Especialistas del Programa Lechero del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA) destacan el buen momento y un fututo promisorio para la cadena. Un tambo eficiente puede competir favorablemente con una soja de 30 quintales por hectárea.
“Podemos crecer sustentablemente”, afirmó el coordinador del programa lechero del INTA, Miguel Taverna. “Lejos de considerarla como un problema, la lechería implica desarrollo, ocupación territorial, valor agregado en origen y la creación de empleos directos e indirectos”, añadió.
Un análisis técnico-productivo realizado por especialistas del INTA en 2010, concluyó que la producción nacional podría alcanzar los 18.000 millones de litros de leche en 2020. El escenario implica una producción de 21,8 litros diarios por animal –a diferencia de los 16,9 actuales– y, paralelamente, pasar de 1,7 a 2,3 millones de vacas de ordeño.
En este sentido, explicó el coordinador del INTA, los logros dependen de supuestos relevantes: lograr un mejoramiento genético y fenotípico anual de 149 litros de leche por lactancia, disminuir la mortandad, los descartes, menor edad al servicio, mejor relación vaca ordeño/vaca total, entre otros. “Si se considera que este aumento se plantea prácticamente utilizando la misma superficie de tierra, se requerirá duplicar la producción de alimento por hectárea asignada al tambo”, precisó el especialista.
De acuerdo con Taverna, “existen tecnologías validadas por el INTA, universidades y productores eficientes que posibilitarían, como mínimo, duplicar el promedio de productividad nacional”, actualmente entre 5.500 y 6.000 litros por hectárea.
“Es alentador”, dijo Taverna, ya que “estos aumentos en la eficiencia productiva tienen su correlato, casi de la misma magnitud, en el bolsillo del productor”. Más aún: superando un nivel de productividad de 8.000 litros de leche por hectárea, el tambo compite favorablemente con una soja de 30 quintales. Así lo demostró un estudio desarrollado por el INTA donde, en cuatro de los últimos cinco años, el tambo logro un mejor resultado económico que la soja.
Ese proceso, estimó el coordinador, demandará una inversión de aproximadamente 700-800 millones de dólares, para la adecuación y actualización de instalaciones y maquinarias, así como un fuerte trabajo de capacitación de operarios y productores en gestión empresarial.
“Ponemos el foco en la organización y no sólo apuntamos a la eficiencia productiva, es decir, el manejo de la alimentación y de la reproducción. Si los productores chicos se organizan pueden crecer y lograr tambos más rentables y eficientes”, comentó María Rosa Scala, del INTA Rafaela –Santa Fe–.
Este potencial crecimiento de la producción primaria tendrá un impacto no menor sobre lo comercial. Aún considerando incrementos de la demanda doméstica asociada al crecimiento de la población y del consumo per cápita (+1 y +1,5% anual, respectivamente), el saldo exportable al 2020 prácticamente se duplicaría, pasando la relación mercado interno/exportación de 75/25 a 55:45. En síntesis, la consolidación de los mercados existentes, el desarrollo de nuevos mercados, la adecuación de la estructura productiva industrial y de logística, se transformarán también en condicionantes fuertes del proceso.
Un Sector Dinámico e Innovador
Durante los últimos 40 años, la producción mundial de leche progresó al ritmo del crecimiento poblacional. Sin embargo, motivada por cierta aceleración de la demanda, esa situación tiende a modificarse.
Según datos de la FAO a escala mundial, el consumo anual de lácteos en 2010 fue de 103 litros por habitante. Para Taverna, la cifra comprende realidades divergentes: por un lado, las naciones desarrolladas con 244 litros y, por otro, los países “en vías de desarrollo” con 68 litros, muy por debajo de la recomendación nutricional.
Este último caso, continuó el técnico, “se transforma en un enorme mercado potencial y en una oportunidad para países como la Argentina, que pueden crecer de manera eficiente, competitiva y sin condicionar el ambiente”.
Por esto consideró que, “a pesar de ciertos ciclos productivos, la lechería argentina se muestra como un sector dinámico, con capacidad de reacción ante contextos favorables y muy innovador”. Entre 1990 y 2010, la producción de leche por vaca se duplicó, la leche por hectárea se multiplicó por 2,5 y lo producido por persona ocupada en el tambo, se multiplicó por cinco, informó Taverna. “Estos indicadores muestran, al mismo tiempo, un marcado progreso de la eficiencia promedio y, a la vez, un margen de progreso importante considerando la tecnología disponible”, indicó.
“Intensificar la producción implica mayor cantidad de animales por hectárea, mayor uso de insumos, de agua, es importante cuidar los aspectos ambientales”, expresó Verónica Charlón, del INTA Rafaela –Santa Fe–, coordinadora del proyecto Gestión del Ambiente en Sistemas Intensificados. Un inadecuado manejo de los efluentes puede contaminar las napas y las aguas superficiales, añadió. “Es más fácil prevenir impactos ambientales negativos que remediarlos, esto último resulta además mucho más costoso”, dijo Charlón.
Para Scala, cuando hablamos de rentabilidad “hacemos referencia a que un tambo tiene que ser eficiente: en producción, mano de obra, manejo empresarial para la correcta toma de decisiones”. Así, explicó que, si no hay tamberos formados en aspectos económicos, de comercialización, productivos y de calidad de leche, aquel escenario no podrá darse integralmente. De allí se desprende la relevancia de programas de capacitación como “El Profesional Tambero”, impulsado por el INTA y dictado en distintas regiones del país, con nociones teóricas y prácticas sobre los temas centrales de la producción lechera.
Frente a este panorama, ¿será capaz la cadena de organizarse, planificar y gestionar exitosamente un proceso de crecimiento sustentable, evitando los recurrentes ciclos y tratando de mantener la mayor cantidad de productores? Según el coordinador del INTA, este constituye el principal desafío a futuro.
Fuente: INTA