Mexico y El Mundo padecen hoy la crisis del agua que ya se pronosticaba en una reunión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

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El mundo y México padecen hoy la crisis del agua que ya se vaticinaba en una reunión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) realizada en Mar del Plata, Argentina, en 1977. Ese futuro que se advertía hace casi 50 años “ya lo tenemos en 2022”, pues una cuarta parte de la población mundial padece estrés hídrico, advierte el doctor Fernando González Villarreal.

El director del Programa de Manejo, Uso y Reúso del Agua en la UNAM (PUMAGUA) agrega: “Más de 80 % del agua disponible en las cuencas hidrológicas ya se está utilizando para poder atender la demanda del vital líquido en el mundo”.

México, con desiertos en cerca de la mitad de su territorio, también tiene un estrés hídrico extremadamente alto. A la vez, en otras regiones del país ocurren muchas precipitaciones que causan inundaciones y daños que impiden su desarrollo económico. Hay periodos o años de sequía y de abundancia –respectivamente– por abajo y por arriba del promedio anual.

Ante la crisis del agua, dice González Villarreal, es necesario alcanzar la seguridad hídrica, presente y futura, que se compone de cuatro elementos: Uno, garantizar el abastecimiento de agua, de buena calidad, en la cantidad adecuada para toda la población, incluyendo zonas periurbanas y zonas rurales; dos, contar con una cantidad suficiente de agua para el desarrollo saludable del medio ambiente; tres, tener agua para las actividades económicas (producción industrial, de alimentos, de energía, etcétera), y cuatro, garantizar estas tres cosas, incluso ante la ocurrencia de fenómenos hidrometeorológicos extremos, como sequías e inundaciones, que son cada vez más extremas por el cambio climático.

Particularmente, México presenta condiciones desfavorables para alcanzar esa seguridad hídrica, asegura González Villarreal, investigador del Instituto de Ingeniería. El noroeste mexicano, por ejemplo, padece una gran sequía. Ciudades como Monterrey están en una situación complicada. Cuencas enteras, como la del Río Conchos, en Chihuahua, presentan escasez importante.

Por esa razón, la UNAM participa activamente en la solución de la crisis del agua, con base en tres iniciativas:

  • PUMAGUA. Busca ser ejemplo de buen manejo, reúso y tratamiento. En la Universidad, por ejemplo, se utiliza más eficientemente este recurso, reduciendo las pérdidas, y su distribución en los más de 180 bebederos de CU es potable.
  • Red del Agua UNAM. En ella participan más de dos mil personas, 27 distintas dependencias universitarias relacionadas con el agua y 15 grupos de análisis. Su objetivo es constituirse como una red social de conocimiento que fomente la cooperación entre todos dentro de la Universidad. Fundada hace más de 10 años, incentiva indagaciones, cursos y difusión de la cultura para aprovecharla mejor.
  • Centro Regional de Seguridad Hídrica para América Latina y el Caribe, auspiciado por la Unesco. Desde hace dos años y medio se cuenta con él para promover precisamente la seguridad hídrica en nuestra región.

Círculo vicioso

La experiencia de PUMAGUA, dice su director, puede replicarse no sólo en Ciudad de México, sino también en las 74 áreas metropolitanas del país y en las más de cien mil comunidades que reciben agua, las cuales, en general, tienen problemas en la distribución de buena calidad.

En México todavía unos 10 millones de habitantes no reciben agua en su casa. Y hay muchos más que, por la epidemia del cólera (se transmite por agua) ocurrida en 1992 en el país y por un servicio público que no garantizaba su calidad, comenzaron a comprar –a un precio caro– embotellada, en garrafones, cubetas o pipas para abastecerse.

Según la ONU, lo que debe pagarse por el agua no debería pasar de tres a cuatro por ciento del ingreso familiar. En México, menciona el doctor González Villarreal, un hogar promedio gasta en botellones y botellas de agua, hasta 300 pesos al mes. Sin embargo, para muchas personas el gasto es doble. Pagan por el suministro público y, al no recibir agua las 24 horas, compran tinacos, botellones y botellas, cuyo costo sobrepasa cuatro por ciento del ingreso mensual familiar.

México tiene los índices más altos del mundo en consumo de agua embotellada por la falta de confianza en el abastecimiento público. Una encuesta en la UNAM en 2019 mostró que su comunidad gastaba hasta dos millones de pesos diarios en botellas de agua.

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