La directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore, y el director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus pidieron a los países participantes en la precumbre de los Sistemas Alimentarios de la ONU, mejorar la calidad nutricional de los alimentos mediante la fortificación obligatoria de los alimentos básicos con micronutrientes esenciales, la reducción del sodio y el azúcar y la eliminación de las grasas trans producidas industrialmente en los alimentos procesados.
Además, abogaron por utilizar la compra pública de alimentos como palanca para promover dietas saludables e impulsar sistemas alimentarios sostenibles, por ejemplo, a través de escuelas, lugares de trabajo, hospitales y programas de protección social; y proteger a los niños de los efectos nocivos de la comercialización de alimentos y bebidas no saludables mediante medidas reglamentarias reforzadas y una mejor aplicación.
Otras propuestas pasan por implementar políticas y prácticas de etiquetado nutricional obligatorias y fáciles de entender para ayudar a los niños y las familias a tomar decisiones más saludables con la información correcta; apoyar la alimentación y prácticas dietéticas saludables a través de los sistemas de alimentación, salud, educación y protección social con estrategias de comunicación fáciles de entender, coherentes y memorables.
En este sentido cabe destacar los avances que ha tenido Colombia con aspectos como la ley de compras públicas y el tema de etiquetado de alimentos para que el consumidor sepa con más precisión qué está comprando.
En las últimas décadas, los cambios en los sistemas alimentarios globales, incluidas las prácticas utilizadas para cultivar, distribuir, comercializar, consumir y eliminar los alimentos, significan que los alimentos más nutritivos y seguros son «demasiado costosos o inaccesibles» para millones de familias, advirtieron.
Por eso, dijeron, muchos recurren cada vez más a los alimentos procesados que son asequibles, ampliamente disponibles y comercializados agresivamente, pero que a menudo tienen un alto contenido de azúcar, grasas y sal no saludables.
«Una combinación tóxica de pobreza creciente, desigualdad, conflicto, cambio climático y COVID-19 está amenazando aún más los sistemas alimentarios y el bienestar nutricional de los niños, especialmente los de las comunidades y hogares más pobres y vulnerables», afirmaron Fore y Tedros.