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Investigadores Argentinos Producen Nuevos Probióticos para la Ganadería

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Investigadores de la FCV-UNL – Argentina, trabajan en la producción de nuevas bacterias beneficiosas indígenas para la cría intensiva de bovinos, porcinos y aves. Son una buena alternativa a algunos antibióticos.

Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) buscan cepas microbianas indígenas con capacidad probiótica provenientes de bovinos, porcinos y aves domésticas. La idea es mejorar los resultados productivos en la cría intensiva y prevenir algunas deficiencias sanitarias de origen microbiano. Con el tiempo podrían reemplazar a algunos antibióticos utilizados habitualmente.

El trabajo corresponde a un equipo interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Veterinarias (FCV) y del Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral (ICIVET-CONICET-UNL), en el que participan tres profesores de la UNL, cuatro investigadores del CONICET y seis becarios doctorales de CONICET.

El grupo trabaja con probióticos para animales desde 1997. Hoy poseen un stock de inóculos bien identificados y que pueden ser administrados en situaciones de cría intensiva. “No tienen un efecto curativo, porque no son medicamentos. Sin embargo, los animales que están protegidos con esta microbiota benéfica tienen más oportunidades de sobrevivir ante el ataque de algún organismo patógeno”, dijo Marcelo Rosmini, que encabeza el grupo.

“En esta etapa estamos desarrollando inóculos, que se están preparando de distintas maneras para ser conservados, porque debemos estudiar cómo los administramos en condiciones de campo: procesos de conservación, formas de mantenimiento y combinaciones de distintos géneros y especies para que tengan la mejor capacidad de respuesta”, añadió.

Los investigadores trabajan con inóculos para bovinos, cerdos y aves, con distintos grados de avances. “Hay una microbiota específica para cada animal, lo que se conoce como la especificidad del hospedador, ya que hay una selección natural de los microorganismos al tubo digestivo”, continuó.

Cuando los animales están hacinados es preciso el cuidado de la microbiota, porque cualquier desbalance, ya sea un cambio de clima, un alimento que no está bien formulado o una situación de estrés, se manifiesta por el aumento de la cantidad de las deposiciones y de la liquidez, lo que provoca el arrastre de la microbiota normal. De esta manera, el suministrar microbiota buena posibilita el reemplazo de la que se pierde.

Microbiota Indígena

Rosmini destacó que microbiota indígena se denomina a los microorganismos que poseen todos los animales en los intestinos y que regulan su nutrición, ya que completan sus procesos digestivos. De hecho, hoy existen alimentos destinados a los humanos que proveen microorganismos para reparar y reponer esa microbiota.

El grupo aprovecha entonces la microbiota de los animales sanos y seleccionan las bacterias que les pueden ayudar a mantener el estado de salud en condiciones extremas.“En producción animal reconocemos dos modelos de producción: el extensivo, en el que el animal tiene libertad para moverse y buscar sus alimentos. El otro es el intensivo, en el que los animales están confinados, tienen menos posibilidad de movilizarse y el alimento se les lleva al lugar en el que son criados. En este último sistema hay problemas por el hacinamiento y, por ende, los animales son propensos a sufrir enfermedades, ya que los microorganismos que las producen proliferan rápidamente. En estas circunstancias cobra mayor relevancia el balance de la microbiota intestinal”, consideró.

“Hace unos años trabajamos en los mataderos, cuando los animales eran llevados para consumo, donde recuperamos los microorganismos, que luego hubo que separar, elegir determinados grupos y, finalmente, identificarlos. Hubo que extraer ADN y enviarlo a tipificar al exterior. Con todo ese material se conformó un cepario de bacterias, que están perfectamente identificadas y de las cuales conocemos sus propiedades. Algunas tienen la capacidad de adherirse al intestino, otras pueden generar sustancias con función antibiótica, otras simplemente estimulan los receptores inmunológicos del intestino y promueven mejores defensas. Ante la agresión de un patógeno el cuerpo está preparado”, detalló.

Según Rosmini, es un trabajo que necesita de investigadores de distintas especialidades para captar microorganismos, identificarlos, estudiar la forma de conservarlos y administrarlos a los animales, ya que los inóculos deben llegar vivos hasta el intestino. “No es una labor simple, porque el microbio debe ser consumido con el alimento. Una vez que el animal lo ingiere debe atravesar todo el aparato digestivo, teniendo en cuenta que el estómago de los monogástricos es una gran barrera”, afirmó.

Antibióticos

Rosmini agregó que los probióticos son una buena estrategia alternativa a los antibióticos: “El mundo camina rápidamente hacia la desaparición del uso de los antibióticos en pequeñas cantidades, cuando el animal no está enfermo. Con la disponibilidad de los probióticos, los antibióticos quedarán sólo restringidos a los casos de enfermedad, donde son extremadamente necesarios y específicos para determinado agente etiológico. Incluso hay varios países que ya prohibieron el uso de antibióticos cuando el animal no tiene sintomatología específica. La Argentina actualmente va en esa dirección, por lo cual necesitamos desarrollar una estrategia mucho más amigable con el ambiente y con los animales”, finalizó.

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La OMSA y la FAO instan a sus miembros a erradicar la Peste de los Pequeños Rumiantes

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La peste de los pequeños rumiantes (PPR), es una enfermedad devastadora que causa importantes pérdidas económicas y animales. Con tasas de morbilidad y mortalidad que pueden alcanzar el 100 % en poblaciones no expuestas previamente, esta enfermedad vírica altamente contagiosa representa una grave amenaza para ovejas, cabras y ciertas especies de rumiantes silvestres.

Más allá de su impacto en la sanidad animal, las pérdidas económicas asociadas a la PPR ascienden a unos 2.100 millones de dólares estadounidenses al año. Desde su identificación en 1942, la PPR se ha propagado a más de 70 países en África, Asia, Oriente Medio y Europa del Este, arraigándose en muchas regiones y representando una seria amenaza para los medios de vida y las economías frágiles. Esta enfermedad socava los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en zonas donde más de 330 millones de personas, principalmente pequeños agricultores y comunidades de subsistencia, dependen de los pequeños rumiantes.

Aún se requiere más trabajo para lograr la erradicación

La exitosa erradicación de la peste bovina en 2011, que demostró el poder de la colaboración y los esfuerzos concertados para proteger la sanidad animal y los medios de vida humanos, motivó a la comunidad veterinaria mundial a designar la PPR como la siguiente enfermedad prioritaria a erradicar, junto con la rabia transmitida por perros. En 2015, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzaron la Estrategia Global de Control y Erradicación de la PPR (PPR GCES, por sus siglas en inglés)  , con el ambicioso objetivo de erradicar la enfermedad para 2030.

Durante los 10 años transcurridos desde el lanzamiento de la estrategia PPR GCES, se han logrado avances significativos. Entre las iniciativas se incluyen la implementación del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoralismo en el Sahel (PRAPS)  , varios proyectos financiados por la Unión Europea, proyectos de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE. UU. (DTRA), y el lanzamiento del Programa Panafricano para la Erradicación de la PPR y el Control de Otras Enfermedades Prioritarias de los Pequeños Rumiantes  . Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

La propagación continua de la PPR hacia nuevas regiones y su arraigo en áreas endémicas, agravados por el acceso limitado a servicios veterinarios en comunidades marginadas, siguen siendo grandes desafíos para su eliminación. Superar estos obstáculos es esencial para lograr la erradicación de la PPR, proteger los medios de vida y reforzar la seguridad alimentaria de algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo. Es imperativo mantener un esfuerzo global sostenido y coordinado para garantizar el éxito de la estrategia PPR GCES y fortalecer la resiliencia de las comunidades que dependen de los pequeños rumiantes.

Un compromiso con la colaboración global

Los pequeños rumiantes suelen ser el recurso más importante, y en algunos casos el único, del que dependen ciertas poblaciones vulnerables para sobrevivir. La erradicación de la PPR abriría oportunidades económicas tanto a nivel nacional como internacional, contribuyendo al crecimiento y la estabilidad. Las ovejas y las cabras desempeñan un papel esencial en la vida de muchos agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, quienes a menudo están subrepresentados en los espacios públicos y de toma de decisiones.

Desde el inicio de la estrategia PPR GCES, ha quedado claro que los brotes pueden gestionarse y que se puede desarrollar una inmunidad colectiva mediante el establecimiento de mecanismos nacionales de financiación para actividades clave de prevención de enfermedades animales, la promulgación de políticas y normativas favorables, la inversión en la producción de vacunas y diagnósticos para la PPR, y la concienciación y formación sobre tecnologías de prevención y control.

Para tener éxito, los esfuerzos de erradicación deben seguir una estrategia bien diseñada y coordinada, respaldada por una infraestructura sólida y la inversión en el personal veterinario. Estos esfuerzos deben priorizarse y reconocerse como un bien público internacional mediante un compromiso político firme y la movilización de recursos. La OMSA y la FAO instan a sus Miembros a seguir comprometidos con la inversión en enfoques.

¿Qué es la peste se pequeños rumiantes?

La peste de pequeños rumiantes (PPR) es una enfermedad vírica causada por un morbilivirus estrechamente relacionado con el virus de la peste bovina que afecta a caprinos y ovinos y a algunos parientes silvestres de pequeños rumiantes domésticos, así como a los camellos. Se identificó por primera vez en Côte d’Ivoire en 1942.

Se caracteriza por tasas de morbilidad y mortalidad significativas, y tiene un alto impacto económico   en zonas de África, Oriente Medio y Asia, donde los pequeños rumiantes contribuyen a garantizar la subsistencia.

Los animales afectados presentan una fiebre alta y depresión, junto con secreciones en los ojos y las fosas nasales. Los animales no pueden comer, ya que la boca se cubre de dolorosas llagas erosivas y sufren de neumonía y diarrea graves, que llevan, con frecuencia, a la muerte.

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