La amenaza de la fiebre aftosa en Australia ha hecho que los criadores de ganado bovino consideren congelar semen y óvulos para preservar los linajes

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Tras el reporte en Australia sobre la detección de fragmentos del virus de fiebre aftosa en un producto de carne de res en el aeropuerto de Adelaida, ganaderos e industriales están en alerta por una eventual reaparición de la enfermedad en su territorio.

Si bien los líderes como el presidente del Consejo de la Industria de la Carne Roja, John McKillop, han insistido que Australia es “libre de fiebre aftosa, dermatosis nodular contagiosa y peste porcina africana”, la incertidumbre no escapa a los propietarios de ganado vacuno.

Ante este riesgo de contagiarse de fiebre aftosa, los criadores de ganado han considerado congelar el esperma y los óvulos para proteger su genética, como reportó ABC.

El virus animal altamente contagioso que se propaga a través del ganado bovino, ovino, porcino y caprino se ha detectado en Bali en Indonesia, uno de los destinos en Indonesia más visitados por los turistas, lo que pone a los productores australianos en alerta máxima.

La detección del virus en territorio australiano significaría que millones de animales podrían ser sacrificados, deshaciendo generaciones de programas de cría diseñados para producir los mejores animales para la venta en los mercados nacionales e internacionales.

Por ello, algunos criadores de sementales están investigando la opción de congelar y almacenar semen de toro y embriones como seguro para reconstruir su hato. El veterinario Ced Wise reveló a ABC que ha recibido numerosas consultas sobre este procedimiento.

“Tendrías que mantener tu diversidad genética en la manada y luego reconstruirla a partir del material genético que has almacenado”, aseguró, añadiendo que si bien las técnicas de reproducción artificial son costosas, los criadores estaban sopesando los costos frente a los riesgos.

“Congelar un embrión, ponerlo en nitrógeno líquido para su conservación, que podemos hacer con bastante éxito, le costará del orden de $200 a $300 (620 000 a 933 000 pesos colombianos)”, dijo. Para lograr un ternero vivo serían entre 400 a 600 dólares australianos ($1’240.000-$1’864.000).

Si bien el almacenamiento de semen de toro es más barato, sin los embriones algunas ganaderías solo estarían almacenando la mitad de la genética que han desarrollado durante décadas.

El Dr. Wise explicó que “es fundamental tener genética desarrollada en Australia, exclusiva de Australia y del entorno australiano”, y aunque se han importado razas de diversos países a lo largo de la historia, “todas se han adaptado a los entornos australianos”.

Para la industria de la carne de res de Australia, los rasgos específicos como la resistencia al calor y las garrapatas, la calidad de la carne y la fertilidad en los climas del norte del país son exclusivos de los animales criados aquí y no serían fácilmente reemplazados por líneas de sangre del extranjero.

La amenaza de la aftosa en Australia no es nueva

El medio australiano consultó al criador escocés de ganado charolais, Hamish Goldie, que tuvo que sacrificar todo su hato tras el brote de aftosa en Reino Unido en 2001. Alrededor de 6 millones de animales se perdieron en ese brote que, según Goldie, fue un momento sombrío para todos.

“No es que muchas personas tuvieran planes para almacenar genética y tal vez mirando hacia atrás es algo en lo que deberíamos haber pensado. Realmente no tuvimos la oportunidad de avanzar lo suficiente como para planificar la preservación de la genética”, declaró.

Instó a los productores australianos a considerar preservar sus líneas de sangre mientras pudieran. En su caso, si bien Goldie pudo reconstruir usando vacas de áreas no afectadas por el brote, manifestó que se hizo más difícil al no tener acceso a su propia genética.

Sin embargo, no hay duda de que se trata de una tarea titánica preservar la división genética, como indicó Alice Greenup, ganadera y directiva en el Consejo de Ganado de Australia.

La criadora afirmó que la congelación no era algo que estuviera explorando por ahora, aunque ya almacena parte de su genética. Sostuvo que la amenaza de la incursión de enfermedades no era nueva para la industria y que el sector ganadero tenía que permanecer alerta.

“Esto no es solo una cosa a corto plazo, esto potencialmente estará a la vuelta de la esquina durante siete a 10 años. Las incursiones potenciales siempre han sido un riesgo y es algo con lo que debemos vivir y aprender a lidiar a largo plazo”, señaló.

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