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Ciclo Adicional contra fiebre aftosa en zonas de frontera Colombia – Venezuela logró el 99,2 % de cobertura

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La alianza público-privada entre el ICA y FEDEGÁN-FNG logró un exitoso resultado del ciclo adicional en zonas de frontera Colombia con Venezuela, y vacunó el 99,2 por ciento del hato bovino y bufalino de hasta 24 meses de edad en estas zonas del territorio colombiano, es decir, 1.683.010 ejemplares de una población proyectada de 1.696.504 animales.

Así lo dio a conocer el informe definitivo del Instituto Colombiano Agropecuaria (ICA) y la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGÁN), gremio ejecutor del ciclo de vacunación y administrador del Fondo Nacional del Ganado, FNG.

“Los resultados revelan una formidable cobertura de vacunación en el control de la fiebre aftosa. La cifra del 99,2 % indica la inmunización de bovinos y bufalinos hasta los 24 meses de edad, en los departamentos de la frontera con Venezuela: La Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Vichada y Boyacá (únicamente en el municipio de Cubará)”, manifestó Juan Fernando Roa Ortiz, gerente general (e) del ICA.

El ciclo adicional se llevó a cabo por recomendación de la Organización Mundial de Sanidad Animal, OMSA (antes OIE), que consideró oportuno revacunar los animales jóvenes menores de 24 meses.

“La decisión de realizar el ciclo adicional contra la fiebre aftosa se adoptó por dos razones fundamentales: una, reforzar la inmunidad y, dos, proteger el estatus de libre de fiebre aftosa con vacunación”, agregó Roa Ortiz.

Misión cumplida

Las cifras del ciclo adicional contra la fiebre aftosa muestran que se logró la protección de 1.683.010 ejemplares (1.661.586 bovinos y 21.424 búfalos), indicador que demuestra el compromiso de un equipo de 774 personas conformado por las Organizaciones Ejecutoras Ganaderas (OEGA) y en un gran porcentaje por los vacunadores y programadores.

El ICA por su parte realizó la supervisión de la vacunación a través de sus funcionarios o contratistas ubicados en todas las oficinas locales, la cual fue dirigida a predios de riesgo y aquellos ganaderos que posiblemente eran renuentes a la vacunación.

Como parte de la estrategia para obtener altas coberturas de vacunación, se realizaron múltiples reuniones y eventos de educomunicación con ganaderos y las OEGA.

Es un resultado satisfactorio ya que el ciclo ordenado por la resolución del ICA 00000271 fue ejecutado entre el 20 de febrero y el 21 de marzo, esto es, durante 30 días ininterrumpidos, se llevó a cabo en medio del fuerte invierno y de las dificultades propias de las constantes lluvias, en estas regiones del país.

Arauca a la cabeza

Las cifras se encuentran en los repositorios estadísticos de SINIGÁN -SAGARI, revelan que la mayor cobertura la obtuvo el departamento de Arauca con el 99,7 por ciento.

Le siguen en su respectivo orden el Cesar (99,3 %), Vichada (99,2 %), La Guajira (98,2 %) y Norte de Santander (98,0 %). En el caso de Boyacá en donde solo se revacunó el hato del municipio de Cubará, la cobertura fue del 99,3 por ciento.

Esta gestión se adelantó en el 98,4 por ciento de los predios dedicados a la producción ganadera bovina de estas zonas geográficas de la frontera con Venezuela, es decir, en 48.332 de una proyección de 49.104 fincas ganaderas.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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