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Muestran a Ganaderos Chilenos Avances de Trabajo con Brassicas Forrajeras para el Ganado

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INIA Tamel Aike (Chile) presentó los avances de un proyecto apoyado por FIA, para introducir las brassicas forrajeras como una alternativa nutricional más rica para la alimentación de bovinos en esta región al sur de Chile. 

Con un día de campo, INIA Tamel Aike presentó los avances a la fecha de su trabajo —cofinanciado por la Fundación para la Innovación Agraria de Chile (FIA)— para introducir brassicas forrajeras, como recurso alimenticio más energético para el ganado de la Región de Aysén durante el invierno.

La actividad fue encabezada en Puerto Aysén por el seremi de Agricultura de la Región de Aysén, Raúl Rudolphi, y autoridades de INIA Tamel Aike. También asistieron autoridades regionales, representantes de los servicios del agro, profesionales, técnicos y ganaderos de las comunas de Puerto Aysén y Coyhaique.

La jornada abordó temas productivos y de manejo de los cultivos, además de temas relacionados con salud animal asociada al consumo de las brassicas.

La actividad de transferencia tecnológica se enmarcó el proyecto «Aumento de la disponibilidad de forraje en pie, en el período de otoño-invierno, en base a cultivos forrajeros no convencionales, para los sistemas ganaderos ovinos-bovinos de la Patagonia Húmeda de la Región de Aysén», ejecutado por INIA Tamel Aike.

El seremi de Agricultura de la Región de Aysén, Raúl Rudolphi, señaló que “una de las falencias históricas en el segmento productivo, es la necesidad de forraje para los meses de invierno. Una alternativa que ha implementado INIA es el uso de brassicas, a través de ensayos en diversos puntos de la región, lo que ha permitido monitorear la rentabilidad económica y los resultados en el ganado en su utilización”.

Por su parte, el director regional de INIA Tamel Aike e investigador del proyecto, Christian Hepp, destacó las características de este tipo de cultivos —entre los que se encuentran nabos forrajeros, rutabagas, raps y coles forrajeras, por ejemplo— que ofrecen mejores alternativas para romper la estacionalidad productiva en la región. “Los resultados han sido de gran interés para los productores y productoras de ganado, tanto en crianza como en recría y engorda”, puntualizó Hepp.

Calidad Nutricional

El trabajo en terreno continuó con charlas técnicas. En una de ellas se mostraron las evaluaciones, efectuadas a la fecha, de los cultivos de brassicas forrajeras en la zona húmeda. Estos permiten acumular una importante cantidad de materia seca (en muchos caso sobre 10 ton/ha) y de muy buena calidad nutricional, especialmente en términos de energía (3.1 Mcal/kg), factor determinante en la alimentación animal invernal, especialmente de abril a septiembre, época en que el crecimiento de las praderas se ve restringido.

Posteriormente, Hepp presentó algunas experiencias de engorda animal invernal con brassicas forrajeras en la zona intermedia (Valle Simpson). Una de ellas, en donde se alimentaron novillos híbridos (Hereford x Aberdeen Angus) con un peso inicial de 360 kg promedio entre mayo y julio con una dieta basada en nabos de raíz.

Los resultados mostraron ganancias de peso diarias que estuvieron entre los 0.7 y 1.2 kg/día, dependiendo del manejo de las raciones.

A juicio del ejecutivo de Innovación Agraria de FIA y supervisor del proyecto, Fernando Arancibia, “esta iniciativa ofrece una verdadera revolución en la disponibilidad de forraje para los ganaderos de Aysén en los períodos de mayor escasez, lo que permitiría disponer de animales listos para el mercado a la salida del invierno. Sería muy relevante que esta solución sea masificada entre los ganaderos, especialmente de la AFC, a través del instrumento de Praderas Suplementarias y Recursos Forrajeros de INDAP”.

Características de las Brassicas

La principal ventaja de las brassicas es que presentan especies de corto y largo período vegetativo, como los nabos forrajeros, el raps forrajero, las rutabagas y coles forrajeras.

Poseen gran resistencia a las bajas temperaturas y a la sequía, y, por la rusticidad de su cultivo, son capaces de adaptarse a suelos marginales y levemente ácidos, y en terrenos donde —por razones de clima— no es posible cultivar especies forrajeras tradicionales como maíz y alfalfa.

Además, el raps y los nabos forrajeros se caracterizan por su rápida entrada en producción, ya que entre siembra y utilización necesitan en promedio de 90 a 120 días para su crecimiento. Las coles forrajeras y las rutabagas, por su parte, requieren de un período de tiempo que va de los 150 a los 220 días.

En cuanto al rendimiento, las brassicas forrajeras presentan altos niveles de producción. Por ejemplo, 16 a 18 toneladas de materia seca (MS) por hectárea en rutabagas y coles forrajeras; entre 10 a 12 ton MS/ha en raps forrajero;, y entre 12 a 15 ton de MS/ha en nabos forrajeros:

Todas son referencias del hemisferio sur, una vez que las especies han alcanzado su madurez de cosecha.

En cuanto a su calidad, hay que destacar el alto contenido de proteínas que aportan las hojas de estas especies como alimento animal, las que pueden llegar a valores de 15% a 25%, mientras que las raíces de nabos y rutabagas pueden alcanzar valores de 10% a 15%

Fuente: INIA

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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