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Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos 2025

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La inocuidad de los alimentos salva vidas. No solo es un componente crucial de la seguridad alimentaria, sino que también desempeña un papel fundamental para reducir las enfermedades transmitidas por los alimentos. Cada año, 600 millones de personas enferman debido a alrededor de 200 tipos diferentes de enfermedades de transmisión alimentaria. La carga de estas enfermedades recae muy especialmente en las personas pobres y los jóvenes. Además, las enfermedades de transmisión alimentaria provocan en torno a 420 000 muertes evitables cada año.

El Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos ofrece una ocasión importante para:

  • Concienciar a la población sobre los problemas relacionados con la inocuidad alimentaria
  • Demostrar cómo se pueden prevenir enfermedades a través de la inocuidad de los alimentos
  • Estudiar enfoques colaborativos para mejorar la inocuidad alimentaria en todos los sectores
  • Promover soluciones y formas de mejorar la inocuidad de los alimentos

¿Por qué es importante la inocuidad alimentaria?

El acceso a alimentos inocuos y nutritivos en cantidad suficiente es fundamental para mantener la vida y fomentar la buena salud. Las enfermedades transmitidas por los alimentos suelen ser de naturaleza infecciosa o tóxica. Con frecuencia son invisibles a simple vista y están causadas por bacterias, virus, parásitos o sustancias químicas que entran en el organismo a través de alimentos o agua contaminados.

La inocuidad de los alimentos juega un papel fundamental a la hora de garantizar la seguridad de los alimentos en cada etapa de la cadena alimentaria: desde la producción hasta la cosecha, en el procesamiento, el almacenamiento, la distribución; hasta el final de la cadena, en la preparación y el consumo.

Con una estimación anual de 600 millones de casos de enfermedades transmitidas por alimentos, los alimentos no inocuos son una amenaza para la salud humana y las economías. Afectan desproporcionadamente a las personas vulnerables y marginadas, especialmente a las mujeres y los niños, y a las poblaciones sujetas a los conflictos y la migración. Se calcula que cada año mueren en el mundo 420.000 personas por comer alimentos contaminados. Asimismo, los niños menores de 5 años representan un 40 % de la carga de morbilidad por enfermedades de transmisión alimentaria, con 125.000 muertes al año.

El Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, que celebramos el 7 de junio, tiene como objetivo crear conciencia e inspirar acciones para ayudar a prevenir, detectar y gestionar los riesgos transmitidos por los alimentos. De esta manera, se contribuye a la seguridad alimentaria, la salud humana, la prosperidad económica, la agricultura, el acceso a los mercados, el turismo y el desarrollo sostenible. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) son las entidades de la ONU encargadas de coordinar la celebración del Día en colaboración con los Estados miembros y otras organizaciones pertinentes.

Este día internacional sirve para que se incrementen los esfuerzos destinados a garantizar que los alimentos que comemos son inocuos, incorporar la inocuidad alimentaria a la agenda pública y reducir la carga que representan las enfermedades transmitidas por los alimentos a nivel mundial.

¡Participa!

Tanto si cultivas, transportas, almacenas, distribuyes, vendes, sirves o incluso si simplemente consumes alimentos, tienes un rol importante que desempeñar para mantenerlos seguros.

La inocuidad de los alimentos es un asunto de todos

Son varias las personas que participan en las cadenas de suministro de alimentos: productores, elaboradores, transportistas, distribuidores, minoristas, cocineros y también consumidores. En cada parte de esa cadena, existen peligros que pueden causar contaminación. El lema «La inocuidad de los alimentos es un asunto de todos» quiere concienciar a nivel mundial sobre la seguridad alimentaria y hacer un llamamiento a los países y a los responsables de la toma de decisiones, al sector privado, a la sociedad civil, a las organizaciones de la ONU y al público en general para que actúen.

La forma en la que los alimentos se producen, almacenan, manipulan y consumen, afecta a su inocuidad. Cumplir con las normas alimentarias mundiales, establecer regulaciones de control de alimentos eficaces que incluyan preparación y respuesta ante emergencias, proporcionar acceso a agua potable, aplicar buenas prácticas agrícolas (terrestres, acuáticas, ganaderas y hortícolas), fomentar el uso de sistemas de gestión de la inocuidad alimentaria por parte de los operadores de las empresas alimentarias y educar al consumidor en la elección de alimentos sanos, son algunas de las formas en las que los gobiernos, las organizaciones internacionales, los científicos, el sector privado y la sociedad civil trabajan para garantizar la inocuidad de los alimentos.

La inocuidad alimentaria es una responsabilidad compartida entre gobiernos, productores y consumidores. Todos desempeñamos un papel en la cadena para garantizar que los alimentos que consumimos sean inocuos y no sean perjudiciales para nuestra salud. A través del Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, la OMS y la FAO prosiguen sus esfuerzos para integrar la inocuidad de los alimentos en la agenda pública y reducir la carga de las enfermedades de origen alimentario en todo el mundo.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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