Parámetros para Evaluar la Calidad de los Forrajes

COMPARTIR

Palatabilidad, digestibilidad e ingestión, el contenido de nutrientes y los factores antinutritivos son algunos de los principales factores que afectan al buen aprovechamiento de los animales.

Los forrajes son la parte vegetativa de las plantas cortada para ser consumidos por el ganado en verde o bien para ser conservados (ensilado y henos). Se caracterizan por su elevado contenido en fibra, más del 30% de la materia seca es fibra neutro detergente (FND). Son una parte muy importante en las raciones de rumiantes ya que estimulan la rumia y la salivación manteniendo un pH adecuado del rumen. Así se facilita el crecimiento de la flora ruminal equilibrada y favorece la síntesis de la grasa de la leche.

Para producir buenos forrajes debemos conocer los factores que afectan a su calidad. La calidad de un forraje varía mucho entre especies pero también dentro de un mismo cultivo. Por ello es muy importante realizar su análisis para determinar el contenido en nutrientes y conocer su valor nutritivo. Un forraje de mala calidad no nos permite conseguir los rendimientos productivos deseados, y nos obliga a incrementar la suplementación de concentrados, reduciéndose así el margen neto de la explotación.

Factores que afectan a la calidad de un forraje

Recomendaciones sobre el estado de un forraje para ser cosechado:

TIPO DE FORRAJE MOMENTO ÓPTIMO DE RECOLECCIÓN
Forrajes henificados
Leguminosas Abotonamiento, 10% de floración
Hierba Encañado al espigado (20-30 cm)
Mezclas Según estado de leguminosa
Forrajes Ensilados
Maíz Pastoso a vítreo (60-70% Hpe)
Cebada, Centeno Principio floración o pastoso-blando

En los forrajes que admiten varios cortes o cosechas por temporada, deberemos tener en cuenta que a partir del segundo rebrote, cuanto más tiempo transcurre entre los cortes más aumenta el contenido en material lignificado y menor es su calidad, siendo aconsejable no superar las 4-6 semanas entre cortes sucesivos. Los diferentes métodos de conservación de forrajes por muy bien que se lleven a cabo, suponen pérdidas de materia seca, que son asumibles siempre y cuando la técnica de conservación se aplique de forma correcta. En cualquier caso, hay que intentar minimizar dichas pérdidas de valor nutritivo.

Valoración de la Calidad in situ y en el Laboratorio

Las características organolépticas (color, olor, textura, etc.) de los forrajes nos permiten tener una primera idea sobre la calidad del forraje que siempre deberemos complementar con su correspondiente análisis físico-químico.

El color de un forraje de calidad debe ser muy parecido al que tenía en el momento previo a ser cosechado, generalmente color verde. Los colores pajizos en los henos nos indican que estos forrajes han sido recolectados en una fase avanzada de su estado de madurez, por lo que su calidad nutritiva ha bajado mucho (muy típico en forrajes de gramíneas). Los colores castaños o atabacados son típicos de henos con excesiva humedad, más del 15% o ensilados con fermentaciones inadecuadas (fermentaciones aeróbicas), que reducen la digestibilidad de la proteína bruta.

Otro aspecto a valorar es el olor, normalmente un forraje huele a hierba, y debe mantener ese olor agradable a lo largo de su conservación, descartando como forrajes de calidad aquellos que huelen a moho, estiércol o purín y cualquier otro olor extraño.

Es muy importante la proporción de hojas y tallos en los forrajes conservados, especialmente en los henos, ya que una escasa presencia de hojas nos puede indicar recolecciones tardías, pero sobre todo una mala tecnología de cosecha y henificación en leguminosas. Un secado excesivo de los mismos, va a producir una pérdida considerable de hojas, durante las operaciones finales del proceso (volteo, ahilerado y empacado).

En el caso de alfalfas deshidratadas y en rama debemos fijarnos también en que las hojas mantengan sus estructuras, mediante el empleo de temperaturas y tiempos de deshidratación adecuados, se evitará la pulverización y formación excesiva de finos que en el caso de especies como el caprino resultan menos apetecibles.

Otro factor que se puede valorar con sencillez es la temperatura de los forrajes conservados. Así, en henos empacados se debe comprobar la temperatura del interior de los paquetes, lo que se puede hacer fácilmente introduciendo la mano en pacas pequeñas o con una sonda en las pacas grandes. Temperaturas superiores a las del ambiente nos van a indicar que estos forrajes han sido empacados con un grado de humedad que no es el adecuado.

Los ensilados también se pueden valorar fácilmente in situ, sólo con nuestros sentidos, teniendo en cuenta el color y olor, como ya se ha comentado anteriormente. Pero también se pueden apreciar la relación hojas y tallos, la consistencia de estos últimos, y la cantidad y estado del grano, que nos va a indicar el momento optimo de recolección.

En los ensilados también es importante la valoración aproximada del grado de humedad. Así, por ejemplo, en el silo de maíz es importante que la humedad no sea excesiva (al coger y apretar un puñado de silo con la mano nunca deben chorrear gotas de agua). Una humedad demasiado alta va a determinar una pérdida del valor nutritivo por aumento de lixiviados, y un aporte menor de nutrientes como consecuencia de la disminución de ingesta de materia seca por los animales.

El análisis químico, junto a la valoración organoléptica del forraje nos permite tener una idea muy aproximada de su grado de calidad. Para los forrajes henificados los parámetros químicos mínimos a analizar son la materia seca (MS), proteína bruta (PB), fibra ácido detergente (FAD), fibra neutro detergente (FND) y cenizas. En ensilados mediremos también el pH. Y en el caso de ensilados de cereales analizaremos también su contenido en almidón.

La ingestión de materia seca de un forraje está inversamente relacionada con el contenido en fibra neutro detergente (FND). La digestibilidad de materia seca es un valor relacionado con el contenido de fibra ácido detergente detergente (FAD). El valor relativo forraje (VRF) liga estos dos factores: ingestión de materia seca y digestibilidad del forraje, que a su vez determinan el rendimiento productivo.

La elección y el manejo de los forrajes debe ser la base de una buena alimentación en las explotaciones de rumiantes. El forraje constituye un porcentaje muy importante de las raciones diarias suministradas a los animales, por lo que va a tener un gran impacto sobre la producción y los costes de alimentación y la salud del rebaño.

Conseguir forrajes de calidad, requiere planificación, buen manejo y formación siendo necesario una alto grado de implicación por parte del ganadero en este trabajo.

La apetecibilidad o palatabilidad del forraje. Los rumiantes seleccionan los forrajes por el olfato, tacto y gusto. La apetecibilidad de un forraje depende de su contenido en humedad, de su textura, del porcentaje de hojas frente a tallos, del tipo y momento de abonado, de la forma de cosecha y conservación, del contenido en factores antinutritivos que pueden afectar al gusto y de la presencia de plagas y hongos.

Digestibilidad e ingestión. La digestibilidad de un forraje indica la proporción del mismo que es retenida y digerida a lo largo del tracto digestivo del animal. Cuanto mayor es la digestibilidad mayor es su utilización nutritiva. La digestibilidad del forraje depende sobre todo del grado de madurez de la planta o de la fase de su desarrollo vegetativo. En las fases tempranas del desarrollo de las plantas, se dan los valores más elevados de digestibilidad de la materia seca. Es cuando hay mayor proporción de hojas en la planta y menor contenido en materiales lignificados. Sin embargo, al final del ciclo vegetativo aumenta la proporción de tallos, la fibra está más lignificada, y la digestibilidad de la materia seca disminuye.

Generalmente, a mayor palatabilidad y digestibilidad mayor ingestión de forraje. La capacidad de ingesta del animal (expresada en materia seca ingerida en 24 horas), viene determinada en gran medida por el tiempo de tránsito por el aparato digestivo que precisa cada forraje, que será menor cuanto más digestible sea. Trabajando en forrajes de calidad se consigue una mayor ingesta diaria del animal, lo cual repercutirá en una mayor producción.

Contenido en nutrientes. Los diferentes forrajes tienen contenidos en humedad muy altos, que varían entre el 60 y 90%. Para poder comparar el valor nutritivo de un forraje con el de otro, hay que expresar su contenido en nutrientes siempre sobre materia seca.

Las leguminosas (alfalfa, veza, esparceta, etc.) tienen contenidos en proteína bruta entre el 15 y el 23%. Las gramíneas (cereales, ray-grass, festuca, etc.) entre el 8 y el 18%. La ingesta de materia seca es más elevada para las leguminosas dado que la digestibilidad es mayor como consecuencia de su mejor relación hojas/tallos. Sin embargo, su concentración energética es muy parecida. Todos los forrajes son ricos en calcio, potasio y vitaminas liposolubles.

Factores antinutritivos (FAN). En los forrajes existen componentes de los mismos, relacionados con el efecto protector de la planta frente a plagas y hongos que pueden reducir la palatabilidad del forraje. Sin embargo los rumiantes son poco sensibles a los FAN ya que hidrolizan la mayor parte de estos componentes mediante su flora ruminal. Los FAN más habituales son taninos, saponinas, cianoglucósidos, alcaloides y solaninas.

Otros factores que afectan a la calidad. El momento de recolección o de madurez del forraje es uno de los factores que más afecta a su calidad puesto que a mayor grado de madurez mayor contenido en fibra neutro detergente (FND), menor digestibilidad de materia seca y menor proporción de hojas/tallos.

Forrajes