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Sudamérica está más cerca de erradicar la fiebre aftosa como región

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Con casi el 99% del ganado bovino libre de fiebre aftosa, Sudamérica avanza hacia la erradicación de esta enfermedad, que si bien no afecta a los humanos es una de las más contagiosas entre los animales y con un gran potencial para causar pérdidas significativas al sector agropecuario.

En una década, los avances han sido significativos. Mientras en 2010 la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) reconocía al 85% de la población bovina sudamericana como libre de fiebre aftosa (con o sin vacunación), esta proporción subió al 98,6% en 2020. La subregión busca alcanzar la erradicación para 2025.

“Los progresos hacia la erradicación de la aftosa en América del Sur son el resultado de las medidas de prevención, vigilancia y control tomadas por los países, entre ellas la vacunación antiaftosa del ganado, la detección temprana y el rápido control de los brotes”, consideró Ottorino Cosivi, Director del Centro Panamericana de Fiebre Aftosa (Panaftosa) de la Organización Panamericana de la Salud, con sede en Río de Janeiro, Brasil.

La gran mayoría de los países de América del Sur está libre de aftosa desde hace más de diez años. Los últimos focos reportados de la enfermedad ocurrieron en 2017 y 2018 en Colombia, y estuvieron presuntamente asociados a introducciones ilegales de animales en la frontera con Venezuela, país que, si bien no ha reportado nuevos casos desde 2013, todavía no ha sido declarado libre de aftosa ni ha descartado la existencia de transmisión viral en su población bovina. Colombia fue declarada nuevamente libre de aftosa con vacunación en el 2020.

“Poner punto final a la aftosa requiere fortalecer las acciones en los territorios que aún no están libres de la enfermedad y en las zonas fronterizas donde hay riesgo de transmisión”, remarcó Cosivi. “Para lograr la erradicación como región, es necesario también que los países libres que mantienen el uso de vacunas dejen progresivamente de utilizarlas”, agregó.

La semana pasada, durante la 49º reunión de la Comisión Sudamericana de Lucha contra la Fiebre Aftosa (COSALFA), representantes del sector público y privado de los 12 de América del Sur y Panamá, bajo el secretariado de la OPS/Panaftosa, discutieron los avances del Plan de Acción 2021-2025 del Programa Hemisférico de Erradicación de la Fiebre Aftosa (PHEFA) y se comprometieron a seguir avanzando hacia la erradicación.

“El Ecuador trabaja con miras a los objetivos del PHEFA de ser un país libre sin vacunación. Asimismo, se suma al proyecto regional del Banco Regional de Antígenos para la Fiebre Aftosa que pondrá a disposición vacunas antiaftosa de manera inmediata en caso de emergencias”, dijo el ingeniero Patricio Almeida, Director Ejecutivo de la Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario (AGROCALIDAD) de Ecuador, país anfitrión de la COSALFA de este ano. Ecuador dejó atrás los últimos brotes en 2011 y es reconocido como libre de la enfermedad desde 2015.

La Comisión Sudamericana de Lucha contra la Fiebre Aftosa aprobó tres resoluciones para mantener y fortalecer la cooperación a Venezuela; dar seguimiento para la constitución del Banco Regional de Antígenos para la Fiebre Aftosa (BANVACO) y; promover capacitaciones para que los países de la región estén preparados para eventuales emergencias por fiebre aftosa, todo con el apoyo de la OPS/Panaftosa.

A nivel global, la fiebre aftosa es endémica en la mayoría de los países de África y en gran parte del sudeste asiático. Norteamérica, Centroamérica y Caribe, así como Europa son libres de esta enfermedad.

En la reunión de la COSALFA también participaron representantes del Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA), del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), de la Comunidad Andina (CAN) y del Comité Veterinario Permanente del Conosur (CVP), así como de la OMSA y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Panaftosa es el centro de la OPS que trabaja con los países de las Américas para erradicar la fiebre aftosa y contribuir a mejorar la actividad ganadera y aumentar la disponibilidad de productos de origen animal, como carne y leche, con fuerte impacto positivo en la salud humana. Panaftosa también brinda cooperación para prevenir y disminuir el riesgo de la transmisión de enfermedades de los animales a los humanos (zoonosis), así como de las que pueden ser transmitidas por alimentos.

Más Datos:

Mientras que en la Salud Pública el concepto de erradicación se refiere a la reducción a cero de la incidencia de una infección a nivel global, causada por un agente específico y por lo tanto, no se requieren nuevas medidas de intervención (Dowdle, 1998), el Código Sanitario de los Animales Terrestres de la OMSA establece que la erradicación de una enfermedad en los animales es la eliminación de un agente patógeno desde un país o zona.

La eliminación del agente causal en un territorio geográfico dado permite que sean suspendidas las medidas sanitarias que condujeron a la eliminación de la infección y éstas sean reemplazadas por medidas que impidan la reintroducción y el restablecimiento de la transmisión.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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