La Garrapatosis y su Control Químico

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V. Luis Alberto Rodríguez Izaguirre

Asesor técnico Montana

Los parásitos externos constituyen uno de los problemas más graves para la ganadería bovina; sus efectos no solo derivan de la acción como parásitos en sí, sino de la capacidad de transmitir a sus hospederos importantes enfermedades causadas por diferentes agentes como protozoarios, rickettsias, bacterias y virus, lo que conduce a pérdidas en la producción y productividad (Barriga, 2002; Morales et al, 1999).

Las garrapatas son ectoparásitos que afectan a la gran mayoría de los vertebrados terrestres, por lo que los países económicamente desarrollados gastan enormes sumas para reducir y evitar las pérdidas causadas por enfermedades transmitidas por estos ectoparásitos (Barriga, 2002; Núñez et al, 1982).

Las garrapatas que afectan al ganado vacuno pertenecen a un grupo de parásitos artrópodos hematófagos causantes de una enfermedad parasitaria externa que afecta a los bovinos en todas sus edades, causándoles una anemia perjudicial para la producción, además de irritación y malestar (Cordero del Campillo et al, 1999).

La subsistencia de las garrapatas en sus diversos estados de evolución (huevo, larva, ninfa, adulto) está determinada por factores climatológicos como lluvias, sequías, altitud, temperaturas y tipo de vegetación, así como por la cantidad de animales a disposición, de cuya sangre se alimentan. Cabe mencionar que los factores climatológicos afectan especialmente a los delicados huevecillos y a las fases no parásitas de la garrapata (Barriga, 2002).

Las garrapatas hembra buscan, después de haber chupado suficiente sangre, lugares protegidos en el suelo y, según la variedad, colocan cantidades determinadas de huevos (Boophilus spp., entre 2 000 y 3 000; Amblyomma spp., hasta 5 000). Es por esto que el microclima del suelo (vegetación espesa, temperatura y humedad relativa) es tan importante para su supervivencia. Estos huevecillos son muy sensibles a sequías; las larvas que salen de ellos también evitan los ambientes secos y las altas temperaturas, ya que estos factores las perjudican. Por su parte, las ninfas y especialmente las garrapatas adultas son mucho más resistentes a estos factores climatológicos (Campos et al, 2008).

En las zonas tropicales, donde llueve regularmente e impera una alta humedad y clima cálido, se dan las condiciones óptimas para el desarrollo de varias generaciones de garrapatas por año, de modo que la plaga se hace sentir constantemente (Núñez et al, 1982).