La evaluación analiza todos los descriptores fenotípicos en correlación con las características genotípicas en bovinos. Fue realizada por un grupo de cabañeros de CREA, la UBA y el INTA y se obtuvieron resultados en línea con los estándares de otros países.
Por primera vez en la Argentina, se realizó un estudio que analiza todos los descriptores fenotípicos en correlación con las características genotípicas en bovinos, de acuerdo con los parámetros que se utilizan en la selección de reproductores en los programas de evaluación objetiva en el mundo. Con resultados en línea con los estándares de otros países, el logro es fruto de un acuerdo público-privado entre el grupo de Cabañeros de CREA, la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y el INTA Anguil –La Pampa–.
En la prueba, se incluyó la determinación del consumo residual individual (RFI), calculado a partir del consumo real de alimento de toros de 14 cabañas de la Región Pampeana, y su diferencia respecto de la ingesta esperada. Esta información, obtenida a partir de tecnología de precisión del INTA y cruzada con una descripción exhaustiva de los parámetros fenotípicos y genómicos de los animales, permite identificar las líneas genéticas con mayor eficiencia para la producción de carne.
“Los resultados de la evaluación de consumo residual indicaron que existe un gran espacio para la selección en la genética argentina y que los valores se ubican dentro de los rangos observados en experiencias similares en otros países”, aseguró Aníbal Pordomingo, coordinador del programa Carnes y Fibras Animales del INTA, quien tuvo a cargo la síntesis técnica de los datos generados en el estudio.
De acuerdo con el investigador, el valor del consumo residual es uno de los indicadores más relevantes que hoy se desea conocer para la elección de reproductores. “Es un indicador de mucho interés en la genética ganadera del presente y, en el caso del estudio, es la única experiencia en la Argentina basada en una amplia descripción de parámetros fenotípicos y su información genómica”, argumentó.
El estudio utilizó la tecnología de los “comederos inteligentes” –un desarrollo del INTA Anguil que recibió el premio CiTA de oro este año– para evaluar el consumo de alimento de cada individuo en forma continua, de animales en grupo. “La prueba sirvió también para poner a prueba los comederos de registro continuo de consumo, ajustar los protocolos y los métodos para las determinaciones involucradas”, apuntó Pordomingo.
Esta tecnología de precisión permitió analizar la ingesta de cada animal de manera individual y en el marco de un grupo. “Se puso en evidencia la variabilidad y el significado de contar con información objetiva, en particular cuando se puede evaluar el consumo del animal y relacionarlo con el peso, el aumento de peso y otros parámetros de crecimiento”, explicó el investigador.
En relación con los resultados, Pordomingo sostuvo que “la genética argentina tiene la variabilidad suficiente para lograr significativos avances en la selección, con posibilidades de destacarse en conversión de alimento a carne por ser de tamaño moderado y muy adaptable, sumado a un alto componente de genética del tipo británico”.
En esta línea, explicó que los índices relevados muestran que la genética argentina tiene una muy buena oportunidad para posicionar alguna de sus líneas en el mundo. “Para lograrlo, se requiere un trabajo intenso de medición, ya que lo relevado es una pequeña muestra de animales, insuficiente para arribar a conclusiones de valor para la selección fuera del grupo de pertenencia de los animales evaluados”, aclaró Pordomingo.
Los índices relevados muestran que la genética argentina tiene una muy buena oportunidad para posicionar alguna de sus líneas en el mundo.
Inédito en el país
Entre la multiplicidad de certificaciones que exige hoy la ganadería, el estudio realizado era, realmente, una demanda del sector que respondía a una visión prospectiva. “Desde hace tiempo, las cabañas de programas de evaluaciones objetivas anhelaban poder iniciar el camino de las evaluaciones por consumo residual y eficiencia de conversión, entre otras determinaciones no menos importantes como rendimiento carnicero, calidad de carne, fertilidad y precocidad, facilidad de parto”, argumentó Pordomingo.
El estudio requirió el seguimiento de los parámetros de crecimiento de cada animal, rendimiento, calidad de carne, pubertad y calidad seminal, docilidad, peleche (actividad glandular) y consumo diario. Además del relevamiento de características fenotípicas realizado a campo, se tomaron muestras para obtener el perfil genómico.
“El relevamiento del perfil genómico de los toros pretende servir de inicio para la valorización de la tecnología del INTA, en tanto permite vincular las observaciones fenotípicas al mapa de genes o pool génetico”, especificó el investigador.
Por el tamaño reducido de la muestra analizada, el valor de la información es sólo descriptiva, pero tiene “el valor de la experiencia puesta en la prueba, el relevamiento de todos los indicadores y el ejercicio de protocolización y percepción de la complejidad y los alcances, al que luego podrían avanzar las asociaciones o grupos más numerosos de cabañeros o criadores”, aseguró Pordomingo.
En la prueba, que se extendió por más de 120 días, se evaluaron 43 toros de tres razas, con preponderancia de la raza Angus, una cantidad de animales similar a la utilizada en este tipo de estudio en otras partes del mundo. La evaluación se llevó a cabo en el campo de producción de la Estación Experimental del INTA en Anguil, La Pampa, en los corrales de alimentación donde están instalados los “comederos inteligentes”.
Los toros fueron provistos por 14 cabañas de grupos CREA, ubicadas en distintas localidades de Buenos Aires, Córdoba y La Pampa. De igual modo, se destacó el trabajo de un grupo importante de profesionales y técnicos de apoyo –tanto del INTA como del sector privado–, quienes se dedicaron a relevar los indicadores evaluados.
“La actitud cooperativa de las partes hizo posible la realización de esta prueba, que hoy marca un hito histórico en la ganadería nacional”, reconoció Pordomingo.
El estudio utilizó la tecnología de los “comederos inteligentes” para evaluar el consumo de alimento de cada individuo en forma continua, de animales en grupo.
Qué es el consumo residual
En este estudio, técnicos, productores e investigadores se propusieron evaluar el consumo residual (RFI) de los toros argentinos, es decir, la diferencia entre el consumo de alimento esperado y el efectivamente ocurrido.
La curva de consumo esperado del grupo se calcula en función del peso metabólico de los animales, el aumento de peso y el consumo real. Se realiza la división sobre el total de cabezas y, de esta manera, se obtiene el dato de consumo esperado para cada animal, que se compara con el dato real para estimar el residual o diferencia.
“Si el valor es negativo, habla de animales de bajo RFI, o sea más eficientes, ya que comen menos de lo esperado para su nivel de aumento de peso”, explicó Pordomingo. Por el contrario, si el valor es superior, son animales que comen más de lo esperado respecto del aumento de peso logrado.
“Este indicador es independiente del peso y del aumento de peso, debido a que mide la eficiencia del aumento de peso marginal por sobre el mantenimiento de la masa corporal, una forma de evaluar la eficiencia de uso de la energía neta para crecimiento”, valoró el investigador.