Un estudio ha demostrado la relación entre la exposición a los animales de abasto y la disfunción entérica infantil.
La disfunción entérica ambiental, también llamada EED, por sus siglas en inglés, se caracteriza por una inflamación crónica del intestino. Es un problema de salud silencioso en los países de ingresos medios y bajos, y se cree que los patógenos que afectan los intestinos desempeñan un papel en su desarrollo.
Los niños y adultos que tienen EED pueden no tener dolor ni síntomas claros, pero es probable que experimenten ciertas infecciones y deficiencias nutricionales. Las diminutas vellosidades en forma de dedos que recubren sus intestinos son más planas que las que se observan en personas sanas, lo que tiene implicaciones en la correcta absorción de los nutrientes.
La enfermedad es especialmente problemática para los niños porque está fuertemente relacionado con retraso en el crecimiento, una condición en la que los niños son estadísticamente mucho más bajos que el promedio. Esto, a su vez, está relacionado con un menor desempeño educativo, un mayor riesgo de sufrir enfermedades crónicas como la diabetes e incluso una reducción de la esperanza y la calidad de vida. En 2020, el retraso del crecimiento afectó a 149 millones de niños menores de cinco años en todo el mundo.
Sobre esta enfermedad, los investigadores carecen de una comprensión clara de las causas, cómo eliminarla o incluso qué intervenciones ambientales, higiénicas o nutricionales podrían mitigar sus efectos. Pero hay algunas pistas que están ayudando a enfocar el problema con mayor claridad. Por ejemplo, una de las opciones barajadas, es que los patógenos que promueven la EED son transmitidos por el ganado. Por lo tanto, una mejor comprensión de las conexiones entre el ganado y la salud intestinal de los niños podría conducir a intervenciones para romper el ciclo de exposición e infecciones y mejorar la nutrición infantil.
RIESGOS Y BENEFICIOS DE LA PRODUCCIÓN DE GANADO
En un artículo publicado recientemente, un grupo de investigadores ha analizado las conexiones entre la producción de ganado animal en pequeña escala, la salud intestinal infantil y la EED.
“El aspecto novedoso de este trabajo es que vinculamos tres revisiones de literatura en una”, apuntan los autores. Que sepamos, nadie ha realizado un análisis colectivo de riesgo-beneficio sobre la nutrición infantil”.
La producción ganadera tiene beneficios y riesgos claros, explican. Puede sacar a los hogares de la pobreza, proporcionar ingresos y nutrición, mejorar el empoderamiento de las mujeres y ser un indicador importante de los resultados de salud infantil dentro del hogar. Las familias pueden criar animales como fuente de alimentos para la venta o para su propio consumo. Pero los riesgos, según indican, también están asociados a estos aspectos positivos, como la exposición y la infección por patógenos entéricos de las heces de los animales. En resumen, las conexiones entre tener ganado y la nutrición infantil son complejas, porque mientras el ganado proporciona una importante fuente de ingresos o alimentos ricos en nutrientes, a veces los animales albergan patógenos. Y los niños que se benefician de los ingresos adicionales o la nutrición de la cría de ganado también están expuestos a estos agentes y, a veces, se infectan con ellos.
“Al observar tanto los beneficios como los riesgos de la producción ganadera en pequeña escala, se pueden comprender mejor las complejas conexiones con la salud de los niños”. Los autores plantearon la hipótesis de que los beneficios nutricionales de las familias que crían ganado pueden verse anulados por los efectos en los niños de la exposición a patógenos entéricos zoonóticos, principalmente de las heces de los animales. Pero reconocen que este punto solo puede ser cierto cuando se carece de medidas adecuadas de saneamiento e higiene. Nadie ha realizado previamente un análisis de riesgo-beneficio para analizar esto aparte.
GANADERÍA, PATÓGENOS Y SALUD INTESTINAL DE LOS NIÑOS
La revisión encontró 16 grupos de patógenos diferentes que eran culpables de EED: tres virus, ocho bacterias, cuatro protozoos y un parásito. Varios de estos pueden pasar de los animales a las personas y luego se vincularon a biomarcadores específicos de EED, como la inflamación intestinal o el retraso del crecimiento.
Los investigadores también exploraron las diversas vías por las cuales los niños pueden infectarse con estos patógenos, que incluye el contacto con animales, ya que “vivir en una granja que posee ganado, la densidad del ganado y el sacrificio de animales en el hogar se relacionaron con Campylobacter, Salmonella y Giardia”.
Además, los autores encontraron patógenos transmitidos por el agua. “El uso de agua no tratada, el acceso deficiente a agua potable segura, el hacinamiento en el hogar, la eliminación inadecuada de basura y el contacto con aves de corral en las áreas de vivienda se relacionaron con Campylobacter, E. coli, Giardia y otros parásitos”.
INTERVENCIONES PARA ROMPER EL CICLO
Los ensayos aleatorios han demostrado que simplemente mejorar el agua, el saneamiento y la higiene no es suficiente para disminuir la carga de EED y el retraso del crecimiento. Por lo tanto, también exploraron métodos de intervención para reducir la exposición a heces de animales, que es una fuente importante de exposición a patógenos. Descubrieron que algunas intervenciones pueden ser efectivas para romper el ciclo de exposición.
En primer lugar, es esencial practicar la eliminación y el manejo adecuados de los desechos animales para reducir la exposición de los niños dentro o alrededor del hogar. Esto también protege las fuentes de agua, el suelo y los campos de la contaminación. “Los digestores de biogás son una forma eficaz de hacerlo, ya que fomentan un entorno con mayor temperatura y actividad biológica, que mata a los patógenos o reduce su abundancia”.
Otro método para limitar la exposición de los niños a las heces de los animales es “acorralar a los animales pequeños, pero esto solo tiene el mismo éxito si se intenta mantener a los niños fuera de los corrales, o si el cuidado de los animales, especialmente las gallinas, no es tarea de los niños”.
Por último, mejorar la seguridad microbiana de los alimentos de origen animal, como la leche y los productos lácteos, es otra área en la que las intervenciones podrían ayudar a mitigar la exposición a patógenos.