Fue Charles Darwin en 1881 quien en su último libro, ‘La formación del manto vegetal por la acción de las lombrices: con la observación sobre sus hábitos’, comprobó los beneficios que un suelo rico en anélidos produce en las plantas que crecen en él. El archiconocido autor de ‘El origen de las especies» y responsable de la Teoría de la Evolución demostraba así cómo incluso el ser vivo más pequeño resulta esencial en el ecosistema.
Seguía así los pasos de los sumerios, que hace 5.000 años ya medían la calidad del suelo por la cantidad de lombrices, y del filósofo griego Aristóteles, que expuso que las lombrices contribuían a la productividad de la tierra.
«Un suelo que consideremos ‘fértil’ debe tener una estructura adecuada y proporcional de los distintos componentes, como nitratos, fosfatos, sales de potasio. No debe ser ni muy arcilloso ni muy arenoso. La lombriz, al ir comiendo, engulle organismos vivos presentes en el suelo y los digiere, es decir, los mineraliza y los deja en forma asimilable para las plantas. La lombriz con su actividad fertiliza el suelo al aumentar la cantidad de nutrientes esenciales del suelo y el humus es el sustrato resultante de la actividad de las lombrices», explica Fernando Ojeda, profesor titular de Botánica del Grado en Ciencias Ambientales y Ciencias del Mar de la Universidad de Cádiz.
Se trata de un fertilizante natural, totalmente orgánico, de pH neutro, que contiene entre 230 y 300 millones de microorganismos vivos, por lo que es un perfecto agente regulador y regenerador de suelos. «Los microorganismos que se encuentran en el suelo por actividad de la lombriz, como por ejemplo bacterias, contribuyen a la mineralización del suelo. Degradan la materia orgánica del suelo, cosa que las plantas no pueden hacer. Para que las plantas puedan asimilarlas, necesitan el trabajo previo de las bacterias. Las lombrices no producen microorganismos como tal, pero con su actividad aumentan enormemente la cantidad de estas que hay presentes, ya que favorecen mucho su proliferación. De este modo, su presencia determina lo fértil que será el suelo», asegura Iñigo Sánchez Martín, conservador del Zoobotánico de Jerez. «Así, la labor de la lombriz es triple: airea el suelo y mejora la estructura del suelo, oxigenándolo y preparando el terreno para las comunidades de microorganismos. Además, degrada parte de la materia orgánica volviéndola asimilable para las plantas. Y, con sus heces y su actividad, favorece la proliferación de microorganismos que degradan aún más la materia orgánica», añade.
Hoy parece que el humus de lombriz ha sido redescubierto como una gran apuesta de las empresas de biofertilizantes y agricultura ecológica y como una interesante vía para el emprendimiento. Jaime Gómez Vergara es licenciado en Arquitectura Técnica pero, ante la precariedad del mundo laboral, decidió recoger el testigo de su padre, Julián Gómez Varcálcel, quién treinta años atrás había decidido empezar un negocio de humus de lombriz para los viñedos de Jerez. »Cuando mi padre comenzó, el humus se empezó trayendo de Italia y luego desde Barcelona, pero nadie lo producía aquí. Tras unas cuantas pruebas, él decidió que era el momento y fue el primero en producirlo en la provincia», cuenta Gómez.
Aunque el negocio era modesto, Jaime se propuso en el año 2010 reactivarlo y así nació ‘Fertilhumus’, una pequeña empresa familiar dedicada a la producción de este sustrato orgánico pero ahora de forma moderna y decidida. Jaime confiesa que la producción no es excesivamente compleja: «Se trata de un proceso en el cual la que más trabaja es la lombriz. Básicamente requiere estar pendiente de que la cantidad de humedad y de alimento sea siempre el correcto. También es importante la maquinaría, bombas, filtros, etc». Sin embargo, agrega que »las ayudas al emprendimiento son escasas, y eso dificulta que incluso una idea fácil de ejecutar y con mucho beneficio pueda enraizar, crecer de manera estable y crear puestos de trabajo».
El uso del humus de lombriz también puede aplicarse a huertos urbanos menores o incluso a modestas macetas domésticas. Es sencillo contruir un compostador casero para convertir los desechos orgánicos en humus de lombriz, también llamado ‘lombricompost’. Y no es el único producto de esta técnica, sino que la lombricultura comprende también la producción de lombrices tanto para su cría como para elaborar harina de lombriz, muy nutritiva al gozar de un contenido de hasta 73% de proteínas, por lo que resulta muy útil como alimento de ganadería avícola. Además, las lombrices tienen altas tasas de crecimiento y pueden destinarse a la venta para pesca deportiva.
Aunque parece un producto novedoso, lo cierto es que se emplea desde 1936, cuando el Dr. Thomas Barrett elaboró las primeras técnicas de lombricultura que volcó en su libro ‘Aprovechando el gusano de tierra’. Actualmente sí es una novedad su distribución como sustrato líquido, un formato más sencillo para su aplicación. Mientras el humus de lombriz en forma terriza requiere ser extendido sobre el suelo y posteriormente regado para que los microorganismos percalen en el suelo, el humus líquido solo requiere ser extendido y, al presentarse ya en formato acuoso, ocupa por sí solo los poros de la tierra.
El humus de lombriz empieza a ser usado en huertos y viñedos pero sigue siendo para muchos pequeños agricultores un desconocido. »Hemos ido creciendo poco a poco y afianzando a los clientes, especialmente gracias al mercado ecológico. La mayoría de la venta es en las fresas de Huelva, viñas en Valdepeñas, envasadoras en Sevilla y pistachos en Toledo. En Jerez Viveros Olmedo y Hermosín son los principales clientes locales, aunque es venta a menor escala» explica Jaime.
Al preguntarle por los resultados observados, cuenta que »con los pistachos hemos visto que los clientes nos lo solicitan todos los años. Es con quien llevamos más trabajando y nos dicen que están muy satisfechos. Las viñas Domecq sí compartieron con nosotros un informe sobre la producción que indicaba que la graduación de la uva era un 3% mayor y la producción un 10%.»
Para muchos, se trata del mejor abono natural, la gran apuesta de la agricultura ecológica, ya sea para la industria o para huertos urbanos domésticos. Manuel Olmedo, propietario de Viveros Olmedo y cliente de ‘Fertilhumus’, confiesa que «lo utilizamos desde hace algunos años, dos o tres ya. Probamos el producto, descubrimos su eficacia y comenzamos a usarlo. Es una buena ayuda para las plantas». Lo recomienda a la clientela interesada en la agricultura ecológica, aquella que rechaza uso de fertilizantes industriales, además de usarlo en su propio negocio.
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