La carga animal óptima es una variable central para aumentar la eficiencia de utilización de los recursos forrajeros.
La producción de forraje, así como su utilización, son temas que alimentan varias discusiones: si la consociación de especies sembradas fue la adecuada, si la fecha de siembra y la calidad de implantación fue óptima; por otro lado, si el animal entró en el momento justo para pastorear la pradera o estaba pasada o cuánto aprovechó de ese recurso, etc., son algunos de los aspectos sobre los cuales cada productor tiene su receta.
Julio Arosteguy, asesor del CREA Mar Chiquita y docente de la Facultad de Agronomía de Balcarce, describió las claves de manejo para que los ganaderos puedan incrementar su producción de forraje y lograr la mayor cosecha utilizando hacienda en pastoreo.
En un jornada en Laprida, en el sur de Buenos Aires, el técnico señaló que, en condiciones adecuadas, las pasturas de esta región tienen un techo productivo de entre 12 y 15 toneladas de materia seca por hectárea. Con esta productividad, manifestó que “se podrían obtener producciones de carne muy superiores a las que se observan en la zona”. Y agregó: “Como el pasto es y seguirá siendo el alimento más barato para la alimentación animal, ésto significará alcanzar altas producciones de forraje y una eficiente utilización”.
Arosteguy aseguró que la herramienta de mayor impacto para el aumento de la producción de pasto es la fertilización y destacó que “las pasturas fertilizadas con altos niveles de fósforo y nitrógeno no sólo producen más forraje en cualquier estación del año, sino que, además, resisten mejor la sequía y tienen mayor persistencia”.
Así como la fertilización es una de las herramientas para aumentar la producción de pasto, la carga animal es la clave para aumentar su eficiencia de utilización.
Así continuó y sostuvo, en referencia a la carga animal óptima por hectárea, que “es la principal decisión de manejo” y que “ésta es más estable en el año que la productividad del forraje, que tiene períodos de escasez y de exceso, lo cuales deben corregirse con el uso de suplementos y reservas”.
Explicó también que el balance forrajero “es la herramienta de diagnóstico que permite planificar decisiones de manejo de manera objetiva y racional”, aunque dijo que hay que efectuar el control de lo presupuestado para cada pastoreo, ya que “es habitual observar grandes cantidades de pasto acumulado que muere antes de ser cosechado”.
Para tomar la decisión del momento de entrada de los animales a la pastura hay que tener en cuenta algunas consideraciones sobre el crecimiento de las especies. En el caso de la gramíneas, detalló Arosteguy, cada uno de los macollos solo puede mantener el crecimiento de tres hojas. Mientras ésto sucede, el macollo no para de crecer, pero cuando aparece la cuarta hoja, muere la primera que apareció. De esta manera, el técnico explicó que la principal consideración para iniciar el pastoreo es que si no se consume con tres hojas expandidas, se producirá una quinta hoja, el material verde empezará a morir y se acumulará en pie.
Aunque no solo se pierde cantidad de forrajes, si nos retrasamos con la entrada de los animales a la pastura, también la gramínea pierde calidad. En este sentido, el técnico aclara que se debe considerar que la calidad disminuye con la edad de la hoja y con el aumento de su tamaño. Por otro lado, señaló que “es fundamental hacer, al menos, un pastoreo muy intenso al final del invierno, para evitar la encañazón temprana en primavera y estimular el macollaje, lo que permite lograr pasturas más densas”.
Para mantener las pasturas produciendo al máximo potencial, sugirió “mantenerlas dentro de un rango de altura de entre 14 y 18 centímetros al inicio del pastoreo (entre 2.000 y 2.500 kilos de materia seca) y 8 y 10 centímetros (entre 1.000 y 1.200 kilos de materia seca) al final”.
Conocer cómo crecen la especies y las bases para su utilización es el primer paso para aprender a manejarlas sin perder cantidad ni calidad de forraje.
Fuente: Agencias