El tratamiento más efectivo de la alergia a leche de vaca es la eliminación estricta de estas proteínas de la dieta, lo que constituye un desafío si se trata de lactantes y niños de menos de 2 años. Por desgracia, un porcentaje alto de esos pacientes también vuelve a desarrollar los mismos síntomas clínicos cuando se expone a su sustituto más económico, la leche de soja. ¿Cuál puede ser la relación entre ambas?
Ahora, un equipo de científicos de La Plata (Argentina) dio el primer paso para explicar este fenómeno y además abrir caminos para su resolución. La alergia alimentaria es una respuesta inmune exagerada a sustancias en principio inocuas. En el caso de alergia a leche de vaca, esta respuesta es desencadenada por la unión de ciertos anticuerpos (IgE) a las caseínas y otras proteínas lácteas.
“A pesar de que la soja tiene proteínas estructuralmente muy diferentes [a las caseínas], nosotros realizamos experimentos que nos permitieron identificar que contiene una, llamada P28, que también es reconocida por los anticuerpos de pacientes que no toleran la leche de vaca y genera una reacción alérgica”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir una de las directoras del proyecto, la doctora Silvana Petruccelli, investigadora del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA), que depende del CONICET y de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Tal como se describe en la revista “Journal of Agricultural and Food Chemistry”, el grupo de Petruccelli clonó varias de las proteínas del poroto de soja que son consideradas alérgenos, y logró identificar las zonas reconocidas por estos anticuerpos. En forma simultánea, el laboratorio del doctor Guillermo Docena, del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP) del CONICET y de la UNLP, desarrolló un modelo en ratones de alergia a leche de vaca.
“Expusimos a los ratones alérgicos a la leche a las diferentes variantes de esas proteínas de la soja y evaluamos la respuesta inmune humoral y celular y la aparición de síntomas clínicos. Y comprobamos que la proteína P28 es capaz de desencadenar una reacción de hipersensibilidad”, destacó Petruccelli, para quien existen otras cuatro proteínas de la soja que también pueden producir una “reactividad cruzada”.
La investigadora platense subrayó que “pese a que aún no es posible extrapolar los resultados del laboratorio a humanos, se abren caminos de estudio para saber qué es lo que ocurre en los pacientes”. El hallazgo también podría favorecer el diseño de vacunas que corrijan esta respuesta inmune exagerada.
El trabajo formó parte de la tesis doctoral de Ángela María Candreva y también colaboraron las doctoras Paola Smaldini y Renata Curciarello, todas del CONICET y de la UNLP.