A la industria láctea le sobra producción y ello provoca bajos precios y negociaciones para acortar contratos.
El sector lácteo ha sido una de las industrias agroalimentarias más afectadas por el confinamiento derivado de la pandemia. El incremento de la demanda en los hogares no compensó la caída de ventas en la restauración y, en la actualidad, con la hostelería semiabierta, sufre además los efectos de la caída de la demanda por la falta de turismo, con millones y millones de desayunos y cafés que se van a quedar en el limbo.
En España, a pesar de ser un país netamente deficitario, sobra leche porque, además de los efectos de la covid-19, han coincidido otras circunstancias negativas y otros problemas que ya venían lastrando la demanda interior. Ello ha supuesto un duro golpe a la industria cuyos efectos ya se están trasladando a los ganaderos como último eslabón de la cadena.
Los últimos meses han sido escenario de un incremento de la oferta en todos los países comunitarios, algo que también tiene un carácter estacional por la primavera. Ese aumento, según la patronal de las industrias de la UE, supuso una subida de más de un millón de toneladas, de las que unas 100.000 correspondieron a España, donde los incrementos discretos de producción se mantienen en 2020 (pasando de una media de 6,5 a 7 millones de toneladas, cifra que sigue estando muy por debajo de la demanda de leche y derivados, que supera los 9 millones).
Este incremento de la producción en Europa ha coincidido, además, con dificultades para exportar a países del golfo Pérsico y a otros asiáticos, como China, en los últimos meses por problemas logísticos. En este contexto, España volvió a ser una especie de vertedero de excedentes comunitarios, especialmente de quesos y leches, aunque en muchos casos, unas pocas cisternas a bajos precios eran capaces de precipitar caídas de las cotizaciones en origen.
A esta situación se ha sumado el descenso en el consumo interno, que, al margen de la pandemia, ha bajado de 5,3 a 4,9 millones de toneladas en los últimos años; en concreto la demanda de leche líquida ha pasado de 3,5 a 3,19 millones de toneladas, con un consumo por cabeza y año por debajo de los 70 litros.
Estas circunstancias están impactando muy negativamente sobre toda la industria y muy especialmente sobre aquellas empresas, fundamentalmente pequeñas y medianas, pero también algunos de los grandes grupos, con mayor dependencia de la restauración. Las dificultades se ceban, además, en quienes pusieron la mayor parte de los huevos en la cesta de la leche líquida y no desarrollaron una estrategia de diversificación en productos derivados de mayor valor añadido o simplemente en hacer leche en polvo.
Con este desajuste entre oferta y demanda, la respuesta del sector industrial ha sido dispar. Muchas pequeñas queserías artesanales, sobre todo especializadas en leche de oveja y cabra, optaron por defender su supervivencia suprimiendo rutas de recogida. En otros casos, la alternativa ha sido una reducción impuesta o negociada de las recogidas en función de las necesidades. Entre las grandes compañías se ha abandonado la recogida a ganaderos, que han ido buscando acomodo para sus producciones en otros grupos, generalmente para su transformación en polvo. Pascual, con una gran dependencia de la restauración, negoció con ganaderos proveedores la posibilidad de reducir las cantidades contratadas en un 10%, objetivo posible sin recortar la cabaña mediante dietas alimentarias.
La crisis excedentaria la están llevando mejor, pero también con dificultades, las industrias que contaban con diversificación o estructuras para la producción de leche en polvo. En esta situación estarían grandes compañías como Danone o Nestlé, con bajas ventas de leche líquida y mayores de productos de valor añadido. También otros grupos con gran capacidad de compra de leche, como Central Lechera Asturiana, con 950 millones de litros de recogida y una gran capacidad para transformar leche en polvo. O Industrias Lácteas Asturianas, ILAS, cuyo buque insignia es la marca Reny Picot, gran productor de mantequilla y el rey de la leche en polvo, con una oferta variada para cada segmento de consumidores y con presencia en el exterior, que transforma anualmente unas 400.000 toneladas de leche. O la multinacional francesa Lactalis, líder en el mercado español.
Finalmente, cabe destacar la entrada como un vendaval en el mercado de Inleit Ingredients. La empresa tiene su antecedente en la firma Goodleit, constituida en 2016 como una filial de la empresa castellanomanchega Lácteos Industriales Agrupados, Liasa, volcada en la producción de proteínas especiales, natas o suplementos nutricionales que opera bajo la marca Ken. En 2017, con el grupo norteamericano Rich Products Corporation como socio, se constituyó Inleit, que puso en marcha una planta en Curtis (A Coruña), con una inversión de más de 100 millones de euros para la transformación de leche, especialmente en polvo. Inleit ha sido una de las mayores apuestas de la Xunta para dar una salida a la producción de leche con elevadas subvenciones, con posibilidad para transformar anualmente unas 400.000 toneladas.
Con las expectativas de unos precios rentables para la leche en polvo en los mercados mundiales, Inleit entró como una apisonadora en el mercado gallego, captando las entregas de ganaderos a unos precios medios de 0,34 euros por litro. Sin embargo, las perspectivas no se vieron acompañadas por la realidad, los precios mundiales de la leche en polvo fueron a la baja y no pudo mantener el ritmo de compras y, sobre todo, los precios pagados a los ganaderos. Liasa tuvo que parar compras y bajar sus precios muy por debajo de los 0,30 euros por litro, provocando el malestar entre los ganaderos que en su día habían suspendido sus entregas a otras empresas.
Caída de cotizaciones
Con la leche en polvo como la principal y rápida salida para eliminar los excedentes lácteos, las industrias transformadoras sitúan las cotizaciones en origen en un máximo de 0,30 euros por litro, a los que se suman otros dos o tres céntimos en concepto de transporte hasta la planta.
Es un problema más para los ganaderos. Con los excedentes marcando el camino a las industrias, las empresas del sector en conjunto no solo se han apuntado a la rebaja de los precios por debajo de los 0,30 euros, sino también a la modificación de los contratos, con plazos de vigencia de solo tres meses, frente a los doce meses que marcaba la norma.
Para atajar la situación, Bruselas abrió la posibilidad la primavera pasada de enviar al almacenamiento con ayudas comunitarias 90.000 toneladas de leche en polvo, 140.000 de mantequilla y 100.000 de quesos. En España la respuesta ha sido mínima.