La relación bajo consumo de leche y desnutrición

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Un vaso de leche contiene alrededor de 13 nutrientes esenciales, como calcio y proteínas, que ayudan al buen funcionamiento del sistema inmune y al fortalecimiento de los huesos. Sin embargo los colombianos han bajado su consumo, al pasar de 156 litros por persona en 2020, a 140 litros por persona en 2023. A esto se suman el alza en los precios, el aumento de la importación de leche en polvo y la publicidad sobre la mala calidad de la leche, factores que están incidiendo en la decisión de las personas de no tomarla en las cantidades recomendadas para una buena nutrición.

Por su composición, calidad, cantidad e interacción entre sus nutrientes, la leche y sus derivados son considerados como alimentos con un perfil nutricional importante para el ser humano durante su ciclo vital.

Según la FAO, alrededor de 150 millones de hogares en el mundo se dedican a la producción de leche, labor que en la mayoría de los países en vías de desarrollo es adelantada por pequeños agricultores, y que además contribuye a los medios de vida, la seguridad alimentaria y la nutrición de los hogares, con India como el mayor productor y consumidor de leche, seguido de la Unión Europea.

Con respecto al consumo percápita de lácteos al año, mientras en los países desarrollados el promedio es de 240 litros, en los países en vías de desarrollo es de 80 litros. La recomendación de la FAO y la OMS es que cada persona consuma 500 mililitros diarios, es decir unos 180 litros por año.

En Colombia, aunque la producción ha aumentado en los últimos años (en 2023 fue de 7.092 millones de litros), el consumo de leche y productos lácteos (sin incluir la mantequilla) es muy bajo debido a factores como una mala planeación del sector, ya que el lechero está produciendo más de lo que se le compra, lo que se acompaña de débiles políticas de protección –como las escasas ayudas económicas– y asistencia técnica al sector agropecuario, además de condiciones climáticas adversas como los fenómenos de El Niño y de La Niña, reducción en las compras de leche por la industria, alza en el precio al consumidor (1,54% hasta mayo de 2024; en el mercado un litro de leche cuesta alrededor de 5.000 pesos) y disminución de los precios de compra al productor, que hasta el momento de estima en un 17% (el litro se paga entre 1.790 y 2.207 pesos).

También se debe considerar el impacto de los tratados de libre comercio: la importación de leche en polvo y otros productos lácteos pasó de 12.000 toneladas/año en 2013, a cerca de 75.000t/año en 2020, y desde entonces se han mantenido en ese rango. Las importaciones representan cerca de 1,6 millones de litros al día, o 2 meses del volumen acopiado por la industria en un año.

Pobreza e informalidad laboral

Cifras de la Asociación Colombiana de Procesadores de Leche (Asoleche) muestran que en 2023 el consumo de leche fue de 140 litros percápita al año, un dato preocupante porque esta cantidad es insuficiente para cubrir las porciones y el aporte nutricional derivado de este grupo de alimentos para la población adulta del país.

Para el grupo de alimentos lácteos, las Guías alimentarias basadas en alimentos, publicadas por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), recomiendan consumir 5 porciones al día, que se pueden distribuir así: 3 vasos de leche cada uno de 200ml, para un consumo total de 600ml;1 porción de queso de 30g y 1 vaso de 200ml de yogur o kumis, o 5 porciones de 150g de queso, o 1 litro de leche.

¿Están las familias colombianas en condiciones de cumplir con estos requerimientos cuando el Reporte Global sobre Crisis Alimentarias (FAO 2024) ubica al país entre los 9 con mayor inseguridad alimentaria en el mundo, y sumado a ello mantiene una persistente situación de malnutrición que se agrava por la situación de pobreza, la informalidad laboral y las disparidades territoriales?

Una familia promedio tendría que invertir alrededor de 450.000 pesos mensuales en queso y 123.000 pesos en leche, cifras exorbitantes si se tiene en cuenta que, según el DANE, 3 de cada 10 colombianos se hallan en situación de pobreza monetaria, un indicador que se apoya en información sobre la capacidad de compra en un mercado simple, el pago del arriendo o los servicios públicos; además, 5 de cada 10 personas son trabajadores informales, y el 60,5% de los hogares afronta inseguridad alimentaria, especialmente la población víctima de desplazamiento forzado.

La desinformación reduce el consumo

Los diferentes cambios en los hábitos de consumo de la sociedad han reducido la demanda de leche. Es el caso de la tendencia al consumo de bebidas vegetales (leches de soya o almendras), mercado con un crecimiento anual del 11% que ha desplazado a la leche de vaca como bebida, y a sus subproductos como ingredientes en preparaciones gastronómicas.

El cambio de comportamiento de compra y consumo se ha manifestado más en las decisiones motivadas por la producción sostenible de alimentos y su relación con el cambio climático, y además por hábitos alimentarios inadecuados, como el consumo de productos ultraprocesados (gaseosas, confitería, productos de paquete).

A los anteriores factores se suman las campañas de desprestigio de los lácteos en medios de comunicación, especialmente en las redes sociales, sin una evidencia científica contundente para ello, lo que ha incrementado los mitos alrededor de su consumo y aporte nutricional; por ejemplo se dice que la ingesta de leche está relacionada con cierto tipo de cánceres, diabetes, enfermedad cardiovascular y cálculos renales.

Esta situación tiene un peligroso agravante, que es la disminución del aporte de calcio y vitamina D a la dieta y sus repercusiones en la densidad mineral ósea, que lleva a fragilidad en los huesos especialmente en personas mayores de 50 años, ocasionando más riesgo de padecer fracturas y de generar osteoporosis. Esta enfermedad, considerada como un problema de salud pública, es más frecuente en mujeres, desencadena una discapacidad y reduce la calidad de vida, comprometiendo un envejecimiento saludable. Estimaciones de la OMS indican que a partir de los 50 años una de cada 3 mujeres y uno decada 5 hombres sufrirán una fractura en algún momento de sus vidas.

Mala planeación, débiles políticas de protección, reducción del consumo y aumento de precio son parte de los factores que han desatado una crisis en el sector lechero. Foto: Nicol Torres, Unimedios.

Urgen estrategias

La falta de estrategias para mitigar el impacto de la crisis lechera, que está afectando el consumo, y de paso limitando las posibilidades de que la población tenga acceso a un alimento esencial, se aleja de las metas del objetivo del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, que en uno de sus 7 ejes de transformación incluye el de “Soberanía alimentaria: Garantizar el derecho a la disponibilidad, acceso y adecuación de alimentos”.

Garantizar el derecho humano a la alimentación requiere con urgencia de un trabajo articulado entre diferentes sectores públicos y esfuerzos intersectoriales, que permita transformar el sector agropecuario para producir más y mejores alimentos en línea con la Reforma Rural Integral pactada en el Acuerdo Final de Paz, así como el consumo de alimentos adecuados a las necesidades del curso de vida, las prácticas alimentarias territoriales y poblacionales en línea con el Plan Nacional Sectorial de Alimentación, y, finalmente, reducir la intermediación y aumentar la rentabilidad en la comercialización de la producción agrícola.

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