Hay que ser un cabeza dura o mejor, un vasco cabeza dura como Sebastián De Arriortua para implementar con éxito un proyecto de silvicultura con algarrobo blanco en el oeste del Chaco (Argentina).
Y como no podía ser de otro modo, es en el establecimiento La Posta de los Vascos, ubicado en Concepción del Bermejo a 230 kilómetros de Resistencia, donde de la superficie total de 1095 hectáreas están afectadas las 182 hectáreas forestadas de esta especie nativa que produce una madera de altísima calidad y precio.
Desde hace quince años, a fuerza de prueba y error y sin prisa pero sin pausa, De Arriortua realiza una experiencia que puede ser revolucionaria para el norte argentino. Ver para creer: a principios del invierno se podía observar una alta carga de animales pastoreando una todavía verde pastura subtropical protegida por un techo formado por la copa de los algarrobos. ¿Es ésta una producción a cielo abierto? Parece que dejó de serlo desde el momento en que esta especie de techado vegetal entrega sombra en los veranos de más de cuarenta y cinco grados, y en los inviernos protege a las pasturas de las heladas. Vale tener en cuenta que en las condiciones climáticas extremas del Chaco, a pocos kilómetros de Pampa del Infierno, el bienestar animal es una cuestión decisiva. Un vacuno puede llegar a utilizar del 15% al 20% del consumo para regular la temperatura.
La antigüedad de los lotes forestados con algarrobo en Los Vascos va desde los que ya tienen más de diez años hasta los recién plantados, en medio de un lote laboreado.
Sin interrupción, todos los años se realizaron plantaciones. Las distancias de plantación de 6 metros por 4 metros, por la que se obtiene una densidad de 416 plantas por hectárea, y los trabajos de poda permiten que se pueda trabajar a caballo con la hacienda y que entre la maquinaria agrícola. Los suelos seleccionados para la forestación fueron evidentemente los más degradados con problemas de salinidad y menos aptos para la agricultura.
Además de proveer de sombra, el algarrobo se convierte en un factor activo en la provisión de nutrientes del suelo. Es un gran fijador del nitrógeno del aire por la asociación que se produce entre las bacterias y sus raíces, a lo que hay que agregar la acción de hongos micorríticos que incrementan la absorción de fósforo. Esta fertilización natural y nitrogenada que brindan los algarrobos tiene impacto en la digestibilidad y proteína de las pasturas subtropicales, justo sobre su talón de Aquiles. Se midió de un 12 a un 13% de proteína en esquema silvopastoriles mientras que los Gatton Panic a campo abierto, registraron de un 10 a un 12% de proteína, con caídas al 7- 8% en pasturas de más de siete años. En Los Vascos, debajo del monte de algarrobos, se lograron ganancias diarias que van de los 800 gramos diarios al kilo de septiembre a marzo.
A la contabilidad del algarrobo, además de la madera de extraordinarias características físicas y mecánicas que entrega en los raleos y en el corte final, la leña, el carbón, la sombra y el aporte de nitrógeno recién mencionado hay que agregar dos activos más. En primer lugar, el excelente aprovechamiento del agua de lluvia del sistema, debido a que por la profundidad de las raíces del algarrobo no hay competencia por el agua con la pastura.
En segundo lugar, la producción de chaucha o algarroba que es un alimento extraordinario tanto en energía como en proteína para alimentación del ganado.
Cada algarrobo puede dar de forma muy fluctuante, de 5 a 20 kilos de algarroba por año. Si se multiplica por la cantidad de algarrobos por hectárea (a los diez años la densidad puede estar en las 300 plantas), se llegará a la conclusión de que este sistema se parece también al de un feedlot o engorde a corral a grano.
Sebastián de Arriortúa fue toda su vida un dirigente rural que ahora se desempeña como subsecretario de Ganadería del Chaco. Mantiene a raya la pasión del pionero; tiene un liderazgo indiscutido en la forestación con algarrobo, con la prudencia del productor que arrastra muchas campañas bajo el lomo. «Creo que la estrategia más acertada para producir aquí es la diversificación con sistemas sustentables. Es cierto que en el corto plazo la agricultura tiene mejores márgenes económicos. Pero me animo a pensar que en una serie más larga de años este esquema silvopastoril con algarrobos, además de ser más sustentable que la agricultura, también es más rentable.»
La presencia durante la recorrida de Los Vascos de la presidenta del Instituto de Investigaciones Forestales Agropecuarias (IIFA) María Rosa Vargas de Farana, de Carlos Lima, director general del IIFA, Ana María Vasilkoff, ingeniera forestal de la institución y el ingeniero Edgardo Leonhardt del INTA, tiene que ver con el apoyo oficial y el compromiso asumido en este proyecto.
«Está claro que estamos dando los primeros pasos, aprendiendo a domesticar una especie nativa, silvestre, como es el algarrobo blanco, con los métodos tradicionales de la silvicultura», afirma Vasilkoff.
En el Chaco hay una tradición de extracción de madera. La tasa de reposición siempre estuvo por debajo de cualquier parámetro lógico. «Los primeros agrónomos forestales llegaron a la provincia del Chaco en los años noventa. Hasta ese momento había muy pocos precedentes en reforestación en general y mucho menos con el algarrobo. Pero ahora existe un mayor interés por forestar con especies nativas», agrega María Rosa Vargas de Farana.
De Arriortúa es un convencido de que en la provincia hay que «reforestar y recuperar la masa boscosa y de esta forma tendremos un beneficio de por vida». La experiencia de años realizada en Los Vascos es la mejor prueba que productividad, renta y ecología no siempre deben estar enfrentados. Ni siquiera en los ambientes más extremos como el oeste chaqueño.
CICLO COMPLETO Y ENGORDE A CORRAL
En Los Vascos se obtienen producciones por hectárea de 300 kilos de carne sobre las 600 hectáreas afectadas a la ganadería. Realizan el ciclo completo y utilizan el engorde a corral como herramienta estratégica.
A la silvicultura con algarrobos no se la debe tomar como una actividad de largo plazo. Por la poca densidad de plantas se pueden intercalar cultivos y hacer agricultura durante los primeros dos o tres años. Además, las podas y raleos producen recuperos desde el sexto año.
Fuente: La Nacion
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