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¿Cuáles son las especies animales que se han infectado de COVID-19?

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Una publicación elaborada por The Conversation, explica que en febrero de 2022, los investigadores y los laboratorios de diagnóstico veterinario confirmaron que 31 especies son susceptibles al SARS-CoV-2. Además de las mascotas y los animales de zoológico, los investigadores descubrieron que varios primates no humanos, hurones, ratones ciervos, hienas, ratas de la madera (neotomas), mofetas rayadas y zorros rojos se encuentran entre los animales susceptibles de ser infectados por el SARS-CoV-2. 

El ciervo de cola blanca y el visón son las dos únicas especies de animales que se han encontrado albergando el virus en la naturaleza. Afortunadamente, la mayoría de los animales no parecen experimentar la enfermedad clínica como los humanos, con la excepción del visón.

Sin embargo, incluso los animales que no parecen estar enfermos pueden transmitir el virus entre ellos y, potencialmente, a las personas. Eso evidencia que aún hay muchas preguntas sin respuesta sobre qué animales pueden contraer el virus, qué significa y si es que significa algo para las personas.

Cómo buscar un virus en los animales

Hay tres formas de estudiar las enfermedades zoonóticas: observando a los animales de compañía o a las especies cautivas, como los animales de los zoológicos, haciendo pruebas con animales salvajes para detectar el coronavirus o exponiendo a los animales al virus en un laboratorio.

Durante las primeras etapas de la pandemia, cuando algunos propietarios de mascotas o cuidadores de zoológicos observaron animales con problemas respiratorios o tos, se pusieron de acuerdo con los veterinarios para que les hicieran pruebas de detección del coronavirus. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) coordinan las pruebas y la gestión del covid-19 en los animales.

El mismo proceso de tomar una muestra y pasarla por una máquina de PCR para analizar el coronavirus funciona igual de bien para los animales que para las personas, aunque pasar un hisopo por la nariz de un león –o incluso de un gato de compañía– requiere un poco más de formación y delicadeza. Los laboratorios de diagnóstico veterinario como el nuestro realizan cientos de miles de pruebas de enfermedades animales cada año, por lo que pudimos empezar fácilmente a hacer pruebas de SARS-CoV-2.

Basándose en investigaciones anteriores, los científicos han podido hacer algunas conjeturas sobre qué animales son susceptibles y han estado probando estas hipótesis. Los gatos, hámsters y hurones se infectaron durante el primer brote de SARS en 2002, por lo que los investigadores sospecharon que serían susceptibles al nuevo coronavirus.

Efectivamente, la investigación demostró que el SARS-CoV-2 infectaba fácilmente a estas especies en experimentos de laboratorio. Los visones están estrechamente relacionados con los hurones, y, durante el verano y el otoño de 2020, las granjas de visones de todo Estados Unidos se convirtieron en escenario de enormes brotes después de que la gente transmitiera el coronavirus a los animales.

Utilizando modelos informáticos, los científicos también pudieron predecir que el coronavirus podría infectar fácilmente a algunas especies de ciervos utilizando proteínas clave de sus células. Basándose en estas predicciones, los investigadores empezaron a realizar pruebas en ciervos de cola blanca para detectar el coronavirus y los primeros resultados positivos aparecieron en agosto de 2021.

Más recientemente, el 7 de febrero de 2022, investigadores publicaron un artículo preimpreso (sin revisión por pares) que mostraba que los ciervos de Staten Island, en Nueva York, están infectados con la variante ómicron.

Dado que esta es la variante del virus que actualmente infecta a la mayoría de los neoyorquinos, esto ofrece una fuerte evidencia de que los humanos de alguna manera transmitieron el virus a los ciervos. Sigue siendo un misterio cómo los ciervos de al menos seis estados y Canadá entraron inicialmente en contacto con el SARS-CoV-2.

Por último, para entender cómo afecta el coronavirus a los animales, los investigadores han realizado experimentos de exposición cuidadosamente controlados. En estos estudios se evalúa cómo los animales infectados eliminan el virus, si presentan síntomas clínicos y si el virus muta, y en qué medida, en las distintas especies.

La historia del SARS-CoV-2 en los animales aún no ha terminado. Según los CDC, seis de cada diez enfermedades infecciosas humanas pueden transmitirse de los animales a las personas, y alrededor de tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes en las personas provienen de los animales.

La investigación ha demostrado que la inversión en el estudio de las enfermedades zoonóticas podría reducir enormemente los costes de futuras pandemias, y este tipo de investigación compleja ha sido históricamente poco financiada. Por ejemplo, en 2021, el CDC asignó sólo USD 193 millones al estudio de las enfermedades infecciosas zoonóticas emergentes, menos de una cuarta parte del 1 % del presupuesto total del CDC.

Todavía hay muchas incógnitas sobre cómo se transfieren los virus entre humanos y animales, cómo viven y mutan en las poblaciones animales y los riesgos de los virus que saltan de especie. Cuanto más sepan los investigadores, mejor podrán prepararse los sanitarios, los gobiernos y los científicos para prevenir la próxima pandemia.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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