El desempeño del sistema alimentario mundial en el último siglo ha sido extraordinario. Los agricultores, fabricantes, comercializadores, vendedores minoristas y demás agentes han sido capaces de alimentar a una población mundial que creció de 1600 millones en 1900 a casi 7600 millones en 2020 , al tiempo que han logrado reducir los precios reales de los alimentos. Durante ese período, mejoraron las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad, acceso, confiabilidad y suficiencia de nutrientes.
Los sistemas alimentarios de todo el mundo tienen un valor de mercado de alrededor de USD 10 billones al año. Sin embargo, generan entre USD 6 billones y USD 12 billones anuales en costos sociales, económicos y ambientales ocultos (i). Los costos vinculados con la extinción de animales, la malnutrición, la contaminación, las enfermedades transmitidas por alimentos y otros problemas seguirán aumentando en un escenario sin cambios, mientras se continúa alimentando a una creciente población mundial. El desafío es aún mayor si se tienen en cuenta los riesgos, que van desde los efectos del cambio climático hasta las pandemias y están vinculados con la degradación de los ecosistemas, las dietas poco saludables e inseguras y el aumento de la densidad de población urbana.
«Reformar la manera en que producimos, transportamos, procesamos, comerciamos, regulamos y consumimos alimentos, así como las inversiones conexas, puede ayudar a abordar los desafíos más acuciantes de nuestra generación.»
La Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, que se celebra esta semana, constituye un momento crucial para promover y ampliar iniciativas y soluciones que puedan transformar los sistemas alimentarios en beneficio del mundo. Estos sistemas deben cambiar de forma rápida y fundamental para ser más regenerativos, resilientes e inclusivos, y con el fin de aumentar, al mismo tiempo, el suministro de alimentos para otros 2000 millones de personas de aquí a 2050.
Reformar la manera en que producimos, transportamos, procesamos, comerciamos, regulamos y consumimos alimentos, así como las inversiones conexas, puede ayudar a abordar los desafíos más acuciantes de nuestra generación.
Muchas de las soluciones técnicas son conocidas. Los investigadores de CGIAR y de otros ámbitos han perfeccionado métodos para reducir el metano proveniente del arroz y del ganado (i) y almacenar más carbono en el suelo mediante una mejor gestión de las tierras de cultivo y los pastizales. La incorporación de árboles y arbustos en las explotaciones agrícolas puede proporcionar fertilizantes orgánicos y alimentos, lo que reduce la necesidad de insumos químicos y, al mismo tiempo, aumenta el rendimiento, proporciona hábitats para insectos beneficiosos y contribuye a la captura del carbono. Por otra parte, las inversiones en caminos mejorados, el almacenamiento en frío y la economía circular son alternativas prometedoras para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Sin embargo, la manera en que financiamos los sistemas alimentarios con fuentes de capital tanto públicas como privadas puede ser el factor que cambie las reglas del juego , ya que el financiamiento es tanto un impulsor de las ineficiencias del sistema alimentario como un ingrediente esencial para su transformación.
Como parte de la Cumbre de las Naciones Unidas, el Banco Mundial ha trabajado con el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias y la Coalición para la Alimentación y el Uso del Suelo para pensar en nuevas formas de financiar los sistemas alimentarios. En conjunto, identificamos cinco “imperativos del financiamiento de los sistemas alimentarios” que podrían generar USD 4,5 billones en nuevas oportunidades de negocios al año. Mediante la creación de una hoja de ruta con las posibles soluciones que dirigiremos a actores específicos del sistema financiero, esperamos que estos imperativos ayuden a acelerar los cambios de importancia clave para las personas y el planeta.
Para transformar el financiamiento de los sistemas alimentarios se necesitará un enfoque sistémico que incluya la reorientación de las políticas públicas y el apoyo a la agricultura y los alimentos , de modo de abordar los desafíos sanitarios y climáticos. Según el análisis del Banco Mundial sobre el respaldo público en 79 países, los Gobiernos gastan alrededor de USD 570 000 millones anuales en apoyo de la producción de alimentos, principalmente a través de precios garantizados, subsidios a los insumos y pagos directos a los productores. Si bien parte de este dinero se destina a investigación y desarrollo, inocuidad de los alimentos y programas ambientales, es solo una pequeña fracción; hay margen para ser mucho más decididos a la hora de orientar el gasto público para alcanzar los objetivos de desarrollo. El Banco Mundial tiene un historial cada vez más extenso en esta esfera; esperamos poder ayudar a más países que planteen esta demanda de cambio.
El sector privado también puede desempeñar un papel importante en la mitigación de los riesgos ambientales y sociales. Por ejemplo, los bancos pueden reorientar las inversiones hacia actividades más sostenibles, mientras que las grandes empresas de alimentos pueden invertir en los activos naturales suelo saludable, agua, polinizadores, sombra— que se necesitan para continuar la producción de alimentos y trabajar para eliminar la deforestación en sus cadenas de suministro. En total, cambiar la arquitectura del financiamiento de los sistemas alimentarios podría ayudar a redirigir unos USD 2 billones en capital privado hacia resultados más saludables.
«El potencial de cambio positivo es tan grande que ya no podemos ignorar el financiamiento de los sistemas alimentarios como parte de nuestro camino hacia un desarrollo verde, resiliente e inclusivo.»
Una manera de avanzar podría ser la de poner en marcha un pacto mundial sobre financiamiento de los sistemas alimentarios entre los Gobiernos y el sector privado, en virtud del cual el financiamiento público ayudaría a reducir el riesgo de las inversiones del sector privado que cumplan normas sociales y ambientales más elevadas y promuevan resultados más saludables, inclusivos y resilientes al cambio climático.
Obtener el financiamiento adecuado para los sistemas alimentarios representa un gran premio. No solo ayudaría a generar billones de dólares en nuevas oportunidades de inversión, sino que también reduciría considerablemente la carga de enfermedades causadas por la malnutrición. Los nuevos patrones del financiamiento de los sistemas alimentarios ayudarían a limitar el calentamiento global a menos de 1,5 °C porque se revertiría la deforestación y la degradación de los ecosistemas ricos en carbono. Además, al enfrentar directamente los factores que impulsan la pobreza y el hambre, un mejor financiamiento de los sistemas alimentarios ayudaría a aumentar la resiliencia de las familias y los países ante las conmociones.
El potencial de cambio positivo es tan grande que ya no podemos ignorar el financiamiento de los sistemas alimentarios como parte de nuestro camino hacia un desarrollo verde, resiliente e inclusivo.