En los últimos años la ganadería vacuna lechera experimenta un gran progreso, lo cual se expresa con el incremento de los índices productivos lácteos. Este incremento se justifica en tanto y en cuanto se mantenga un razonable nivel de competitividad de la ganadería lechera como actividad económica.
La vaca lechera de alta producción (VLAP) es más eficiente en la utilización de los alimentos en comparación a la vaca de baja producción; en efecto, se ha demostrado que cuando el nivel de producción se eleva, la parte de la energía improductiva (correspondiente a las necesidades para el mantenimiento) disminuye. Así, ésta representa la 1/2 y un 1/4 de los aportes para una vaca que produce 12 y 35 kgs. de leche, por día, respectivamente. Y, en cuanto a la eficiencia de la utilización de los nutrientes por la ubre para la secreción de leche, no hay diferenciación cualquiera sea el nivel productivo.
Por el contrario, el comportamiento alimentario de las VLAP presenta dificultades cada vez más complejas, derivadas fundamentalmente de las divergencias crecientes entre: las necesidades nutricionales de la vaca y la capacidad limitada para la ingestión de la ración, lo que también implica la utilización intensa de las reservas corporales del animal. Bajo estas circunstancias se tiene como eventuales consecuencias: caídas en la producción de leche, trastornos sanitarios y retraso en la fecundación.
La «solución fácil» del racionamiento alimentario para las VLAP es acudir al aumento del complemento concentrado en detrimento de la fracción de forraje en la ración. Sin embargo, esta forma de racionamiento eleva el precio de la ración, subestima el valor nutricional del forraje por los rumiantes
(Utilizadores naturales) y crece la dependencia alimentaria de la vaca por los insumos concentrados (maíz grano, soya…) propios de las especies monogástricas.
Para la VLAP (más de 35 kgs. de leche/vac/día) se presenta las dificultades alimentarias porque las exigencias nutricionales de la vaca aumentan más rápidamente en comparación con su capacidad de ingestión. Estas dificultades se complican con la subalimetación energética, proteica y mineral, especialmente, en el periodo crítico del inicio de la lactación y; durante el cual, se debe prever las consecuencias sobre la producción de la campaña láctea, la salud y la reproducción de la vaca. De otra parte, el incremento de la productividad láctea requiere de la implementación de algunas variaciones en la composición de las raciones, como son la relación forraje/concentrado y la selección apropiada (por su naturaleza) tanto del forraje como de los componentes del concentrado.
Capacidad de ingestión de la vaca
La capacidad de ingestión de la vaca o «apetito» es el primer factor limitante en el racionamiento de las VLAP y cuyas principales características son:
1. Tamaño del animal. La capacidad de ingestión aumenta con el tamaño o peso vivo de la vaca. En términos de ingestión de materia seca, ésta se incrementa proporcionalmente con la calidad del alimento; así, por ejemplo, el consumo es de 0,8 y 1 ,5 kgs. de materia seca, por 100 kgs. de peso vivo, para el heno de alfalfa mediocre y el ensilaje de maíz de buena calidad (35 % de MS.) respectivamente. En consecuencia, existe el interés de aumentar el suministro de forraje de buena calidad a las vacas de mayor tamaño ya que, éstas tienen mejores posibilidades de producir más leche a partir de la fracción de forraje en la ración.
2. La edad del animal. La capacidad de ingestión casi no varía a partir de la segunda lactación. Por el contrario, las vacas de primera lactancia y especialmente aquellas cuyo parto ha sido a los dos años de edad tienen una capacidad de ingestión marcadamente inferior. En éstas, la producción de leche a partir de un forraje de buena calidad distribuido ad-libitum es definitivamente menor en comparación con una vaca multípara, por tal razón será conveniente incrementar la complementación con el alimento concentrado. La condición corporal de las vaquillas es también consecuencia de una correcta alimentación durante la recría para alcanzar un mayor tamaño al parto, pues, la capacidad de ingestión de la vaca primeriza depende fundamentalmente de su peso vivo.
3. Estado fisiológico. Al inicio de la lactación la capacidad de ingestión de la vaca es deficiente, luego aumenta progresivamente en tanto y cuanto mejor sea la calidad de la ración. La ingestión aumenta durante los 2-3 meses después del parto o durante el periodo en el cual la vaca se encuentra en situación de subalimentación energética. En el transcurso de todo el ciclo de la lactancia la ingestión de la ración completa (forraje +concentrado) observa el siguiente comportamiento; en una primera fase, aumenta y; después, disminuye lentamente; correspondiendo, al primer y dos últimos tercios del periodo de lactancia respectivamente.
4. El nivel productivo. La capacidad de ingestión de la vaca se incrementa con el nivel de producción de leche, en aproximadamente 300 gramos de materia seca por kg. de leche (4,0 %TB.). Cuando el forraje es distribuido ad libitum y la fracción de concentrado es distribuido a razón de 1,0 kg. para 2,50 kgs. de leche, la cantidad de forraje ingerido, en promedio, permanece igual e independiente del nivel de producción de leche; por consiguiente, el incremento de la cantidad de materia seca ingerida con la elevación del nivel productivo lácteo se debe mayormente a la fracción del concentrado en la ración.
Alimentación energética
La VLAR al inicio de la lactación, se encuentra en balance energético negativo debido a la limitación en su capacidad de ingestión y por las exigencias nutricionales máximas a partir de la segunda semana después del parto. Durante el ciclo de cada lactancia se suceden periodos de balance energético negativo, nulo y positivo. Así; es negativo, al inicio (01- 60 días); nulo, inmediatamente después (60-90 días) y positivo, a la mitad y fin de cada ciclo; así como, positivo en el periodo de seca. En los periodos de balance energético positivo la vaca restituye sus reservas corporales.
La eficiencia en la utilización de las reservas corporales durante el periodo de balance energético negativo es de 80 % y la eficiencia para el restablecimiento de las reservas a partir de la energía metabolizable de la ración, en tanto la vaca se encuentre en lactación, es de 70 – 75 %; por consiguiente, resulta evidente que el rendimiento de la energía proveniente de las reservas corporales (primero restitución y después movilización) para la producción de leche sea inferior en comparación a la energía proveniente de la transformación directa de los alimentos en leche.
Por otra parte, las VLAP poseen una capacidad de movilización de reservas corporales más intensa en comparación a las vacas de baja producción. Y, las vacas primíparas, al inicio de la lactación, con la edad precoz de dos años al parto, poseen una capacidad de movilización de reservas corporales deficiente debido a las prioridades nutricionales de crecimiento (60 -70 kgs. de ganancia de peso vivo durante la primera lactancia).
Alimentación proteica
El déficit proteico tanto como el déficit energético es importante al inicio de la lactancia y se incrementa rápidamente, en simultáneo, con el aumento del nivel de producción de leche. El déficit proteico es más intenso al inicio de la lactancia por el insuficiente aporte tanto de la proteína microbiana como de la proteína sobrepasante y, ello, debido también a la limitación de la ingestión en este periodo de la vaca. Por esta razón es conveniente procurar satisfacer las necesidades proteicas inmediatamente después del parto.
Valor lechero de las raciones
El incremento del nivel de producción de leche exige el empleo de raciones más ingestibles y más energéticas. De ahí el interés de seleccionar adecuadamente los alimentos más digestibles y de mayor valor nutricional, así como buscar la asociación aditiva de los alimentos para maximizar el valor lechero de las raciones. Al respecto, el establo Santa Juana, de Agropecuaria Camay (Huacho), reporta que la producción de leche (3,4%- TB) no se afectó y que la tasa butírica se mantuvo, cuando se disminuye en cantidades importantes el aporte de concentrado en la ración a base de forraje de maíz (chala chocleada) en vacas adultas; por el contrario, la misma reducción de concentrado en vacas de primer parto provoca disminución en la producción de leche, en el crecimiento y la fertilidad y, ello, debido probablemente a la deficiencia en la capacidad de ingestión y necesidades nutricionales aún elevadas del animal en crecimiento, tal como se reporta en el cuadro Nº 01 .
Ingestibilidad del forraje
Los factores fundamentales de variación sobre la ingestibilidad dependientes del forraje son: la especie botánica, la concentración energética, el contenido en materia seca y la presentación (tamaño de corte).
Las buenas performances lácteas obtenidas a partir de aportes moderados de alimento concentrado se deben al alto grado de ingestibilidad y elevada concentración energética del forraje.
Al respecto, el Laboratorio de la Producción Lechera de INRA-Theix- -, reporta que la producción de leche (4,0 % TB) no disminuye significativamente y que la tasa butírica se incrementa, cuando se disminuye en cantidades importantes el aporte de concentrado en la ración a base de ensilaje de maíz de óptima calidad (35 % en materia seca y 45 % en contenido de grano), tal como se indica en el cuadro Nº 02.
Tomando en cuenta al maíz forraje, planta con choclo, en fresco o ensilado, como el forraje más generalizado en la alimentación del ganado vacuno productor de leche, sugerimos tener en cuenta lo siguiente:
1. El maíz forraje, planta fresca o en ensilaje, es de buena calidad cuando contiene suficiente grano y cuando se encuentra en su estado óptimo de madurez. La madurez se puede evaluar por su contenido en materia seca, ésta es de 26 a 30 ó 32 a 35%, para su utilización como alimento fresco o en ensilaje respectivamente.
2. El maíz forraje puede constituir por sí sólo la fracción de base para la alimentación de vacas lecheras en lactación, inclusive, por periodos prolongados o años. La ración a base de maíz forraje debe ser complementada con un concentrado debidamente equilibrado en proteína degradable en el rumen (PDR), proteína no degradable en el rumen (PNR), minerales (azufre, cobalto.. y vitaminas (niacina…) y, esta fracción, no debe exceder el 40 % (en materia seca) de la ración.
3. El maíz forraje, planta fresca con menos de 24 % en contenido de materia seca, debe suministrarse en asociación con heno de alfalfa de buena calidad (2-4 kgs.vacddía) o, eventualmente, con paja de cereales enmelazada, para mejorar la ingestibilidad y valor lechero de la ración.
4. Las raciones en base al ensilaje de maíz son netamente superiores en contenido energético en comparación a aquellas preparadas en base al heno de alfalfa, lo que permitiría a las primeras reconstituir las reservas corporales y disminuir el déficit energético, en la vaca, al final y a inicios de cada lactancia respectivamente, a partir de la fracción del forraje, tal como se aprecia en el figura Nº 01.
Cristóbal Díaz Guerra
Profesor universitario – Consultor
Referencias:
Díaz G.Cristóbal. 2002. Utilización del maiz chala en la alimentación de vacas lecheras.
Establo Santa Juana – Agropecuaria Camay – Huacho.
Jarrige Robert. 1991. Alimentation des bovins, ovins et caprins. Ed. INRA- Francia.