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El Excelente Potencial de la Siembra Directa en la Producción de Forrajes

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Lo aseguró Cristiano Casini, técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA Manfredi), sobre la aplicación del sistema de siembra directa para la producción de cultivos en sitios experimentales de Sudáfrica. Mayor rendimiento y mejor aprovechamiento de los recursos, son los resultados del primer año. 

Las más de 150 millones de hectáreas cultivables que posee el continente africano, con un potencial de 900 millones, representan una oportunidad para el desarrollo de maquinaria e insumos agropecuarios de origen argentino. El sistema de siembra directa (SD) para la producción de cultivos en los sitios experimentales de Sudáfrica “mostró un potencial excelente, ya que los resultados fueron siempre mayores a los obtenidos con el sistema de labranza convencional”, aseguró Cristiano Casini, coordinador del área estratégica de investigación de Agroindustria del INTA.

El proyecto (2011-2014) plantea el diseño de estrategias para determinar cuál es la tecnología de siembra directa que mejor se adapte a las condiciones agroecológicas locales. “Para esto establecimos cuatro campos, diferentes entre sí, para mostrar las ventajas del sistema productivo argentino”, expresó Casini.

La Argentina es líder en el desarrollo de tecnología agropecuaria. “El planteo incluye alta eficiencia, siembra directa y agricultura de precisión, los elementos que en la actualidad nos hacen el país más eficiente del mundo en producción agrícola”, dijo el coordinador del INTA.

Pietman Botha, experto en investigación agrícola de Grain South Africa, reconoció que “el principio básico de la siembra directa –sin labranza y sobre rastrojo– puede funcionar en Sudáfrica. Aunque será necesario realizar algunos pequeños ajustes, los resultados son alentadores”.

Sin dudas, –destacó Botha– el INTA, junto con CAFMA, fundación Cideter, Pannar, Omnia, Syngenta y Grain South Africa, fueron vitales en el desarrollo de los ensayos. “Brindaron información con el paso a paso sobre cómo sembrar los cultivos y todos los aspectos de su desarrollo”, señaló.

En esta línea, el organismo reconoce que el futuro está en África y apuesta a seguir creciendo y colaborando en proyectos en común que faciliten la transferencia de equipamiento, maquinaria y el establecimiento de empresas argentinas con el agregado de toda la tecnología agropecuaria.

Casini: El sistema de (SD) para la producción de cultivos en los sitios experimentales de Sudáfrica “mostró un potencial excelente, ya que los resultados fueron siempre mayores a los obtenidos con el sistema de labranza convencional”.

La Experiencia en Detalle

La estrategia argentina radica en ofrecer más que un producto: un paquete con tecnología a medida. “Comenzamos a trazar la propuesta adecuada de siembra directa que mejor se adapte a las condiciones locales”, expresó Andrés Méndez, especialista del proyecto Máquinas y Agrocomponentes Precisos del INTA. Y agregó: se establecieron cuatro puntos demostrativos y extensivos –por sus características– al África subsahariana.

La tecnología SD, sin labranza y con cobertura superficial, es una de las herramientas que permitió mejorar la productividad y las condiciones agroecológicas de los suelos. “Los cultivos en directa rindieron entre un 30% y 70% más que los sembrados en labranza convencional”, destacó Méndez.

Ambos especialistas destacaron que son los resultados de un año de ensayos, lo que significa que la estructura del suelo prácticamente no sufrió modificaciones y las diferencias entre un sistema y otro, son la acumulación de rastrojo en superficie –para evitar la pérdida de humedad en el suelo– y la reducción de las labores.

En total, 11 productores participaron directamente de las experiencias y cerca de 100 observaron todo el desarrollo del proceso indirectamente. Los ensayos se realizaron en 15 y 25 hectáreas e incluyeron maíz, soja, sorgo y girasol, aunque el foco estuvo en los resultados obtenidos en maíz y soja.

De acuerdo con Méndez, los rendimientos fueron variables y dependieron del sistema de producción –algunos utilizaron riego y otros cultivos en secano–. En maíz la variabilidad se registró desde las 2 toneladas a las 10 por hectárea. “Sin dudas, los resultados obtenidos en un año de trabajo hicieron que otros productores se sumen a la experiencia de siembra directa con máquinas argentinas”, expresó.

El déficit hídrico que afectó a la última campaña sudafricana fue muy severo. Los cultivos planteados en convencional tuvieron que ser resembrados y no superaron rendimientos de dos toneladas por hectárea en maíz y 1,5 en soja. Sin embargo, los mismos cultivos realizados con SD, en esa región, rindieron 6 y 3 toneladas por hectárea, respectivamente.

Cuando hablamos de tecnología argentina hacemos referencia a multiplicar rindes por hectárea y aumentar la eficiencia, lo que se traduce en ahorro de insumos y de combustible: “Las sembradoras argentinas tuvieron un ahorro de combustible de un 45%”, indicó Méndez.

De acuerdo con Botha, recién este año se realizará una jornada para productores. “Decidimos hacerla ahora porque necesitábamos probar el sistema y contar con los primeros resultados parciales”, dijo y agregó: “Los representantes de los proveedores de insumos quedaron muy sorprendidos con los resultados del primer año y, con ellos a bordo, la información va a llegarle a los productores”.

Con los resultados de un año de ensayos la estructura del suelo prácticamente no sufrió modificaciones y las diferencias entre un sistema y otro, son la acumulación de rastrojo en superficie –para evitar la pérdida de humedad en el suelo– y la reducción de las labores.

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Los sistemas agropecuarios sostenibles ayudan a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero

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Científicos de la Universidad de São Paulo formulan esta conclusión en el Journal of Cleaner Production con base en una revisión sistemática de estudios.

Un estudio realizado en la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, apuntó a analizar en qué medida la implementación de prácticas de la denominada “agricultura climáticamente inteligente” (CSA, por sus siglas en inglés) es capaz de mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero en el país. Este conjunto de métodos procura transformar y reorientar la agricultura de manera tal de lograr una mayor sostenibilidad y resiliencia económica, social y ambiental.

Para responder este interrogante, científicos del Centro de Energía Nuclear en la Agricultura (Cena-USP) y de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq-USP) efectuaron una revisión sistemática de artículos publicados con mediciones de esos gases en campo. Los resultados se dieron a conocer en el Journal of Cleaner Production.

La investigación se llevó acabo en el ámbito del Centro de Estudios de Carbono en la Agricultura Tropical (CCARBON) y del Centro de Investigaciones para la Innovación en Gases de Efecto Invernadero (RCGI). El CCARBON es un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) de la FAPESP con sede en la Esalq-USP. Y el RCGI es un Centro de Investigaciones en Ingeniería (CPE) constituido en la Escuela Politécnica de la USP por la FAPESP y la compañía Shell con el apoyo de diversas empresas.

De acuerdo con Wanderlei Bieluczyk, becario posdoctoral de la FAPESP en el Cena-USP y autor principal del artículo, se constató que “la conversión de áreas de pasturas degradadas y de agricultura convencional en áreas de prácticas de CSA, especialmente para sistemas integrados de producción, posee un alto potencial para mitigar las emisiones de gases, merced una reducción de las emisiones de metano [CH4] entérico por producto [por kilogramo de carne producida, por ejemplo] y al funcionamiento del suelo como un drenaje de CH4”.

En entrevista concedida a la División de Comunicación de la Esalq-USP, Bieluczyk destacó también que existen pocos datos sobre las emisiones de gases de efecto invernadero que se miden en campo en Brasil, “lo que dificulta la concreción de extrapolaciones a todos los biomas brasileños”.

El artículo reveló que existen pocos investigadores y pocas instituciones que trabajan en esta área en importantes regiones del país como el norte y el nordeste, cosa que pone en evidencia la necesidad de contar con apoyo a la infraestructura y con recursos para expandir la cantidad de estudios en esas zonas.

También enfatizó la búsqueda de mejoras metodológicas y de oportunidades de investigación, e incluso la urgencia de priorizar mediciones frecuentes de dióxido de carbono (CO2), metano y óxido nitroso (N2O) en múltiples sistemas de CSA durante varios años.

“Esto hará posible realizar cálculos confiables de balance de carbono y levantará las barreras derivadas de la falta de resultados abarcadores para implementar programas de certificación, permitiendo así incluir sistemas de CSA en el mercado de carbono y en otros mecanismos de finanzas verdes”, sostuvo Maurício Roberto Cherubin, docente de la Esalq y vicedirector del CCARBON.

Los autores culminan subrayando que estos resultados son importantes para refinar el inventario nacional de gases de efecto invernadero, y sirven como evidencia científica sobre el potencial de las soluciones basadas en la naturaleza y para apoyar nuevas políticas, proyectos e inversiones en Brasil.

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