Investigadores estadounidenses alertan de que “la transmisión eficiente y sostenida de mamífero a mamífero no tiene precedentes” y se estaría dando entre ganado asintomático.
Un equipo científico ha confirmado este miércoles el escenario más temido: el virus de la gripe aviar altamente patógeno, que lleva meses invadiendo las granjas lecheras de Estados Unidos, ha logrado saltar de vaca a vaca, y del ganado a gatos y a un mapache. Los investigadores, de la Universidad de Cornell, han lanzado una alerta. “La transmisión eficiente y sostenida de mamífero a mamífero no tiene precedentes. Es preocupante porque puede hacer que el virus se adapte, mejorando su infectividad y transmisibilidad a otras especies, incluidas las personas”, advierten en su estudio, publicado de manera urgente en la revista Nature. Los autores piden medidas estrictas para evitar el contagio a vacas y “disminuir el riesgo de una pandemia en humanos”.
El planeta está viviendo la peor crisis de gripe aviar conocida. Un subtipo del virus H5N1, denominado 2.3.4.4b, emergió en 2021 en aves silvestres y, desde entonces, ha provocado la muerte de cientos de millones de aves en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud todavía considera que el riesgo para la ciudadanía es “bajo”, aunque sus registros muestran que el virus H5N1 ha saltado desde las aves a al menos 889 personas desde 2003, matando a 463 de ellas (el 52%). La peor pesadilla de los científicos es que un virus con esa letalidad mute y sea capaz de transmitirse de humano a humano, cosa que por el momento no ha ocurrido.
Los investigadores de Cornell, encabezados por el virólogo brasileño Diego Diel, han observado que este subtipo del virus tiene una gran capacidad para infectar las células de las ubres y concentrarse en la leche, aunque también aparece en los pulmones de las vacas. Los científicos especulan que el patógeno puede transmitirse por vía respiratoria u oral, pero también plantean que el virus entre por el orificio del pezón desde el suelo contaminado o las máquinas de ordeñar. En cuanto a los gatos y el mapache, la hipótesis es que se contagiaron al beber leche infectada. Hace dos meses, un experimento en ratones demostró que la leche cruda puede contener virus capaces de transmitir la enfermedad.
A la viróloga Elisa Pérez no le gusta nada lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde ya hay 168 rebaños afectados en 13 estados desde que se detectó el primer caso en una vaca, el 25 de marzo. “Es muy preocupante, porque implica que las vacas constituyen un nuevo reservorio de la gripe aviar al menos de este genotipo concreto y que pueden actuar como fuente de infección para otras especies, tanto de aves como de mamíferos. Esto es algo que nunca antes se había observado para este virus, ya que el único reservorio natural de la gripe aviar eran las aves”, advierte la experta, del Centro de Investigación en Sanidad Animal, en la localidad madrileña de Valdeolmos. Las vacas infectadas pueden tener síntomas como un menor apetito, alteraciones digestivas, problemas respiratorios y menor producción de leche. Por el momento, solo ha habido brotes en el ganado vacuno de Estados Unidos.
Las nueve granjas analizadas en el estudio están en Texas, Nuevo México, Ohio y Kansas. Son explotaciones al aire libre, en las que las aves silvestres tienen contacto con las vacas lecheras, tanto de manera directa como indirecta, a través de agua o alimentos contaminados. Las primeras granjas afectadas están en una ruta utilizada habitualmente por las aves migratorias para cruzar Norteamérica. El 25 de enero, un equipo científico encontró en un ganso canadiense hallado en Wyoming la versión B3.13 del subtipo 2.3.4.4b del virus H5N1, protagonista de los brotes inéditos en ganado lechero. El análisis del genoma completo del virus en las vacas no ha detectado mutaciones que favorezcan el salto a humanos.
Pérez subraya que las vacas de una granja de Ohio se infectaron tras la llegada de reses asintomáticas procedentes de otra instalación en Texas. “Esto confirma que vacas aparentemente sanas pueden transmitir el virus. Es decir, que no todas las vacas desarrollan sintomatología clínica tras la infección. Esto tiene implicaciones muy importantes en los sistemas de vigilancia”, explica la viróloga. “Con estos datos es evidente que no se debe realizar solo vigilancia pasiva (analizar exclusivamente muestras de vacas con síntomas), sino que es imprescindible incluir también programas de vigilancia activa, como, por ejemplo, analizar leche de tanque en todas las granjas de vacuno, tal como se va a empezar a hacer en Colorado, uno de los estados más gravemente afectados por la gripe aviar en vacas”, añade Pérez.
La epidemióloga estadounidense Maria van Kerkhove, directora de la unidad de enfermedades emergentes de la Organización Mundial de la Salud, declaró hace dos meses que, “con casi total certeza, tendremos otra pandemia de gripe a lo largo de nuestra vida”. El virólogo Diego Diel apunta al H5N1 desde su laboratorio en la Universidad Cornell. “Es difícil predecir qué virus será el próximo, pero, dada la propensión de los virus de la gripe a provocar pandemias, es muy importante vigilar de cerca la situación del H5N1 en el ganado lechero”, explica a EL PAÍS.
El primer brote que encendió las alarmas en el mundo ocurrió en una granja de visones en España. En otoño de 2022, aparecieron gaviotas y alcatraces muertos en playas gallegas. A primeros de octubre, en una granja peletera de Carral, a unos minutos en coche de A Coruña, empezaron a morir visones americanos con neumonía hemorrágica. La mortalidad del brote superó el 4% en solo siete días. Un estudio liderado por la bióloga Montserrat Agüero, del Laboratorio Central de Veterinaria del Ministerio de Agricultura, sugirió en enero de 2023 que el virus de la gripe aviar había saltado desde las aves silvestres a los visones, había mutado en la explotación y se había transmitido de mamífero a mamífero. También a comienzos del año pasado, la muerte masiva de lobos marinos por gripe aviar en Perú apuntó a que el virus podría estar saltando entre mamíferos en la naturaleza. El veterinario holandés Thijs Kuiken, del Centro Médico de la Universidad Erasmus de Róterdam, se hizo entonces una pregunta en EL PAÍS: “Si ocurre en visones y en lobos marinos, ¿por qué no va a ocurrir en humanos?”.