Como Bajar el Estrés de Calor en Vacas Lecheras

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El calor del verano representa en la actualidad una de las principales barreras para alcanzar mayores niveles de eficiencia y productividad en los tambos. Con dietas equilibradas, abundante agua y sombra es posible mejorar del 20 por ciento en la producción y en la calidad de la leche.

“Es importante que el productor comprenda que el calor impacta sobre el consumo, la nutrición, la fertilidad y la producción de su tambo”, destacó Miriam Gallardo, investigadora del Instituto de Patobiología del Inta Castelar (Argentina), quien acaba de presentar el libro  «Estrés por calor en ganado lechero: impactos y mitigación».

La publicación presenta estrategias de manejo ambiental y nutricional para minimizar las pérdidas que genera el estrés por calor en un rodeo lechero. Las herramientas y metodologías que se proponen “pueden significar el éxito de la empresa cuando se atraviesa un período clave como el verano”, aseguró Gallardo.

Cuando la temperatura del aire excede los 27 grados -aún con baja humedad relativa– el animal siente el efecto del calor en exceso, lo afecta negativamente y le genera cambios fisiológicos y de comportamiento, para mantener el balance térmico y las funciones orgánicas.

La investigadora del Conicet en el Inta Castelar, Silvia Valtorta, explicó que los animales estresados sufren una disminución en el consumo de materia seca, cae la tasa de concepción –con el peligro de que mueran embriones– y, además, se registran mermas en la producción de leche del 20 por ciento.

Los cuidados se acentúan en las vacas de alta producción como la Holando argentina. “Las que más producen generan mayor calor interno por el consumo de alimentos. Así, las vacas en ordeñe son más susceptibles al estrés calórico que las vacas secas, debido al mayor calor metabólico generado durante la lactancia”, indicó Gallardo.

En este sentido, el bienestar animal y el confort tienen un rol fundamental en la productividad del rodeo. “En verano, o ante situaciones de olas de calor, lo principal es evitar que los animales estén a la intemperie y evitar que se desplacen por distancias largas para ir a la sala de ordeñe”, señaló Valtorta.

En orden de prioridades, lo primero que hay que tener en cuenta es el uso de sombras. “Cuando hace mucho calor –desde las 9 de la mañana hasta las 17– el ganado en pastoreo deja de comer y busca sombra, que puede ser artificial –estructuras instaladas en lugares estratégicos con media sombra– o natural –árboles–. Es importante que cada animal cuente con tres metros cuadrados de superficie sin sol”, coincidieron las especialistas.

Cuando el ganado está estresado y con mucho calor, debe disponer de buena sombra, pisos limpios y bien drenados, excelente calidad y disponibilidad de agua: una vaca lechera –en verano– puede tomar más de 100 litros de líquido por día.

El manejo ambiental, también implica la utilización de sistemas de refrigeración. Valtorta explicó que para disminuir el calor corporal es importante el uso de un sistema que ayude como los aspersores y ventiladores en el corral de espera. “La adecuada combinación de agua y aire ayudará a la vaca a recuperarse más rápidamente”.

Con la puesta en práctica de estas estrategias los tambos pueden mejorar un 20 por ciento su productividad. Sólo con la adopción de sombra, el productor consigue un aumento del 12 por ciento.

Por otro lado, el manejo nutricional es otro de los factores fundamentales. El suministro de dietas equilibradas y de mayor contenido energético permite que el calor interno producido por el animal no sea excesivo. “Las dietas frías que significan menos volumen con mayor densidad de energía son las que funcionan mejor”, expresó Gallardo.

Con estas prácticas no sólo se obtiene una mejora en la producción sino también en la calidad y composición de la leche, factor primordial para las empresas que se encargan de la fabricación de quesos. “El impacto es a nivel de cadena y este es un aspecto para no perder de vista”, puntualizó Valtorta.

Comprender las causas ayudará a entender las consecuencias y encontrar las soluciones. Así, con un ajuste preciso en el manejo, se puede reducir el estrés animal, atenuar las caídas en la producción y calidad de la leche y evitar pérdidas que alcanzan los 300 millones de pesos por año.

Fuente:  Agencias

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