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Cambio innovador en la industria láctea y reducción de la contaminación plástica

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La startup valdiviana descubrió una manera de transformar un residuo contaminante en algo verdaderamente valioso. Conoce en qué proceso se encuentran y por qué son finalistas en los Premios Avonni.

Proponer una solución no solo al grave problema mundial que genera la contaminación por plásticos, sino también, una opción innovadora para la industria láctea y quesera de Chile y el mundo es lo que busca alcanzar la empresa de economía circular y de biotecnología “RiverPla” desde Valdivia.

Este proyecto transformará el líquido obtenido de la coagulación de la leche (lactosuero) en plástico biodegradable, modificando uno de los residuos industriales líquidos (Riles) que genera esta industria en un innovador producto amigable con el medio ambiente.

Su fundador, el ingeniero industrial civil, oriundo de Concepción, pero un valdiviano más, Iván Pino, comparte con Diario Sostenible como se gestó este proyecto y los próximos pasos para hacer de “RiverPla” una realidad.

“Siempre he estado ligado a la innovación. Hace unos cuatro o cinco años empecé a dar vuelta a la idea de crear con resina un polímero biodegradable, e inicialmente la materia que íbamos a utilizar eran las algas, pero finalmente por lo inestable del sector y el costo que significaba desistimos”, detalla.

“En esa fórmula estaba considerado el Ácido Poliláctico (PLA) y empecé a averiguar y descubrí que sí era posible hacerlo y replicarlo en el país”, comenta.

El ácido poliláctico, conocido mayormente como PLA, es un derivado de materias primas naturales que tras diversos procesos se transforman en un producto cuyas propiedades son muy similares a las del plástico, pero reciclable y biodegradable.

Bajo esta innovación el ingeniero industrial civil de profesión comienza averiguar más sobre sus características y usos, acercándose a científicos de la Universidad de Concepción, postulando el proyecto a fondos de Corfo y llegando a la materia prima ideal para el desarrollo de la iniciativa, con algo que abundaba en el territorio, el lactosuero.

“El lactosuero pasado un par de horas, si no se trata se acidifica y se transforma en un Rile. Es decir, el lactosuero es un producto maravilloso, pero peligroso si no se trata y hoy en día Chile no tiene la capacidad para que todas las lecheras, especialmente las pequeñas, tengan una planta de tratamiento y desde ahí es que nace esta idea para contribuir”, indica.

“Partimos con el primer desarrollo logrando la transformación del lactosuero, consiguiendo ácido láctico, desde ahí hicimos un segundo paso que es la “lactida”, un precursor para poder llegar al ácido poliláctico que es el PLA. Eso lo hicimos a escala laboratorio”, detalla Pino.

Con los exitosos resultados y buscando el desarrollo del innovador proyecto es que se creó “Riverpla”, inspirado por los ríos de Valdivia y las siglas con las que se conoce el Ácido Poliláctico, junto con el compromiso de Iván Pino y sus dos co fundadores, Cristian Jara y Verónica Medina. Un grupo que se ha ampliado con el tiempo.

Una oportunidad para el medioambiente

La startups y biotech (empresa dedicada a la biotecnología) que inicia en 2020 apunta a un triple impacto: social, ambiental y económico en el territorio.

“En Chile nadie produce plásticos biodegradables, se elaboran mezclas y algunos intentos de polímeros, pero no como lo queremos hacer nosotros a nivel industrial, y menos se produce PLA por lo tanto también queremos contribuir con la economía local”, señala Iván Pino.

Así también, el fundador de RiverPla explica la importancia de generar este tipo de proyectos que pueden ayudar al planeta y disminuir la contaminación por plásticos.

“Se producen 400 millones de toneladas al año de plásticos no degradables y solo el 7% son biodegradables; por lo tanto, cualquier contribución suma y es un beneficio para todos”, indicó.

Respecto al desarrollo de la startup y sus futuros proyectos, el ingeniero industrial civil comenta a Diario Sostenibleque actualmente se encuentran en la etapa de “aceleración” para llevar su idea fuera del país junto con levantar recursos para tener una producción en mayor escala.

“Como objetivos está construir una planta industrial y ojalá poder instalarla en la región específicamente en Máfil porque tenemos un partner que nos provee el lactosuero. Esa es nuestra idea fundamental, contribuir a disminuir la huella de carbono de estas industrias y generar bioplástico”, comparte.

Se espera que para 2024 Chile tenga su primera planta de producción de ácido poliláctico (PLA) y por otra parte RiverPla debería estar dando los primeros pasos fuera del país, siendo las principales opciones Nueva Zelanda o Estados Unidos, ya que este último es el principal productor de lactosuero en el mundo.

Siendo los primeros en Chile en producir PLA, esta empresa de economía circular ha tenido un rápido crecimiento y reconocimiento en el ecosistema de innovación, destacados en 2022 en el premio nacional “Desafío Circular” y este año, como finalistas en los Premios Avonni, en la categoría de “Agro del futuro”, un galardón que será definido este martes 7 de noviembre.

“Este martes vamos a ir a la ceremonia expectantes a ver si somos o no ganadores. Este premio permite además participar en varios programas de Televisión Nacional de Chile donde se juntan los empresarios y emprendedores del país, siendo un gran input para este proyecto”, comenta Iván Pino.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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