Los pastos y forrajes que se siembran para alimentar al ganado vacuno en 23 comunidades indígenas de Chimborazo ahora se seleccionan con un nuevo propósito: disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. Es que si la alimentación no es equilibrada, una vaca puede emitir cada año 90 kilogramos de dióxido de carbono y metano, gases que se concentran en la atmósfera y contribuyen al incremento de la temperatura del planeta.
Las vacas se consideran más contaminantes que un vehículo regular ya que puede producir hasta 40 kilogramos de dióxido de carbono cada año. Es por ello que una mezcla de pastos se diseñó para mejorar la digestión de los animales e incrementar la productividad lechera de la zona.
El pasto azul, trébol blanco, llantén y ray grass son variedades de pastos que lograron un incremento en la producción de leche y la reducción de aproximadamente un 40% de emisión de gas. Los pastos son una combinación de plantas gramíneas y leguminosas.
El proyecto es promovido por el Gobierno Provincial de Chimborazo como parte de su plan de adaptación y mitigación al cambio climático. El plan surgió tras un profundo estudio ambiental que se realizó en los 10 cantones de la provincia entre los años 2012 y 2015. “En el estudio descubrimos que en el último año la temperatura de la provincia se incrementó en un grado centígrado. A simple vista, pareciera que no es significativo, pero el incremento de solo un grado ya tiene efectos ambientales visibles”, explica Carina Bautista, técnica de la Dirección Ambiental de esa entidad.
Foto. Los ganaderos de Vía Oriente ahora conocen que el forraje inadecuado genera gases de efecto invernadero en las vacas. Esto afecta a sus cultivos y a sus animales.
Según el estudio, el incremento de la temperatura también está ligado al aumento de sequías, precipitaciones concentradas y fuera de temporada, heladas repentinas y otros cambios en el ambiente que influyen en la agricultura.
“Los agricultores ya no pueden guiarse en el calendario lunar y en las épocas de lluvia y sequía para seleccionar la mejor temporada de siembra y cosecha, ni otras prácticas ancestrales porque el clima se volvió impredecible”, dice Bautista. En ese sentido, el proyecto de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero es una respuesta al incremento de la actividad ganadera en la provincia.
A pesar de que la agricultura continúa siendo la actividad más recurrente en Chimborazo, los pastos para la ganadería ya cubren el 25% de la superficie total de la provincia. En las comunidades, cada vez más agricultores deciden cambiar de actividad por las pérdidas frecuentes de sembríos y por el precio estable de la leche.
“La ganadería es más rentable, genera ingresos diarios y fijos. Mientras que para ganar dinero de nuestros cultivos tenemos que esperar varios meses y rogar que llueva o que no nos caiga la helada”, cuenta Mesías Pucuna, presidente de la comunidad Vía Oriente. Allí habitan unas 320 personas, que en su mayoría subsisten de la leche que producen a diario. Los cerca de 2 000 litros que se recogen ahí son comprados por fábricas de quesos y yogur que abastecen a la Costa.
Fotos. Los comuneros esperan que esta iniciativa devuelva el equilibrio ambiental a la zona, para que puedan cuidar sus cultivos basados en técnicas ancestrales como los ciclos de la lluvia o de las estrellas.
En esta comunidad el proyecto de mezcla de pastos se implementó a finales del 2015. “Al principio teníamos miedo. Estábamos acostumbrados a sembrar pasto común y no entendíamos cómo nos íbamos a beneficiar del proyecto. Luego nos explicaron que los cambios que percibimos en el ambiente no son solo culpa de las grandes industrias, sino también por nosotros”, afirma Pucuna en medio de su jornada.
Pero el beneficio de la mezcla de forrajes no solo es el cuidado ambiental, sino también se logró un incremento en la producción de leche. El propósito es que los ganaderos obtengan la misma cantidad de leche con menos vacas, y que no se sientan tentados a ascender a las partes altas del páramo para realizar el pastoreo de sus animales.
“La idea es que los pastos que se siembran en la parte media abastezcan el consumo de los animales. Así se respeta la zona alta del páramo, que es una zona vulnerable y es donde están las fuentes de agua”, dice Carmen Altamirano, técnica del Gobierno Provincial y parte del proyecto.