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En Chile estudiantes universitarios colaboran en el programa de erradicación de Brucelosis Bovina

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Con la firma suscrita por el director nacional del Servicio Agrícola Ganadero de Chile (SAG), José Guajardo Reyes, y la rectora Fernanda Kri Amar, de la Universidad de O’Higgins (UOH), ambas instituciones suscribieron un convenio de colaboración a través del cual los/as estudiantes de la casa de estudios podrán participar en algunas acciones orientadas a la erradicación de la brucelosis bovina en la región de O’Higgins.

A través del texto, ambas instituciones se comprometieron a realizar actividades formativas con los/as estudiantes y el cuerpo docente. En lo particular, siempre bajo la tutela de funcionarios y funcionarias del SAG, los/as estudiantes UOH podrán participar en censos de predios y animales, en la recopilación de antecedentes para generar asignación del Rol Único Pecuario (RUP), en la instalación de dispositivos de identificación oficial, en la colecta de muestras de sangre para diagnóstico serológico y en la vacunación en rebaños seleccionados.

Fernanda Kri Amar, Rectora de la Universidad de O’Higgins, indicó que “este convenio nos permitirá que nuestros/as estudiantes puedan hacer más prácticas en terreno, pero también trabajar con el SAG en un problema, que no es sólo de salud de los animales, sino una temática que puede impactar el bienestar y la salud de la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, es una alianza donde todos ganamos, con diferentes proyectos, donde se ha avanzado mucho y queremos seguir haciéndolo”.

Por su parte, José Guajardo, director nacional del SAG, sostuvo que “nos hemos propuesto una meta muy ambiciosa, que es erradicar la brucelosis bovina en todo el país, o en lo que queda del país, porque ya tenemos gran parte de él fuera de esta enfermedad, pero todavía nos queda un segmento, y no lo vamos a hacer solos. El SAG no pretende ni puede hacerlo solo. Para eso necesitamos a muchos actores, y fundamentalmente a la academia. La Universidad O’Higgins es una pieza fundamental en la región de O’Higgins. Hemos firmado este convenio de colaboración muy potente, muy importante, que nos va a ayudar a erradicar, pero también le va a dar herramienta a sus profesores y a sus alumnos para llevar a cabo la práctica de erradicación de esta enfermedad”.

Ambicioso plan

La brucelosis es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Brucella abortus, que afecta principalmente al ganado bovino. En las hembras, puede provocar abortos, nacimientos de terneros débiles o muertos, y en los machos, puede llevar a la infertilidad.

Además de su impacto en la producción ganadera, la brucelosis bovina es una zoonosis, lo que significa que puede transmitirse a los humanos, causando una enfermedad conocida como fiebre ondulante, caracterizada por fiebre recurrente, dolor articular y fatiga.

Por ello, a mediados de 2024, el SAG y el Minagri lanzaron un plan para lograr la erradicación de esta enfermedad, tras cinco décadas de trabajo por parte de la institución, donde se ha conseguido avanzar en la declaración de varias regiones libres de ella. El plan busca en el plazo más breve posible, mejorar la sanidad animal en lo referido a esta enfermedad en el ganado bovino, proteger la salud pública y asegurar la sostenibilidad económica del sector ganadero dándole un valor agregado.

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Un estudio revela el impacto del fuego en los suelos de los Andes peruanos

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Los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego.

En septiembre de 2018, un incendio arrasó casi dos mil hectáreas de matorral en el volcán Pichu Pichu, una zona de alto valor ecológico en los andes peruanos. A diferencia de los ecosistemas mediterráneos, donde la vegetación ha desarrollado estrategias para resistir el fuego, los suelos volcánicos de Arequipa, una de las regiones más secas del mundo, no están adaptados al fuego. Un equipo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), de España, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú, ha recogido y analizado muestras de suelo de la zona incendiada, a 3.700 metros de altitud, para comprender cómo estos frágiles ecosistemas responden a la perturbación por incendio.

Los resultados, publicados en la revista Spanish Journal of Soil Science, indican que, cuatro años después del incendio, la combustión de la vegetación y el suelo y la erosión han causado una grave pérdida de carbono orgánico, un elemento esencial para la fertilidad del suelo. “Los Andes peruanos no están preparados para los incendios”, advierte Jorge Mataix Solera, catedrático de la UMH y experto en edafología con más de treinta años de experiencia en la recuperación de suelos quemados. Mataix recalca que, si bien el fuego es una fuerza ecológica natural, sus efectos pueden variar mucho dependiendo del ecosistema. Según se desprende del análisis realizado, el suelo del Pichu Pichu se ha degradado física y químicamente tras el incendio, por lo que la regeneración del ecosistema será más difícil. Además, la erosión producida tras el incendio ha desencadenado más procesos degradativos, reduciendo por ejemplo el contenido de arcilla, lo que debilita aún más la estructura del suelo.

Uno de los problemas detectados en estos suelos áridos es su tendencia natural a repeler el agua debido al tipo de materia orgánica que, junto con su alto contenido de arena, es un fenómeno que persiste tras el incendio. Sin vegetación para retener la humedad y la repelencia al agua, ésta se desliza en la superficie en lugar de infiltrarse, lo que acelera la erosión del suelo. “Mientras que los suelos bien estructurados y evolucionados como los mediterráneos poseen una elevada capacidad de retención hídrica, los suelos volcánicos andinos, muy jóvenes y arenosos, tras la pérdida de materia orgánica en el incendio pierden la capacidad de retener agua” explica la investigadora de la UMH Minerva García Carmona. “Por eso es tan importante conocer las consecuencias del fuego en este tipo de suelos jóvenes y frágiles”, declara la experta, “y un factor determinante es cómo influyen las plantas en el suelo, que son las que conforman el material combustible en el incendio”.

El estudio se centró en dos especies nativas con un papel clave en el ecosistema: Berberis lutea, conocida como ‘palo amarillo del Perú’, y Parastrephia quadrangularis, llamada ‘Tola’. Los investigadores analizaron si el fuego había afectado de manera diferente a los suelos según la vegetación predominante. Descubrieron que en las zonas dominadas por el palo amarillo la degradación fue más severa. “Es una planta más grande, con mayor biomasa, lo que seguramente intensificó los efectos de la combustión en el suelo”, aclara García.

El equipo de investigadores de la UMH conoce bien las consecuencias de un incendio en los bosques mediterráneos, más resilientes al fuego por su evolución histórica con la presencia del fuego que ha llevado a desarrollar múltiples estrategias de resistencia y resiliencia. Ahora, sus descubrimientos en el volcán Pichu Pichu reafirman la evidencia de que los suelos volcánicos de la región de Arequipa, que de forma natural retienen menos agua, se pueden ver particularmente degradados con la presencia de incendios, lo que acrecenta su vulnerabilidad a esta perturbación.

El Pichu Pichu se encuentra en la zona volcánica central de los andes. Los investigadores de la UMH recogieron muestras de suelo a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar, donde las precipitaciones, de apenas 385 mm anuales, se concentran en tres o cuatro meses del año. De manera que la región de Arequipa se considera un ‘desierto frío’ -las temperaturas van de los 4 a los 18 grados centígrados- y la vegetación se compone principalmente de matorral muy adaptado a la sequía extrema.

Debido a las escasas precipitaciones, el cinturón volcánico de los Andes es una fuente de agua crucial para las áreas adyacentes. “Si bien Pichu Pichu está dominado por matorral, las faldas de la montaña están también cubiertas a una cierta altitud de bosque y albergan una gran diversidad de especies animales y vegetales”, señala el profesor de la UMH. A las faldas del volcán, se encuentran los bosques de queñuales (Polylepis), cuyas especies endémicas del Perú se encuentran en peligro de extinción.

El investigador de la UNSA Lunsden Coaguila explica que “no es fácil tomar muestras de suelo a tanta altitud”. En el estudio, realizado en colaboración con investigadores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ha sido crucial la colaboración de la Comunidad Campesina Polobaya y la de la Comunidad Campesina Pocsi, que han permitido el acceso a las áreas de toma de muestras. “También, hemos contado con el apoyo del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre de Arequipa”, relata el experto.

En Perú, la mayor parte de los incendios se producen de julio a octubre. El proyecto de vigilancia por satélite Queimadas registró un máximo histórico de 7.037 focos en septiembre de 2024. “En una región como Arequipa, situada en una zona desértica, comprender el papel de los suelos bajo nuevos regímenes de incendios es esencial para evaluar la resiliencia de estos ecosistemas frente al cambio climático”, afirma el investigador de la UMH.

Mataix opina que, cuanto más sepamos, más podremos ayudar a diseñar estrategias de prevención y de tratamiento postincendio que ayuden a mitigar los efectos del aumento de las temperaturas y de la sequía intensificada. “Es tan necesario en Perú como en España”, concluye el experto, “aunque el fuego es un fenómeno natural, la crisis climática está exacerbando estos fenómenos y debemos hacer todo lo posible para adaptar los ecosistemas a las nuevas circunstancias y hacerlos más resilientes”.

 

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