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Factores Claves para reducir Gas metano a un 20%: Genética y Alimentación

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Dos factores clave como son la selección genética y la alimentación pueden contribuir a reducir las emisiones de metano del ganado vacuno lechero en un 20 % en diez años, según la investigación desarrollada por Neiker y la Universidad Politécnica de Madrid.

Esto forma parte del proyecto Metalgen en el que también colabora la Confederación Nacional de Frisona Española (Conafe), y que es financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad que tiene como objetivo la mejora de la eficiencia alimentaria y la mitigación de emisiones de gases efecto invernadero en vacas lecheras.

Según el trabajo, las dietas que incluyen en su formulación de harina de lino rica en omega 3 lograron una reducción superior al 20 % en las emisiones de metano de origen digestivo.

En el proyecto se ha utilizado información genética, con más de 4.500 parámetros, de 1.500 vacas de explotaciones comerciales. Así mismo, se han realizado ensayos nutricionales en los que se han evaluado el efecto de diferentes aditivos sobre las emisiones de metano.

La mejora de la eficiencia alimentaria y la mitigación de emisiones de gases efecto invernadero son unas de las principales preocupaciones en el sector ganadero en la Unión Europea, por lo que la investigación en genética y nutrición es un factor clave para reducir la emisión de los mismos y que son los principales causantes del cambio climático.

El proyecto Metalgen surge para resolver dos problemas relacionados entre sí como son la eficiencia alimentaria y las emisiones de metano debidas a la fermentación entérica de los rumiantes, un proceso digestivo que es exclusivo de este tipo de animales. Para ello se han establecido los primeros pasos para utilizar la selección genética con el objetivo de modular el microbioma ruminal.

El metano producido como resultado de la fermentación del alimento en uno de sus estómagos, el rumen, se considera el principal gas de efecto invernadero proveniente de los rumiantes. A su impacto en la huella de carbono hay que sumar el impacto económico, ya que esta producción de metano supone una pérdida de la energía bruta ingerida de entre 5 y 7 % para los animales. La flora microbiana del rumiante tiene una gran influencia sobre la digestión del alimento y por tanto la producción de metano, y sus características están, a su vez, determinadas por la alimentación y la genética del animal.

Los microorganismos que pueblan el rumen son los principales responsables de la digestión y descomposición del alimento que proporciona los nutrientes a la vaca en lactación, por eso dentro de los propósitos del proyecto está el determinar cuáles son esos microorganismos y que genes bacterianos portan para determinar sus funciones en la digestión del alimento.

Además, se evaluará qué microorganismos portan genes que son más eficientes en esta digestión, y las estrategias de selección genómica para que las futuras generaciones alberguen un microbioma más eficiente con menores emisiones de metano.

Otro de los trabajos que hacen parte del proyecto es la puesta a punto de metodologías no invasivas para el estudio de la asociación entre el microbioma, la eficiencia alimentaria y la emisión de metano en vacuno lechero, cuáles son esos procedimientos que proporcionan una medida más fiable de las emisiones de metano de los animales, de manera que se pueda recoger información fenotípica de este carácter en granjas lecheras en una gran cantidad de animales y sin interferir en su comportamiento diario.

Así mismo, señala la página de Metalgen, que la alimentación supone el principal gasto para los productores de leche por lo que mejorar la utilización del alimento supone unos menores costos para el productor, y una producción más respetuosa con los recursos naturales.

El metano generado durante la fermentación del alimento en el rumen supone una pérdida de energía en las vacas lecheras. La medición de cuanta energía pierde cada animal no se recoge de forma habitual y es necesario conocer estos datos para realizar selección genómica.

Existen microorganismos que son menos eficientes en la digestión del alimento en el rumen y de ahí la necesidad de identificar estos microorganismos para actuar sobre ellos a través de la alimentación y la mejora genética.

De esta manera y por primera vez en España se medirán de forma directa las emisiones de metano en granja, y se relacionarán con los microorganismos que pueblan el rumen de las vacas. De esta manera se podrán elaborar raciones y estrategias de mejora genética que favorezcan que las vacas alberguen microorganismos más eficientes en la transformación del alimento utilizando menos recursos naturales, y dejando una menor huella de carbono.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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