Clonando Vacas para Producir Medicamentos

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Los alimentos de bovinos clonados suelen aparecer en los titulares de prensa, cuando lo hacen, como una alerta sanitaria. Productos cuyo consumo no está regulado y se teme que lleguen de algún modo hasta nuestra mesa. Pero la asombrosa capacidad de las vacas para dar gran cantidad de leche, unida a la posibilidad de manipular sus genes, podría convertir a estas reconocidas ‘fábricas’ de alimentos en auténticas factorías de medicamentos.

La idea es modificar genéticamente a las hembras vacunas para que produzcan en su leche una serie de proteínas humanas, que después podrían extraerse y usarse en el desarrollo de nuevas terapias para enfermedades autoinmunes, como el lupus o la artritis reumatoide. El proyecto, que aún tardará unos años en germinar, se está llevando a cabo desde el departamento de Veterinaria de la Universidad Nacional de Corea del Sur, reconocido por logros como el primer perro clonado, pero cuya fama quedó ensombrecida por acusaciones de fraude en la clonación de células humanas.

Allí trabaja como investigadora contratada la científica española Begoña Roibas da Torre, nacida en Lugo en 1982 y a quien llegó la oferta de trabajar en Corea, concretamente en Seul, tras una estancia en el hospital Mount Sinai de Toronto (Canadá). Allí participó en un estudio que evaluaba la respuesta de tumores cancerígenos a la manipulación genética de vasos sanguíneos en ratones. Su grupo descubrió que si el crecimiento de los vasos se detenía y se limitaba la llegada de sangre al tumor, éste respondía invadiendo tejidos adyacentes y produciendo metástasis, por lo que mejor «no enfadarlo».

Pero lo más importante para la carrera de Roibas da Torre es que su jefe en Toronto le habló de un trabajo en el famoso laboratorio de clonación coreano, y la investigadora no se lo pensó. «No clono directamente a los animales, pero hago la parte molecular del trabajo, que es la creación de líneas celulares transgénicas», aclara. «Lo que queremos conseguir es una vaca transgénica que exprese proteínas humanas en la leche, para luego purificarlas y poder comercializarlas».

Este enfoque para el desarrollo de nuevos medicamentos podría ser prometedor si se demuestra económicamente viable en un futuro. El problema de las terapias con proteínas es que muchas veces es demasiado costoso fabricarlas desde cero, aunque así se hace, por ejemplo, con la insulina para los diabéticos. En el caso de las citocinas (proteínas que median en los procesos inflamatorios involucrados en enfermedades autoinmunes), «sintetizarlas artificialmente no sale rentable», comenta esta investigadora. «Sin embargo, si las purificas de la leche de la vaca sale más barato».

Pruebas con Ratones

Es decir, la leche clonada en ningún momento se consume: «Es sólo un método de cultivo de la proteína», y la parte buena es que «las vacas producen mucha leche». En esta alta productividad radica la clave para que la idea sea eficaz, aunque, por supuesto, aún quedan muchas cosas por hacer, entre ellas comprobar la seguridad del procedimiento. «Se ha hecho ya en ratones y se ha visto que las proteínas no sufren ningún tipo de modificación, con lo cual son válidas para usar en terapias», explica Roibas da Torre.

El paso de los ratones es importante porque demuestra que varias especies, y presumiblemente también los bovinos, pueden generar estas proteínas sin alterar peligrosamente su naturaleza.»El problema son las modificaciones que sufren las proteínas dependiendo del animal que las produzca. Pero, en este caso, esas modificaciones no existen, así que tenemos un problema menos», explica desde Seul la investigadora gallega. «Por supuesto, hay que estudiar si pueden tener realmente efectos beneficiosos en los pacientes con estas enfermedades. Todavía no lo sabemos», comenta.

Con todo, estima que en tres o cuatro años podría nacer la vaca transgénica -que no será la primera de su especie en ser clonada- y, a partir de ahí, se podrían estudiar tanto la rentabilidad del procedimiento como la utilidad de las nuevas terapias en humanos. «Todo nos dice que sí, pero en ciencia nunca se sabe», concluye la investigadora, cuya carrera -aún temprana- ha sido hasta ahora muy distinta de los estándares españoles. «Es que no quise seguir el estándar», sostiene.

«Todo el mundo hace lo mismo: terminas la carrera y no sabes qué hacer; te metes a hacer el doctorado, lo terminas y no sabes qué hacer… Y así te pasas media vida», argumenta. Con dos licenciaturas -Biología Molecular y Biotecnología en la Universidad de Santiago de Compostela, y Bioquímica en la Universidad de Granada- se fue directamente a Toronto, donde trabajó como voluntaria, y desde allí a una de las ‘mecas’ de la clonación, donde todo, empezando por el idioma, parece de otro planeta.

Sociedad Jerarquizada

«La sociedad coreana está muy jerarquizada. Los estudiantes, ya sean de máster o de doctorado, no cuentan para nada», explica Roibas da Torre. «Duermen allí, van de lunes a domingo, el profesor puede hacer con ellos lo que le de la gana y hay cinco días de vacaciones al año». Su situación, en calidad de contratada, es distinta: «Estoy en un nivel -en la jerarquía que tienen aquí- por encima del estudiante y por debajo del profesor», comenta. Su jornada es similar a la de cualquier español y disfruta de tres semanas de vacaciones. El sueldo es similar al de aquí, pero la libertad para investigar es mucho mayor, asegura.

«Aquí, en Corea, el Gobierno lo subvenciona todo. Puedes comprar lo que quieras, cuando quieras», comenta. «Si piensas en otra manera de hacer el experimento y necesitas algo, lo compras y ya está». Su universidad, además, y en concreto su departamento, son claves en el sistema coreano, aunque también han tenido que sobreponerse al varapalo que supuso la suspensión de Hwang Woo-Suk, pionero en el estudio de células madre condenado por falsificar datos en un famoso informe sobre la clonación de células humanas. El profesor Hwang era el responsable del laboratorio en el que ahora trabaja Roibas da Torre, aunque allí «nunca se habla del tema».

La investigadora se muestra «contenta» en su actual posición, en el equipo del profesor Goo Jang, y también de haber salido a comprobar «cómo se trabaja en otros sitios». Dice no tener muchas quejas del sistema español, que abandonó pronto: «Me fui antes de que empezaran a darme con la puerta en las narices», bromea. Sin embargo, considera que aquí el trabajo en laboratorio está poco valorado, tanto porque no suele pagarse a los estudiantes que lo realizan, como porque no se valora adecuadamente, en su opinión, a la hora de repartir becas: «Hay que dar oportunidades a la gente que te presenta un currículum lleno de experiencia», sostiene.

 

 

 

 

 

Fuente: El Mundo

 

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