a la Repetición y la Ampliación

A medida que las noticias de éxito sistemático se propagaban de una aldea a otra, el proyecto recibió un aluvión de solicitudes de apoyo prestadas por otros aldeanos y comunidades. A raíz de ello, lo aprendido se ha repetido y ampliado en otros lugares. De ese modo se recabó el apoyo de donantes y asociados privados como Land O’Lakes, gran cooperativa lechera de los Estados Unidos de América que aportó equipo a una de las empresas lácteas. Los donantes son conscientes de la importancia de los beneficios estables y la participación de la mujer; según los datos más recientes, entre el 85 % y el 97 % del dinero generado por la producción de leche va destinado a mujeres, que lo controlan directamente.

El factor central del éxito ha sido la prioridad básica concedida al desarrollo de la capacidad nacional y la obtención de resultados tangibles sobre el terreno mediante el apoyo al desarrollo de empresas lecheras de propiedad local. Pero, por encima de todo, han salido beneficiadas las mujeres de la región, que venden leche y productos lácteos por dinero posteriormente reinvertido en la salud, la educación y la seguridad alimentaria de sus familias.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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