Impregnados con insecticida, evitan las plagas en los establos y los mosquitos en las casas.
En Kisii, en las tierras altas de la región occidental de Kenya, una utilización sencilla, pero innovadora, de mosquiteros impregnados con insecticida para proteger el ganado, está duplicando -y en algunos casos triplicando- la producción láctea en las pequeñas explotaciones lecheras, al tiempo que se reducen las enfermedades transmitidas por mosquitos a las personas. El proyecto de la FAO forma parte de una estrategia más amplia para mejorar notablemente la sanidad animal en las zonas más afectadas por las enfermedades tropicales.
Los mosquiteros son inocuos para el medio ambiente y han reducido de forma drástica -en cerca del 90 por ciento-, el número de moscas, mosquitos y otros insectos transmisores de enfermedades. Los casos de mastitis -enfermedad bacteriana transmitida por las moscas o por falta de higiene durante el ordeño- se han reducido a la mitad en las pequeñas granjas lecheras. Los agricultores han aprendido también las medidas básicas de higiene para hacer disminuir las enfermedades que afectan a sus vacas.
Además los mosquiteros están teniendo importantes repercusiones positivas para las familias: en Kisii, los primeros resultados indican que los agricultores señalan un 40 por ciento menos de casos de malaria. Mientras que los kenianos a menudo atribuyen la enfermedad a la malaria sin saber la verdadera causa, no debe ser una sorpresa si existe un beneficio directo de la salud humana.
Una campesina de la zona de Kisii, Mary Munyega Nyandeo, explica: “solía ordeñar alrededor de dos litros de leche, pero desde que trajeron los mosquiteros y desaparecieron las moscas, ahora consigo alrededor de 4 o 5 litros al día, por lo que obtengo beneficios».
Pero lo más destacable, añade «no hemos tenido más malaria».
«Antes pensaba que la leche era sólo para casa. No sabía que la venta de leche podría ayudarme a pagar la escuela de mis hijos”, explica otra campesina, María Owendo. Incluso ha podido pagar para obtener electricidad en su casa, gracias a las vacas.
Del pastoreo abierto al “pastoreo cero”
En las últimas décadas, con la disminución de la tierra disponible por la expansión urbana o por ser destinada a otros usos, los pequeños agricultores han adoptado cada vez más el modelo «pastoreo cero», en el que las vacas lecheras se alimentan en establos bien ventilados, en lugar de dejarlas pastar en campo abierto. En Kisii, una tras otra las explotaciones se han pasado a este sistema, a la vez que los pequeños campesinos cuentan con parcelas cada vez más reducidas. El reto, sin embargo, fue gestionar la creciente presencia de moscas y otros insectos atraídos a los establos de las vacas y los fosos para recoger los residuos”.
«Estos paquetes especiales de salud animal con redes de protección para los cobertizos de las vacas y los fosos de residuos han demostrado que no sólo ser eficaces para mantener la zona libre de la picadura de moscas y mosquitos, sino que también han mejorado la salud de los animales en todos los ámbitos «, explicó Rajinder Saini, un entomólogo que trabaja el ICIPE, socios de la FAO en la ejecución del proyecto en Kisii. Instituto de investigación con sede en Nairobi, el ICIPE ha cambiado su antiguo acrónimo y se conoce ahora como “Ciencia africana sobre los insectos para la alimentación y la salud».
«Ahora las vacas son felices, no pierden energía dando pisotones y agitando la cola para espantar a los insectos, comen mejor el pienso, ganan peso y producen más leche. Obviamente, los agricultores son también más felices», aseguró Saini.
Todo el mundo está de acuerdo en el enorme beneficio añadido para la salud humana derivado de reducir el número de los mismos insectos que transmiten enfermedades a las personas, a veces desde su propio ganado.
Morir como moscas
«En mis primeros años en África, veía a mi alrededor como los animales morían en tropel, sobre todo las razas exóticas», señaló Burkhard Bauer, un asesor científico independiente de la Universidad Libre de Berlín que trabaja en el proyecto de la FAO. El proyecto se basa principalmente en el uso de mosquiteros con insecticida para lograr pequeñas explotaciones agrícolas más saludables, incluso en entornos con recursos limitados.
Bauer llegó por primera vez a Kenya en 2001, donde dirigió un proyecto financiado por la UE sobre producción lechera en las zonas donde la mosca tse-tsé constituía un problema. La mosca tse-tsé transmite a los animales la tripanosomosis o nagana, responsable de la muerte de 3 millones de vacas y pérdidas económicas de más de 4 500 millones de dólares EEUU cada año en África subsahariana. Cuando se transmite a los humanos es más conocida como «enfermedad del sueño», y resulta mortal de necesidad si no es tratada a tiempo. Unas 30 000 personas contraen la enfermedad en África cada año, y es un grave obstáculo para el desarrollo económico de las denominadas zonas “T&T” (mosca tse-tsé y tripanosoma) del continente.
En países como Kenya, donde los pequeños campesinos con sólo una o pocas vacas abarcan el 80 por ciento de los animales lecheros y producen más de tres cuartas partes de la leche del país, la pérdida de un animal puede resultar devastadora para la economía familiar.
«Tratábamos animales que ya estaban enfermos, pero seguían muriendo. Por ello teníamos que buscar a los verdaderos culpables: en primer lugar los insectos que transmiten la enfermedad», explicó Bauer. La idea de Bauer, con el apoyo de la universidad y de socios como la FAO, ha sido probada sobre el terreno y perfeccionada con el tiempo.
Era algo tan simple, según el experto, que no podía creer que nadie lo hubiera pensado antes.
Ecológicamente sostenible
Los mosquiteros impregnados con insecticida también han demostrado ser inocuos a nivel ecológico. Se utiliza además una cantidad mínima, ya que la mosca tse-tsé vuela generalmente cerca del suelo y basta tan sólo una red de un metro de altura alrededor de los cobertizos del ganado.
«El insecticida utilizado se hace con las mismas sustancias químicas usadas en los collares antipulgas para mascotas», indicó Raffaele Mattioli, Oficial Superior del Servicio de Sanidad Animal de la FAO en Roma.
El ganado se sumerge normalmente en agua tratada con insecticidas piretroides, ya que no afecta a los mamíferos. O los agricultores se lo untan en las patas. Pero con los mosquiteros, sólo se necesita la cantidad exacta de producto químico para impregnarlos y ser luego liberado en el tiempo, minimizando así el riesgo de que los insectos desarrollen resistencia a los insecticidas. Los piretroides son ahora los principales insecticidas en el mercado para uso doméstico.
Los mosquiteros impregnados eliminan también potencialmente garrapatas, modificando por ejemplo la cantidad de insecticida utilizado y asegurando que las redes están en contacto con el suelo. Así, las enfermedades transmitidas por las garrapatas, como la fiebre de la costa oriental africana, muy extendida en el este de África, se podría reducir con el mismo método, según Mattioli.
«Este proyecto, aunque concebido para mejorar la sanidad y la producción animal, es un ejemplo concreto del enfoque de salud compartida (“One Health”, en inglés) donde las intervenciones para mejorar la salud -animal o humana- convergen y forman parte de un sistema de sanidad interrelacionado más amplio que incluye también las plantas y los ecosistemas en que todos viven», añadió Mattioli.
Mejorar y ampliar
Los pequeños criadores porcinos de Ghana también está usando las mosquiteras de protección. La picadura de las molestas moscas se ha reducido casi a cero y la producción y la salud de los cerdos ha mejorado. La labor en Ghana se lleva a cabo junto con la oficina nacional de coordinación de la Campaña panafricana de erradicación de la mosca tse-tsé y la tripanosomosis (PATTEC, por sus siglas en inglés). Un tercer proyecto piloto se está llevando a cabo en Burkina Faso, donde los sistemas ganaderos son predominantemente pastoriles.
En recientes reuniones del proyecto, se ha formado en el uso de mosquiteros con insecticida a personal gubernamental y del sector privado interesado en emular el modelo. Los participantes procedían de Burundi, Eritrea, Etiopía, Kenya y Ruanda en África oriental y de Benin, Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Ghana, Malí, Níger, Nigeria, Sierra Leona y Togo, en África occidental.
Los proyectos piloto cuentan con la financiación de 1,6 millones de dólares EEUU del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).