Una microbióloga y diseñadora de modas alemana, Anke Domaske, creó telas con leche en mal estado. La iniciativa no sólo ofrece una nueva alternativa sustentable y biodegradable para el mercado textil, también recicla miles de litros de leche agria que, en ese país, no tiene ningún uso, por lo que son desechados.
En San Luis se utiliza en los tambos como un alimento complementario para darles a los terneros.
La realidad en San Luis es otra. Por ejemplo en el tambo de Martín Pasman, ubicado en Luján, usan la leche que no está apta para la venta al público como alimento para los terneros, a los que engordan para vender a los frigoríficos para carne.
Los tamberos alemanes tiran alrededor de dos millones de toneladas de leche cada año, cantidad suficiente para llenar 770 piletas olímpicas. QMilk, la empresa de modas que fundó en 2011 la microbióloga, usa 1.000 toneladas de leche residual cada año y paga alrededor de cuatro centavos de dólar por litro. Una ganga.
El proceso consiste básicamente en dejar que la leche se agríe y seque hasta convertirse en polvo de proteína. Posteriormente se mezcla con agua y otros ingredientes de origen natural para formar una masa esponjosa de la cual se sacan los hilos para formar la tela. La científica sólo usa leche que es desechada y asegura que se necesitan dos litros para crear un kilo de tela, que en el mercado se puede vender por unos 27 dólares.
Actualmente la compañía trabaja con unos 20 productores lácteos alemanes, aunque Domaske tiene planes de expandirse. Dice que la tela a base de leche agria es suave como la seda, biodegradable, antibacterial, lavable y proporciona frescura durante la temporada de calor y tibieza en el invierno.
Todo por la familia
La diseñadora de modas alemana revoluciona la industria textil europea con su creación, a todas luces innovadora, una tela hecha con elementos naturales (como la leche agria o descompuesta, no apta para consumo) que sirve para fabricar ropa. A pesar de que su producto se hizo conocido recientemente, su historia comenzó en 2009, cuando tenía 26 años.
Ese año su padrastro fue diagnosticado con leucemia. Entre tantos cambios, la posibilidad de comprar cualquier prenda para vestir se redujo considerablemente, ya que la mayor parte de los productos textiles le causaban alergia al entrar en contacto con su piel. Descubrieron que esa reacción era por los químicos que se usan para producir prendas.
Con miras a mejorar la calidad de vida del hombre que había cuidado de ella, decidió crear una tela ciento por ciento natural. Para eso se basó en un viejo proceso que consistía en la fabricación de fibras de caseína a partir de leche. Luego de 3.000 recetas y 9 meses de pruebas fue capaz, junto con su equipo, de crear una tela que no se disolviera en el agua.
Nada se pierde
El tambo de Pasman, que ha pasado por todos los inconvenientes que padecen los productores de leche en Argentina, sigue en pie de la mano de los hermanos Nicolás y Claudio Chiappero, quienes le contaron a El Diario que de «los casi 24.000 litros diarios que producen, hay alrededor de 600 litros, un cuatro por ciento del total, que no sirven para el mercado porque tiene mal gusto y es rechazada por los consumidores. Sin embargo nosotros lo usamos como alimento complementario para los terneros, porque ellos no notan la diferencia. A veces, como la cantidad de leche agria no es suficiente, les damos otra parte en buen estado para completar la dieta», dijo uno de los hermanos, que se tomó unos minutos para contar la realidad que se vive en San Luis en materia de desperdicios lácteos.